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El tenista español Rafael Nadal, que no anda en su mejor momento, encara el compromiso de su mejor torneo, el Roland Garros, donde es el rey de los últimos años. Getty
David Banks / Getty Images
El tenista español Rafael Nadal, que no anda en su mejor momento, encara el compromiso de su mejor torneo, el Roland Garros, donde es el rey de los últimos años. Getty
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CHICAGO –

Mi hijo me preguntó cuál es la emoción más fuerte que he vivido en los últimos tiempos; quiso ayudarme con algunos ejemplos, ya fuera algún juego mecánico como la Montaña Rusa (roller coaster), esquiar o cualquier deporte extremo.

“La respuesta es fácil, ya que mencionas la palabra deporte, la emoción más fuerte en las últimas semanas y días, es ver jugar a la

selección mexicana

de fútbol”, le respondí.

Más allá de que suene a chiste (bueno o malo) se va convirtiendo en una realidad, pues si acaso los mexicanos vamos tratando de digerir el muy amargo 7-0 (no hacen falta los detalles), ahora el combinado olímpico comandado por Raúl ‘El Potro’ Gutiérrez tuvo a bien regalarnos cuarenta y cinco minutos de incertidumbre, medio tiempo de amarguras y manos sudorosas casi desfigurando el rostro en la desesperación de revertir lo que acontecía en la cancha. La humilde selección de Fiji, ranqueada 187 por FIFA y con un solo jugador profesional en su once inicial tenían al Tri con el marcador adverso por la mínima diferencia.

El descrédito a lo que acontecía en aquel primer tiempo no tenía lógica, no había ‘santitos’ a quienes pedirle un milagro porque se agotaron en aquel desventurado 7-0 del Tri mayor, pero explicaciones si las hay y son sencillas.

México le falta el respeto a las llamadas selecciones futbolísticamente inferiores, las ven hacia abajo, se cuelgan el triunfo antes de pisar el terreno de juego y los seleccionados parecen pensar que la playera por sí sola derrota a los adversarios. Este grupo de seleccionados que sueñan con ser protagonistas internacionales merman su trayectoria con este tipo de actuaciones y continúan dañando la imagen del fútbol mexicano. Si alguien defiende este tipo de actuaciones por el resultado final, tiene apartado un lugar muy especial en el mundo villamelón.

Por su parte Juan Carlos Osorio, quien también se encuentra en tierras brasileñas apoyando a sus subordinados, decidió romper el silencio (tarde pero ya lo hizo) que mantuvo desde aquel fatídico resultado, y entre tantas declaraciones, aceptó culpas y dejó en claro que si su selección llegara a verse nuevamente con una desventaja de 3-0, coparía el medio campo para cerrar espacios y evitar así otra catástrofe. Vaya, al menos deja muy claro que para sus próximos compromisos ya cuenta con un Plan B.

Y así las cosas, no importa si es la Selección A, la B, la Olímpica o la Liga MX, Copa MX, Ascenso MX, el arbitraje mexicano, Decio de María o las declaraciones de Jorge Vergara, el fútbol mexicano en general sin lugar a dudas cabe en la categoría de Deporte Extremo no por las emociones propiamente futboleras, sino por las taquicardias que provocan con sus desplantes de arrogancia, prepotencia y siempre presentes faltas de respeto hacia esos llamados equipos chicos, por seguir vendiendo humo con su implacable ejército de mercadeo y utópico nivel futbolero de élite mundial.

Al Tri olímpico lo salva el subir al podio, al Tri de Osorio, luego les cuento…