Para Lizette Salas ser diferente no es un obstáculo, es una motivación.
A sus 21 años, la originaria de Azusa y de padres zacatecanos ha roto prácticamente todos los estereotipos dirigidos a su persona y los ha revertido a su favor.
En junio pasado, Salas se graduó de la Universidad del Sur de California (USC) con un título en Sociología y fue la primera golfista en la historia de esa universidad en ser nombrada por cuatro años consecutivos al equipo ideal All-American del golf colegial a nivel nacional. Más importante aún, es la primera de su familia en graduarse de una universidad en los Estados Unidos.
Sin venir de una familia de golfistas y contando con muy pocos recursos económicos, Salas ahora compite como profesional en el Futures Tour, un torneo que desarrolla a futuras jugadoras de la LPGA.
La historia de Lizette Salas no comienza ahora, sino que comienza desde 1973 cuando su padre, Ramón Salas, emigró de Momax, Zacatecas, a los Estados Unidos y trabajó como mecánico en el Azusa Greens Country Club, un modesto campo de golf de esa ciudad.
En ese entonces, Ramón conoció a Jerry Herrera, un ex golfista profesional que le pidió un día ayuda con algunas reparaciones en su casa. Ramón Salas fue a la casa de Herrera y tras ver lo que necesitaba, dijo que se comprometía a hacer el trabajo pero que le pagara con clases de golf para sus hijos Lizette y Marvin.
A sus siete años, Lizette comenzó a entrenar con Herrera y se interesó mucho en el deporte. Al llegar a la preparatoria, se unió al equipo de golf de Azusa High School, donde a los 15 años de edad tiró para una puntuación de 62 en un torneo infantil y ganó el campeonato estatal de preparatorias.
“Era muy competitiva y era muy tímida. Decía que no veía a muchas como ella, a ninguna latina jugando en los torneos del área”, dijo Herrera, quien se dio cuenta que Lizette podría lograr cosas grandes en el deporte un día que ella disputaba un torneo a nivel de preparatoria.
“Estaba aquí ya tarde dando clases y vino su papá y me dijo que había registrado un 62… ahí fue que entendí que ahora los colegios se iban a fijar en Lizette al ver las puntuaciones. Ahí me di cuenta que era diferente”, dijo Herrera, quien aún la visita durante sus entrenamientos en el Azusa Greens Country Club.
Para Lizette, su primer instructor Jerry Herrera ha sido su principal mentor, pues es un hombre que tiene muchas similitudes en sus raíces.
“Es mexicano también, así que él sabe como la otra gente nos mira. Yo me puedo relacionar con eso. Él tampoco vino de mucho y es por eso que tenemos la misma historia y nos podemos relacionar mucho”, expresó Lizette
A pesar de que ya no es su entrenador, Lizette comparte tiempo con Herrera durante el San Gabriel Junior Golf, un programa comunitario destinado a dar lecciones de golf a niños en el área de Azusa. Salas se benefició de ese programa y es por eso que ayuda hoy en día a dar clases a jóvenes del área.
El poder de la familia
Ramón Salas todavía trabaja como mecánico en el club de golf, algo que ha hecho desde hace 35 años y trabaja horas extras para poder ir con su hija a los viajes durante las competencias.
Para Lizette, el Azusa Greens Country Club se ha convertido en más que un campo de golf, pues ahí fue que también celebró su Quinceañera y además fue la recepción de la boda de su hermano Marvin.
Sin embargo, la ruta al éxito no ha sido sencilla para Salas, quien ha visto como su misma gente ha tenido pocas expectativas sobre su carrera como golfista.
“Muchos me han dicho que los mexicanos no juegan golf y me preguntan, “¿es de verdad lo que quieres hacer?’. Me dicen ‘No queremos que te hagas muchas ilusiones’. Eso se siente muy mal, que tu propia gente y que tus amigos te digan eso. He llorado mucho pero yo dije que mi golf va a hablar por mí”, explicó Lizette. “Los comentarios me han dolido mucho pero me han ayudado a salir adelante. Ha sido mi motivación, el sobrepasar las expectativas que tenían de mí”.
Lizette comentó que lo más difícil durante su infancia fue ser diferente a las otras jugadoras, pues no había ninguna otra jugadora de ascendencia mexicana. Lizette una vez más tuvo que hacer lo que mejor hace: “En lugar de pensar en lo peor, lo revertí y lo hice en algo positivo”, explicó.
“Yo veo que cuando la gente habla mal de ella, ella lo cambia y lo usa a su favor. Si yo fuera ella, yo quizás me hubiera dado un sentón pero eso le ayuda a seguir más adelante”, recordó Marta, la madre de Lizette, quien trabaja como asistente de instrucción en una escuela para adultos que quieren aprender inglés.
Marta, junto a su esposo Ramón, tuvo que hacer varios sacrificios económicos para comprarle ropa y equipo deportivo para que Lizette pudiera entrenar. Durante sus competencias con USC, su papá Ramón y su madre Marta la acompañaban a cada torneo que se presentaba, muchas veces manejando más de 10 horas a un torneo en Albuquerque en 2008 o hasta Puerto Peñasco en 2009.
“Al principio no tenía la ropa más bonita, los palos bonitos, yo tenía que usar lo que tenía. La gente me ha ayudado y me sigue ayudando hasta el día de hoy”, agregó Lizette, quien recordó que a sus 10 años gozaba de la soledad de sus entrenamientos entre los árboles del campo de golf en Azusa y entrenaba con el uniforme de basquetbol de su escuela.
“El haber llegado hasta acá ha sido gracias a su familia”, dijo Herrera.
La escuela es primero
Para Lizette, lo más importante que le han enseñado sus padres han sido los valores, especialmente el de la educación y el de trabajar fuerte.
A pesar de tener posibilidades de incursionar en el profesionalismo antes de graduarse de USC, Lizette le prometió a sus papás que se convertiría en la primera en su familia en titularse de una universidad de Estados Unidos.
“Les prometí que me iba a graduar en cuatro años y en el último año tenía que tomar cinco clases, cuando el promedio es de 3 ó 4 clases”, recordó Lizette, quien además de su hermano Marvin, de 27 años, tiene a su hermana Susy, de 31.
“El logro más grande que nosotros como padres hemos tenido es cumplir con la meta de que se graduara”, expresó Marta.
La familia de Lizette se ha mantenido en la misma casa de Azusa y la misma jugadora profesional dice que no tiene ilusiones de mudarse a otro lugar.
Para Lizette, la base del triunfo siempre serán los valores que su padre le enseñó.
“Desde chica me ha enseñado a trabajar en el sol, en la lluvia, en el frío. No importa en qué clima o en qué temporada, él me ha enseñado a trabajar para lograr algo que quieres”, indicó Lizette.
“Esto todavía no se acaba”, dijo. “Quiero ser la número uno del mundo. Son pasos, es un proceso, pero quiero ser la número uno del mundo”.
“¿Por qué no tener a otra Lorena Ochoa? Hay que soñar a lo grande”, dijo Marta.
Y para soñar en grande, hay que ser diferente, algo que Lizette Salas está acostumbrada a ser.