CHICAGO
El pasado domingo en Los Angeles el pívot de los Brooklyn Nets, Jason Collins, se convirtió en el primer jugador declarado gay en jugar en la NBA cuando debutó ante los Lakers 10 meses después de haber declarado abiertamente su homosexualidad.
El Staples Center lo recibió con una calurosa ovación que me imagino fue por la valentía del paso que había dado. Porque pensándolo bien…, ¿A quién le interesa la orientación sexual de un deportista? ¿Es acaso la homosexualidad una grave enfermedad contagiosa que deba advertirse?
Pero ya puestos al cuchicheo barato que a tantos les gusta, la respuesta es un rotundo ¡NO! Y si alguien todavía se escandaliza con la homosexualidad es que tiene un serio problema y muchos prejuicios encima.
Pienso que Collins no tenía necesidad de declarar su homosexualidad porque, además de no ser nada malo y no importarle a nadie, no había ninguna barrera que derribar. Collins tiene una larga carrera en la NBA y a nadie le importa si es gay, al igual que a nadie le importó que Derrick Rose fuera un adicto a comer gominolas en su etapa colegial o si tal o cual jugador las prefiere rubias o morenas.
Collins tan sólo quiso desmarcarse como gay (algo que tampoco entiendo, porque repito, no me importa), y lo ha conseguido. Al igual que lo hizo en mayo pasado en la MLS el centrocampista de Los Angeles Galaxy, Robbie Rogers, para convertirse en el primer autodeclarado gay en jugar en un deporte profesional estadounidense.
Ahora la NFL también podrá contar con su primer e histórico ‘autodeclarado’ gay si el apoyador Michael Sam es elegido, como así parece, en el próximo draft colegial.
“Tengo 18 años en la NFL y la orientación sexual de un jugador nunca ha sido un tema a discutir”, dijo recientemente David Caldwell, gerente general de los Jaguars de Jacksonville. Más claro, agua.
Pero parece que estamos ante una ola de ‘autodeclarados gay’, por lo que para estar completos ahora sólo falta que salten en las Grandes Ligas y en la NHL, donde seguro hay más de uno que pueda animarse a dar el paso. Aunque realmente, la vida privada de las personas, no le importa a nadie.