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MIAMI –

Raramente en la historia un hombre ha dominado su país con tanto poder personal, por tanto tiempo. Pocas veces la muerte de un hombre ha sido ansiosamente esperada.

Fidel Castro Ruz, el maestro manipulador de los últimos años del siglo 20, murió el viernes a los 90 años, cerrando así el capítulo final de una vida en la que se destacó como el dictador comunista más duradero. Su muerte será llorada por sus seguidores y celebrada por millones que desean la liberación de Cuba, a la que por medio siglo él sofocó con su brazo fuerte.

Castro será recordado por su marxismo al estilo latinoamericano, su puño al aire en signo de rebeldía contra Estados Unidos, sus mejoras de la salud y la educación para los pobres, y su obsesión con las causas anti-imperialistas que todavía resuenan en algunas partes del Tercer Mundo.

“Por más de 40 años se las arregló para ser la piedra en el zapato de mucha gente, mientras jugaba un papel fundamental en la forma en que evolucionaría el mundo durante la segunda mitad del siglo 20”, dijo alguna vez el fallecido periodista y escritor polaco americano Tad Szulc – quien se reunió con Castro muchas veces mientras preparaba la biografía definitiva “Fidel, A Critical Portrait (Fidel, un retrato crítico).

“Él se irá siendo un dictador absoluto, uno que fue muy importante en la historia. La gente que sufrió bajo su régimen dice que él es un “hijo de puta” y un tirano; y lo es. Pero su impacto en América Latina y en la Guerra Fría fue enorme. No es del tipo que será olvidado”.

Castro respaldó los ideales socialistas de su compañero de rebeldía, Ernesto “Che” Guevara, y reflejó algo de la fortaleza machista encontrada en otros dictadores latinoamericanos. Pero más que todo fue un operador político fenomenal que se tomó el poder y se aferró a él.

A lo largo de una historia turbulenta, demostró un talento de clase mundial para manipular personas y eventos, manteniendo a Estados Unidos y a su propia gente en desequilibrio. Quizás nunca antes un líder político demostró semejantes habilidades de supervivencia en contra de todas las posibilidades.

Sobrevivió la pelea tipo mafia entre grupos estudiantiles, una dura guerra de guerrillas y los planes de la CIA y de otros por asesinarlo. Aguantó la invasión de EEUU en Bahía Cochinos, en 1961, así como la crisis de los misiles cubanos al siguiente año y el embargo económico estadounidense que estuvo vigente durante el mandato de 10 presidentes.

A través de subterfugios y un intrincado sistema de seguridad, Castro se mantuvo en el poder incluso después de la caída de su patrocinador, la Unión Soviética. Los exiliados cubanos se hicieron oír en contra de su represión, calificándolo de jefe de una isla prisión.

Pero, a la postre, tenía fieles seguidores. Muchos latinoamericanos admiraron su voluntad para oponerse al coloso Yanqui. Y algunos cubanos se beneficiaron de un sistema que dio educación para todos, salud, y por muchos años satisfizo las necesidades básicas de los más pobres de todas las razas.

“Será recordado por mucha gente en América Latina como alguien que básicamente decidió decirle a Estados Unidos ‘vamos a hacer las cosas a nuestra manera, y a pagar el costo que sea por ello, ante la agresión de EEUU'”, dijo Max Castro, un experto en el tema de Cuba, afiliado a la Universidad de Miami. “Eso todavía está vigente, especialmente en el Caribe. Habrá algo de nostalgia y algo de respeto, porque el tipo se mantuvo inamovible”.

Castro y Florida

En la década de los 1950, cuando todavía era un tipo desaliñado con ínfulas de revolucionario, Castro obtuvo dinero y soporte moral de la comunidad en el exilio del sur de Florida.

Advirtiendo que no era comunista, fue varias veces a Florida y Nueva York para recoger dinero al tiempo que se mostraba en contra del dictador derechista cubano, Fulgencio Batista. Muchos en el exilio de entonces habían dejado Cuba debido al régimen brutal de Batista, que usó la tortura, la prisión y las ejecuciones sumarias para reprimir la oposición.

“Yo le di dinero a Fidel porque sentí que era lo suficientemente atrevido. Cualquier cosa era mejor que Batista”, dijo Justo Carrillo, vástago de una familia cubana bien acomodada. “Por supuesto nos equivocamos”.

