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Nunca el golf, un deporte pegado a la hierba, estuvo más cerca del cielo como en Medinah: José María Olazábal condujo en carne y hueso a Europa hacia una

victoria épica

, en una

Ryder Cup

inclinada para los Estados Unidos, y Severiano Ballesteros (1957-2011) les guió en espíritu hacia el éxito.

Esta dicotomía metafísica la llevó al diccionario común uno de los héroes de la remontada, el inglés Ian Poulter: “No sé cómo describirlo, pero Seve empujó una barbaridad desde ahí arriba”.

Poulter fue, para Olazábal, la encarnación del mítico Seve Ballesteros desde que comenzó el combate en Medinah. “Veo en sus ojos lo que veía en los de Seve cuando jugaba esta competición”, señalaba el capitán español después de que el inglés sujetase el marcador para Europa tras ganar todos sus partidos.

Olazábal destacó el carácter aguerrido de Poulter, y también con el dedo índice señaló a Seve, cuando miró al cielo de Bloomingdale, a las afueras de Chicago, nada más conquistar el trofeo de la Ryder.

“Esto es por ti”, dijo entre sollozos el golfista nacido en Fuenterrabía hace 46 años.

¿Qué más se le puede pedir como golfista y deportista a José María Olazábal? Nada. La verdad es que nada más.

Desde su infancia vivida en la casa humilde de sus padres, él (aita) jardinero del club de Jaizkibel, ella (amatxo) cuidadora del vestuario de señoras en ese mismo club de alto standing, José María ha ganado a base de un esfuerzo y sacrificio supremos, con los mejores valores humanos como única armadura, todo lo que un deportista de golf puede desear.

Olazábal, de niño, ni siquiera soñaba con amasar todo este currículo envidiable. Tampoco pensaba en disponer en el futuro, y gracias al golf, de una vida holgada en lo económico.

Agarrado a su ‘sand wedge’, alrededor del ‘green’ pegado a su humilde casa en Fuenterrabía, tan solo pensaba en que ese ‘chip’ que visualizaba dejase la bola lo más cerca posible del hoyo.

Así, a base de visualizar el próximo paso o el siguiente golpe, con horas interminables de trabajo en las canchas de golf. Agarrado a los valores que le ataron a Seve Ballesteros, a sus padres y a su representante de toda la vida, Sergio Gómez, el chico donostiarra que despuntó como ‘amateur’ cerró su círculo como golfista en Medinah.

Olazábal ha sido campeón del Open Británico ‘amateur’, tiene dos Chaquetas Verdes esperándole para siempre en Augusta, entró en el Salón de la Fama, donde también reside Seve, y condujo a Europa a una victoria para la historia del golf mundial en la Ryder Cup de Medinah.

Olazábal tiene 46 años. Ha cerrado el círculo. Pero seguro que no está cansado. Como no se doblegó ante sus lesiones y enfermedades.

El jugador vasco seguirá metido de lleno en su vida, que es el golf y la competición, hasta que las fuerzas aguanten.

Imaginarse metido en su piel da escalofríos, aunque el agradecimiento de los europeos amantes del golf será eterno, casi como el espíritu de Severiano Ballesteros.