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Lisa Burton, de 39 años, primera en la fila, y Brian Robinson, de 43, una pareja comprometida de Birmingham, Alabama, esperan para ingresar en un inmueble cerca del Wrigley Field en Chicago, el viernes 28 de octubre de 2016. La pareja pagó 7.500 dólares por un par de boletos para ver los tres partidos de los Cachorros de Chicago contra los Indios de Cleveland en la Serie Mundial, desde una azotea en la avenida Waveland, atrás del jardín izquierdo. Ambos llevaban disfraces de oso.  (AP Foto/Ron Blum)
Ron Blum / AP
Lisa Burton, de 39 años, primera en la fila, y Brian Robinson, de 43, una pareja comprometida de Birmingham, Alabama, esperan para ingresar en un inmueble cerca del Wrigley Field en Chicago, el viernes 28 de octubre de 2016. La pareja pagó 7.500 dólares por un par de boletos para ver los tres partidos de los Cachorros de Chicago contra los Indios de Cleveland en la Serie Mundial, desde una azotea en la avenida Waveland, atrás del jardín izquierdo. Ambos llevaban disfraces de oso. (AP Foto/Ron Blum)
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CHICAGO (AP) – Disfrazados de la cabeza a los pies como osos de felpa, Lisa Burton y Brian Robinson aguardaban en la avenida Waveland para ingresar al techo de Beyond the Ivy y presenciar desde la azotea el primer partido de la Serie Mundial disputado en el Wrigley Field en 71 años.

Burton, de 39 años, y Robinson, de 43, dijeron que pagaron en total 7.500 dólares por sus boletos para ver este fin de semana los tres partidos contra Cleveland desde el otro lado de la calle. La pareja comprometida llegó al sector North Side de Chicago desde Birmingham, Alabama.

La pareja pagó mucho dinero y no verá el encuentro desde un asiento dentro del estadio.

“Me pareció una ganga”, declaró Robinson. “He sido aficionado de los Cachorros desde que tenía seis años. Nací y crecí en Meridian, Mississippi. Había dos opciones: ver a los Bravos o los Cachorros. Pero era más divertido ver a Harry Caray, incluso cuando los Cachorros estaban mal, que era la mayor parte de tiempo. Caray es la razón por la que me convertí en aficionado de los Cachorros”.

Durante la anterior Serie Mundial disputada en el Wrigley Field, una derrota en el 7mo Partido ante Detroit el 10 de octubre de 1945, todos los peloteros de Grandes Ligas eran blancos, el campeonato se jugaba de día, la televisión no llegaba aún al Clásico de Otoño y los soldados regresaban al país tras la Segunda Guerra Mundial.

Ahora los Cachorros están en casa en los “Friendly Confines”, como apodan al Wrigley Field. Están a tres victorias de su primer título desde 1908.

Durante una noche de viernes inusualmente cálida de 17,2 grados Centígrados (63 F) y el viento soplando hacia el centro y la izquierda a 22,5 kph (14 mph), Wrigleyville fue el punto de reunión de los aficionados que imaginaban desde hace mucho tiempo un día como este, cuya llegada veían en parte como una esperanza y en parte como un sueño.

Sólo que ahora esa fantasía se hizo realidad.

Allá en 1945, los boletos para una serie mundial tenían un precio de lista de 7,20 dólares. Este año, los boletos cuestan entre 85 y 565 dólares, y en la página digital especializada para revendedores StubHub, alcanzaban entre 1,019 y 9.439 dólares antes del partido.

La aficionada Debbie Manfredi, del suburbio de Algonquin, estaba en la avenida Kenmore intentando atrapar pelotas que salían del estadio durante la práctica de bateo.

Manfredi, de 49 años, lucía un jersey de los Cachorros autografiado por Ron Santo. Durante cinco años ha tenido boletos de temporada para un asiento en el sector inferior atrás de la tercera base tras 11 años en la lista de espera.

El difunto padre de Manfredi, Richard, creció en Wrigleyville e iba en bicicleta a los partidos y después consiguió boletos de campaña en la década de 1970. Debbie decidió llevar al partido a su hija Taylor de 15 años.

“Comencé a creer el año pasado, y este año lo sentí desde el principio. Lo sabíamos”, declaró Debbie Manfredi.

No lejos del lugar, los aficionados comían hot dogs afuera del inmueble de dos niveles que alberga a Engine Co. 78 y Ambulance Co. 6. Muchos portaban banderas blancas con una “W” azul, una variante de la que ondea en la pizarra después de cada triunfo de los Cachorros.

El Wrigley Field tiene capacidad para unos 41.000 aficionados, sus asientos están pintados de verde SC-62 con color de la marca Benjamin Moore y tiene postes que sostienen el techo (y obstruye parte del panorama). El estadio es el punto focal de su vecindario aburguesado, a 8,8 kilómetros (5,5 millas) de distancia del distrito de negocios conocido como The Loop en el centro de la ciudad.