Joven atractivo, orador carismático, Fidel siempre le aseguraba a su audiencia y a las autoridades de Estados Unidos que él no era comunista. De hecho, se alejó del Partido Comunista de la época, y el partido lo tachó de romántico e inconforme indisciplinado.

Pero luego de que se consolidó en el poder, Castro confiscó la propiedad, persiguió a los dueños de negocios, redistribuyó la tierra y transformó la isla en una fortaleza anti americana. La comunidad en el exilio del sur de Florida se volvió contra él con furia obsesiva.

Como muchos exiliados, el ex congresista republicano de Miami, Lincoln Díaz-Balart, esperó, soñó y planeó ese día. Nacido en La Habana de una familia política de renombre – incluida una tía que estuvo casada con Castro por poco tiempo- Díaz-Balart llamó a su enemigo un “monstruo” cuya muerte era esencial para la transformación democrática de su tierra natal.

El sur de Florida, una de las fuentes del dinero y el apoyo moral de Castro, se convirtió en su enemigo más acérrimo.

Raíces de rebelión

Su antagonismo con EEUU comenzó realmente mucho antes de que pensara en la rebelión.

Fidel Alejandro Castro Ruz nació el 13 de agosto de 1926 en una finca azucarera, en la región rural de Cuba. La base militar estadounidense de Guantánamo dependía mucho de esta parte de la isla, un subproducto de la guerra de España y Estados Unidos, durante la cual Cuba se liberó de España pero quedó bajo la influencia de Estados Unidos.

En esos días Cuba era muy influenciada por EEUU, especialmente en Oriente, donde la oligarquía local ayudaba a los negocios estadounidenses a reunir sus ganancias mientras masas de mendigos seguían iletradas y pobres.

Extranjeros controlaban más de la mitad de la propiedad en Cuba, y la United Fruit Co. dominaba Oriente. El papá de Castro, Ángel Castro, tenía pocas opciones para tener negocios con United Fruit.

“El padre de Fidel era un español, y España acababa de perder Cuba ante Estados Unidos. Entonces su anti americanismo estaba enraizado en la tradición española”, dijo Jaime Suchlicki, un historiador exiliado y director del Instituto para Cuba y Estudios Cubano-Americanos (Institute for Cuban and Cuban-American Studies) de la Universidad de Miami.

El viejo Castro, un inmigrante que pasó de pobre a rico, nunca fue totalmente aceptado por la élite. Entonces, a pesar de su crianza con lujos, el joven Fidel tenía resentimiento por el sistema de clases cubano y se identificaba con la gente común. “Desde el comienzo Fidel rechazó la manera en que la sociedad estaba organizada, el sistema de clases y la propiedad privada. Nunca creyó en eso”, dijo Suchlicki.

Suchlicki piensa que la afinidad de Castro con las clases bajas se pudo originar en su madre, Lina Ruz González, la cocinera de la casa, quien procedía de una familia muy pobre. Ella se casó con el viejo Castro, quien era 25 años mayor, para legalizar el nacimiento de Fidel.

Fidel era un niño testarudo, muy competitivo, propenso a rabietas y algunas veces desdeñaba la autoridad. Incluso en la escuela era un habilidoso manipulador que podía engañar fácilmente; así como adulaba enseguida rechazaba, formaba sociedades y luego las rompía.

Como estudiante de leyes en la Universidad de La Habana, viajando con la élite intelectual de Latinoamérica, Castro fue aumentando su resentimiento en contra de la dominación estadounidense en el hemisferio.

El “Che” Guevara, un joven médico que provenía de una clase social similar, media alta, de Argentina, desarrolló la misma antipatía por Estados Unidos y el deseo por ayudar a los desposeídos.

El anti americanismo de ambos fue aumentado por una amarga experiencia en Guatemala. La cúpula militar controlada por la CIA, derrocó al popular gobierno de izquierda de Jacobo Arbenz, en 1954. Como humillación final, Arbenz fue desnudado y requisado en público en el aeropuerto, antes de que le fuera permitido salir exiliado. La cúpula instaló como sucesor a un derechista que subyugó Guatemala por más de 30 años.

Después de ver la humilde sumisión de Arbenz, Guevara concluyó que sólo una población armada podría pelear contra el imperialismo. Fidel Castro ya había llegado a esa conclusión.

