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CHICAGO –

El paro de la Fecha 10 de la

Liga MX

para algunos fue un hecho plausible y para otros detestable. Lo cierto es que fue un mal necesario donde David venció a Goliat. Se acabó el mito del gigante todopoderoso y la unión de los silbantes salió triunfante, al menos por ahora y solo por ahora. Obviamente se esperan represalias en contra de los integrantes de la Asociación Mexicana de Árbitros (AMA).

La ineptitud con la que la mayoría de los colegiados desempeñan sus labores jornada tras jornada los tiene en el ojo del huracán, pero eso no los detuvo a la hora de exigir el respeto que constantemente es violado por los jugadores dentro dentro de las canchas y por los títeres y titiriteros fuera de las mismas. A todos en algún momento les llega su hora.

Tuvieron que ser los árbitros que a pesar de sus infames actuaciones tuvieron el valor de hacer respetar sus dictámenes y reportes de juego, hicieron sopesar el valor de las imágenes que los dirigentes ven de forma diferente e hicieron con su plantón que se aplique el reglamento con apego al mismo y no a conveniencia de los intereses de unos cuantos.

El deporte más popular del mundo en México parece vivirse como mero circo de tres pistas, donde bajo una misma carpa el espectáculo se manifiesta de manera distinta y donde al fin y al cabo el que paga por ver (y paga mucho) gira la mirada a todos lados puesto que en todos lados sucede algo interesante, y en esta ocasión el látigo domó al director de escena y no a las fieras.

Resulta también incomprensible que a pesar de las imágenes, dirigentes cambiaran a su antojo la cédula arbitral. Una muestra más que ante lo obvio la arbitrariedad de los titiriteros pasa por encima de quien no convenga a sus intereses, pero todo tiene un límite y el de los árbitros no aguantó más.

Así se dan las cosas en México donde la corrupción e impunidad siguen imperando. Todo se convirtió en un zafarrancho de la noche a la mañana, todos piden que rueden cabezas y las cabezas tercas y necias llevan puesto casco blindado antiruido. Nada les duele, nada escuchan y solo siguen viendo hacia el frente (de sus intereses).

Así es como la detenida décima jornada del circo futbolero mexicano se convirtió en un espectáculo bochornoso y vergonzoso ante el resto del mundo. Los dirigentes de pantalón largo deberán pensarlo dos veces antes de volver a cometer atropellos, los dueños de equipos deben tomar como ejemplo la unión mostrada por los árbitros y elegir adecuadamente los responsables de manejar el fútbol mexicano y permitir que impongan personajes que nunca tocaron un balón o piensen que un silbato es tan bueno para dirigir el tránsito como un partido.

Queda demostrado que la tecnología sí ayuda en el “Fair Play”. Son quienes mueven los botones a su conveniencia quienes lo echan todo a perder.

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