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COBDEN, ILLINOIS – En 2006, después de una cosecha que dejó muchos cultivos en la tierra por falta de empleados, Jeff Flamm, dueño del huerto Flamm’s, en Cobden, Illinois, se inscribió al programa H-2A, que otorga visas a trabajadores temporales.

Su finca, que provee duraznos, manzanas, y pepinos ambos a empresas como Wal-Mart y a la gente de esta pequeña localidad en el extremo sur del estado, ahora emplea cada verano a 64 campesinos mexicanos.

“Nadie quiere usar el programa H-2A”, dijo Flamm. “Todos lo hacemos por necesidad. Es muy difícil cumplir con los requisitos del programa”. Como empleador, Flamm está encargado de conseguir y pagar las visas para todos sus trabajadores, de pagar sus viajes en bus hasta Cobden, y proveer alojamiento para todos.

Por mandato del programa, Flamm les debe pagar un salario de $11.61 por hora, y someterse cada temporada a las inspecciones tanto del Departamento de Salud de Illinois, como del Departamento de Servicios de Inmigración y Ciudadanía, la agencia que administra el programa.

Pero según Flamm, vale la pena. “Si no tuviera a estos 64 hombres a través del programa H-2A, el huerto no funcionaría. Son muy fuertes. Nunca se rinden”, dijo.

A nivel nacional, el programa crece. Según datos del Departamento de Seguridad Nacional, 204,577 trabajadores vinieron al país con visas H-2A durante el año fiscal 2013, en comparación con 183,860 personas en 2013 y solo 14,094 en 2003.

Sin embargo, en Illinois el programa todavía echa raíces, con un incremento a 584 agricultores temporales trabajando en Illinois, en comparación con los 477 entre los años fiscales 2012 y 2013. La finca Spring Valley, en Pulaski, Illinois, introdujo el programa este año, según Flamm, y están “tan satisfechos” que planean contratar a más trabajadores y sembrar más cultivos el año que viene.

Flamm hizo mucho de su reclutamiento de trabajadores en la pequeña aldea de Santa Cruz Tlaxcala, en el estado de Oaxaca. Cuando llegó allí por primera vez, contó Flamm, la aldea no tenía ningún baño con plomería. Pero con el estímulo económico de alrededor de 48 trabajadores enviando dinero desde Flamm’s hasta su pueblo cada año, mucho ha cambiado.

“Calculo que los hombres de esta aldea mandaron $400,000 a sus casas durante una temporada”, señaló Flamm. “Ahora en el pueblo se ven carros y discos de satélite colgando de las paredes”.

Santiago Cardoza, de 26 años, ha venido los últimos cinco años para trabajar en Flamm’s y estima que cada semana envía unos $500 a su esposa y sus dos niños en Guanajuato. Con el dinero que gana, Cardoza dice que quiere dar sus hijos una vida mejor, “que vayan a la escuela, que estudien y que no estén aquí como yo, sufriendo”.

Pero Cardoza no vino solo. Su hermana Graciela trabaja en la panadería, y su sobrino lava baldes para los piscadores, y caza con el jefe, Flamm, los fines de semana. Ambos son ciudadanos estadounidenses.

Flamm estimó que el 50% de sus trabajadores tienen a algún familiar que también trabaja en la empresa, y que el 90% de sus empleados a través del programa han venido en años anteriores. Esto también es una consecuencia del programa, porque muchos de los trabajadores permanentes en Flamm’s recomiendan a sus familiares o amigos, para que vengan a trabajar como empleados temporales.

“Solo tengo a unos cuantos trabajadores que son trabajadores migrantes, como antes”, dijo Flamm. Antes de acogerse al programa H-2A, Flamm’s empleaba trabajadores migrantes, que viajaban por todo el país haciendo trabajos de agricultura. Pero con la tenaz vigilancia de la frontera y el aumento de las deportaciones, muchos trabajadores se quedan en la comunidad todo el año, o vienen a través el programa H-2A. Esto significa que la infraestructura de asistencia que antes se dirigía a los migrantes ya no es necesaria.

Justo al sur del huerto Flamm’s queda la Asociación de Alojamiento de los Condados Union-Jackson, un campamento con seis edificios de bloques de cemento, bajos y largos, metido en una cuesta. Este año, por primera vez en décadas, los apartamentos, que antes se ofrecían específicamente a familias migrantes con rentas subvencionadas por el gobierno, están totalmente vacíos.

Albert Turl, miembro del consejo administrativo de la Asociación, atribuyó el cierre a la falta de demanda, aunado a la dificultad de conseguir fondos para hacer reparaciones a los techos y la plomería de los edificios.

Como consecuencia del programa H-2A, los hombres muchas veces vienen a trabajar sin traer a sus familias, y viven en alojamiento provistas por sus jefes, dijo Turl. “Y si no tenemos el campamento lleno, el Departamento de Agricultura no paga su porción de la renta”.

El cierre ha disuadido más a las pocas familias que siguen como labradores migrantes. Salvador Murillo, el vigilante del campamento, reportó que ha recibido acerca de 25 llamadas de trabajadores y familias buscando alojamiento para trabajar en agricultura en el sur de Illinois, entre ellos muchas personas que habían venido antes al campamento.

“Estamos tratando de resolver todo de las finanzas para poder venderlo”, dijo Turl sobre el campamento. “Pero no sé ni quién querría comprar un campamento viejo”, añadió.

Por su parte, Jeff Flamm dijo que está considerando comprar los apartamentos, porque con más alojamiento puede ofrecer más visas a través del programa H-2A.

Algunos, en esta comunidad conservadora, señaló Flamm, se preocupan de que los labradores temporales toman los trabajos que algunos estadounidenses podrían ocupar. Pero Flamm enfatizó que piscar fruta es tan duro que nadie solicita el trabajo.

“Son las personas que no tienen un conocimiento del negocio que critican el concepto”, comentó Flamm sobre el programa H-2A. El impacto económico “es un efecto dominó”, mencionó Flamm dijo. “Estos 64 hombres crearán otros 100 trabajos aquí en esta finca.”

Para ver imagenes de los trabajadores temporales en Cobden, Illinois, visite el siguiente

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