“Debemos tomar partido. La neutralidad ayuda al opresor,
nunca a la víctima. El silencio ayuda a quien atormenta,
nunca al atormentado”.
-Elie Wiesel
Todos los rebeldes tienen algo en común: enfrentan y confrontan. Enfrentan directamente los problemas y confrontan a quienes se oponen a sus planes. No se permiten el silencio, ni el miedo y no huyen. Sus principios son muy claros:
No te calles.
No te sientes.
No te vayas.
Los rebeldes toman partido. Deciden y actúan.
Lo primero que quisieran los poderosos (o quienes buscan el poder) es que los rebeldes y los periodistas nos calláramos. No hay nada más incómodo para ellos que nuestros retos y nuestras preguntas. Por eso no hay que callarse.
Quienes tienen el poder quisieran vernos sentados. O darnos la orden de sentarnos. Pero la inacción no es una opción. No hay nada más peligroso para una democracia que cuando nos sentamos ante el peligro de ideas discriminatorias y autoritarias. Por eso no hay que sentarse.
Lo primero que buscan los dictadores o líderes autoritarios es sacar del país, enviar al exilio o desaparecer en una cárcel a quienes los retan. La simple presencia es una forma muy poderosa de protesta. Sobrevivir en un ambiente adverso tiene un enorme mérito. Hay que estar convencidos de que, al final, vamos a ganar. Por eso no hay que irse.
Los rebeldes, en pocas palabras, escogen sus peleas y dejan a un lado la neutralidad.
No quiero ser neutral. Por ahí no va la cosa. La felicidad y el amor y el éxito no se encuentran en la neutralidad. Al contrario, esas son distintas formas de rebeldía.
No basta ser neutral, ni en el periodismo ni en la vida.
Todos necesitamos un poquito de rebeldía.
He aprendido de la rebeldía y de los rebeldes a través del periodismo. De hecho, el mejor periodismo es el que se rebela contra el poder y el abuso. Ser objetivo y neutral -solo .profesional. – no basta. El buen periodismo siempre es antagonista del poder.
Me encanta ser periodista. Es la única profesión del mundo cuya descripción incluye el ser rebelde e irreverente. En otras palabras, el periodismo te mantiene siempre joven. Como decía el escritor colombiano y Premio Nobel de Literatura, Gabriel Garcia Márquez, este es el mejor oficio del mundo. Pero podemos y debemos usar el periodismo como un arma para un propósito más alto: la justicia social.
La vida no es nunca un balance perfecto entre dos puntos de vista. No es blanco y negro. La vida no es un montón de datos verificables. La vida no es progresiva, lineal, ni sigue un destino. Tampoco está dividida entre buenos y malos, gobernantes y gobernados, ricos y pobres. La vida no es equidistante, ni justa. Nunca se nos presenta en equilibrios perfectos.
Un argumento no siempre tiene una contraparte moral. La verdad no se alcanza, necesariamente, presentando los dos puntos de vista. La verdad no está en el método. Eso sería muy fácil. La verdad está en otra parte. Y esa es la que, valientemente, tomando partido, tenemos que buscar.
Lo mejor en el periodismo -y en la vida- ocurre cuando tomamos partido: cuando cuestionamos a los que tienen el poder, cuando confrontamos a los políticos que abusan de su autoridad, cuando denunciamos una injusticia. Lo mejor de nosotros surge cuando tomamos partido con las víctimas, con los más vulnerables, con los que no tienen derechos. Y lo mejor del periodismo se da cuando, a propósito, dejamos de pretender que somos neutrales y reconocemos que tenemos la obligación moral de cantarle la verdad a los que están en el poder.
El periodismo -escribió el novelista Truman Capote- nunca puede ser algo totalmente puro… Las percepciones personales, los prejuicios y nuestro sentido de selectividad contaminan la pureza de la verdad.
La vida no es pura. Sí, estoy argumentando a favor de practicar el periodismo con un punto de vista. Esto significa ser transparente y reconocer ante la audiencia, ante nuestros lectores, que tenemos opiniones y, también, un código de ética. No vivimos en un vacío. Todo el tiempo tenemos que tomar decisiones morales antes de una entrevista, antes de una investigación y antes de una cobertura. Es perfectamente correcto no ser neutral y tomar una posición. Una de las mejores entrevistadoras del mundo así lo cree.
Yo no me siento, ni lograre jamás sentirme, un frio registrador de lo que escucho y veo -escribió la periodista Oriana Fallaci en su libro
Entrevista con la Historia
-. Sobre toda experiencia profesional dejo jirones del alma, participo con aquel a quien escucho y veo como si la cosa me afectase personalmente o hubiese de tomar posición (y, en efecto, la tomo, siempre, a base de una precisa selección moral)… y [ante los entrevistados] no me comporto con el desasimiento del anatomista o del cronista imperturbable..
Cuando lidiamos con los que tienen el poder, debemos tomar postura. Sí, tenemos que tomar una decisión ética y estar del lado de los que no tienen el poder. Si tenemos que decidir entre ser amigo o enemigo de un presidente, de un gobernador o de un dictador, la decisión debe ser fácil: soy un reportero y no quiero ser tu amigo.
Estoy abogando por el periodismo con un punto de vista.
Hay seis áreas en las que siempre debemos tomar partido: racismo, discriminación, corrupción, mentiras públicas, dictaduras o gobiernos autoritarios y derechos humanos. No es posible ser neutrales cuando se ataca a una minoría, cuando alguien es relegado por cuestión de genero u orientación sexual, cuando un político o empresario aprovecha su posición para enriquecerse, cuando un personaje público miente o engaña, cuando un gobernante realiza un fraude o impone su voluntad sobre la mayoría, o cuando se violan los derechos humanos mas básicos.
No tomar partido en esas circunstancias seria, en la práctica, apoyar una conducta poco ética de quien abusa de su poder. El silencio suele ayudar a quienes están arriba, no a quienes están abajo. Si un elefante tiene su pata en la cola de un ratón y tú dices que eres neutral, el ratón no va a apreciar tu neutralidad, apunto con agudeza el arzobispo sudafricano Desmond Tutu.
Tomar partido no significa ser partidista. Eso sería propaganda o algo mucho peor: usar nuestra profesión para que otros lleguen al poder y se queden ahí.
Tomar partido, más que cualquier otra cosa, significa no quedarse callado ante una injusticia. Lo peor en nuestra profesión es cuando escogemos el silencio.
“No cooperar con los malos es una obligación, tanto como cooperar con los buenos”, dijo Mahatma Gandhi durante un juicio en su contra en 1922. Lo acusaban de crear animosidad contra el gobierno británico en la India. Ante la injusticia y la ocupación, Gandhi creía que había que resistirse sin violencia y nunca quedarse callado. Ni siquiera en el juicio en tu contra.
El silencio es particularmente preocupante entre periodistas. Nos quedamos callados antes de la guerra de Irak en 2003 y miles de soldados estadounidenses y decenas de miles de civiles iraquíes murieron innecesariamente. Tenemos que aprender de eso. El silencio ante una injusticia es el peor pecado en el periodismo. (De esto hable precisamente en un discurso en Nueva York ante el Comité para la Defensa de los Periodistas -CPJ-. Al final del libro está el discurso).
El profesor Jeff Jarvis de la escuela de periodismo de City University en Nueva York es uno de los más influyentes y razonables exponentes de la necesidad y obligación de los periodistas de tomar partido.
Si no tomas partido, no es periodismo., escribió en su libro
Geeks Bearing Gifts: Imagining New Futures for News
. Jarvis argumenta que cuando cubrimos un fraude en Wall Street, a los pobres y más desfavorecidos, e incluso como evitar el cáncer y bajar de peso, ya estamos tomando partido. Juntar datos, publicar lindas fotos de gatos o reportar chismes de celebridades no es verdadero periodismo, argumenta Jarvis. Tiene razón.
Tomar partido es una decisión ética y exige de nosotros, los periodistas, un comportamiento especifico. Y hay que empezar por llamar las cosas por su nombre.
Un dictador es un dictador es un dictador. Y hay que llamarlo así y tratarlo como tal. No se puede tratar igual a un tirano que a las víctimas de su dictadura. No puedo darle el mismo peso en un reportaje a un sacerdote violador que al menor a quien abuso sexualmente.
El holocausto, las masacres de civiles y las violaciones a los derechos humanos no tienen justificaciones éticas. Por lo tanto, podemos describirlas y explicar los turbios motivos de los victimarios, mas no presentarlas como una realidad que tiene dos versiones moralmente comparables.
Como muchos otros lo han dicho antes, el problema no son los malos sino la indiferencia de los buenos.
La inspiración de este libro vino de una cita del escritor y sobreviviente del holocausto, Elie Wiesel. “Debemos tomar partido” -dijo Wiesel durante su discurso en 1986 en Oslo al aceptar el Premio Nobel de la Paz-. La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio ayuda a quien atormenta, nunca al atormentado. Hay veces en que debemos intervenir. Cuando vidas humanas están en peligro, cuando la dignidad humana está siendo acosada, las fronteras y los nacionalismos deben ser irrelevantes. En cualquier lugar donde hombres y mujeres sean perseguidos por su raza, religión o posiciones políticas, ese lugar -en ese momento- debe convertirse en el centro del universo.
Wiesel lamenta que el mundo haya sabido de los horrores del holocausto y de que, a pesar de saberlo, se haya mantenido en silencio. Por eso-dijo- me prometí nunca quedarme callado cuando y donde los seres humanos sufran y sean humillados.
Esa convicción de no quedarse callado, de denunciar las injusticias, es lo que me alentó a escribir este libro. A lo largo de mi carrera he conocido a muchas personas -algunas de ellas verdaderos rebeldes-que no se han quedado en silencio y que lo han arriesgado todo, incluso su propia vida, para defender lo que ellos consideran moralmente correcto y verdadero.
La rebeldía se ha convertido, no en algo que hay que evitar y reprimir, sino en un elemento esencial para el avance del humanismo en nuestro mundo.
Rebeldes somos mejores.
Extraído de
Sin Miedo: lecciones de rebeldes por Jorge Ramos
, publicado por Celebra, sello editorial de Penguin Publishing Group, una división de Penguin Random House LLC. Copyright (c) 2016 by Jorge Ramos.