Corrupción y revolución

La rebelión comenzó con un fallido ataque a las barracas del Ejército en Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953. Mientras muchos de sus camaradas fueron muertos o torturados, Castro fue arrestado, juzgado, convicto y llevado a prisión.

Sus apasionadas palabras durante el juicio -tituladas “La historia me absolverá”- delinearon un plan de reforma radical inspirado en el marginal “Movimiento del 26 de julio”.

Al comienzo los rebeldes fueron el hazme reír del Ejército cubano, respaldado por Estados Unidos. Pero el régimen de Batista se estaba dañando desde adentro. Corrupción gubernamental, prostitución, control de casinos por parte de grupos de la mafia, sobornos, contrabando y represión se habían adueñado de la isla.

Más tarde, en una entrevista, Castro recordó: “El tema de la corrupción, cómo abusaron los políticos y cómo el país se cansó de todo eso se convirtió en la razón para pelear”.

Después de ser puesto en libertad, en mayo de 1955 y exiliado en México, Castro planeó con Guevara y otros revolucionarios el lanzamiento de su campaña de guerrilla. En una tormentosa noche de 1956, la expedición salió en secreto hacia Oriente en un bote de 60 pies al que habían llamado “Granma”.

El diario de Guevara describe la llegada del Granma a tierra firme, más como un naufragio. De cualquier forma los rebeldes tenían muy poco chance de vencer al Ejército cubano, el cual los rodeó y los capturó a casi todos. Castro se escapó por poco, como lo hizo en muchas otras ocasiones en su larga y traidora vida.

Cómo fue que sus aliados lograron formar una maquinaria militar bien suplida y grande, es una clásica lección de historia de la guerra de guerrillas. Mientras las guerrillas ganaron escaramuzas en la Sierra Maestra, grupos de resistencia urbana crearon disturbios en las ciudades. Para diciembre de 1958, la guerrilla sacó corriendo a los 4,000 miembros del Ejército cubano.

El nuevo líder entró en La Habana el 8 de enero de 1959, triunfante y terriblemente popular. Las campanas en las iglesias sonaron, los pitos de las fábricas soplaron y las sirenas de los barcos se hicieron oír.

Pero el “Che” Guevara se había dado cuenta desde el comienzo que la mayoría de quienes lo apoyaban no tenían idea de lo que era marxismo. Ellos estaban peleando por un poquito más que sólo derrocar a Batista y su gobierno corrupto. Muchos admiradores iniciales se desilusionaron de Castro cuando éste impuso reglas autoritarias y se embarcó en su programa socialista radical.

Comenzó por quemar el cultivo de azúcar de su familia. Luego entregó la tierra de su familia al Gobierno, aunque su madre, que nunca lo perdonó completamente, pudo conservar la casa hasta que murió en 1963.

Para 1960, las propiedades de EEUU en Cuba, que valían $2 billones, fueron expropiadas, grandes granjas y edificios de apartamentos fueron confiscados y entregados a las masas. Toda la empresa privada, hasta las pequeñas tiendas, fue nacionalizada.

En el transcurso de dos años Castro se declaró a sí mismo “un comunista desde el comienzo de mis días”.

Un jugador mundial

Al observar lo que pasaba en La Habana, el presidente John F. Kennedy temía que Cuba exportara insurgencia de izquierda a América Latina.

Impulsado por la CIA y exiliados cubanos, Kennedy aprobó la invasión a Bahía Cochinos en 1961, esperando derrocar el gobierno. Pero las fuerzas cubanas bloquearon la invasión en cuestión de 72 horas, y Kennedy, rápidamente desilusionado, rechazó una invasión aérea. El presidente se lamentó con sus ayudantes: “Cómo pude ser tan estúpido para dejarlos proceder”.

Para evitar otra invasión, Castro invitó a la Unión Soviética a instalar misiles en Cuba. Los soviéticos, ansiosos por poner pies en suelo del hemisferio occidental, accedieron, enviando maquinaria militar junto con $4 billones de ayuda al año. Para octubre de 1962, la CIA había detectado misiles soviéticos moviéndose hacia plataformas de lanzamiento a lo largo de Cuba.

La crisis de los misiles en Cuba había comenzado.

Cuando Kennedy obligó al premier soviético Nikita Khrushchev a retirar los misiles, Castro se enfureció y se sintió frustrado. Pero había logrado una victoria parcial aun en la derrota, cuando Kennedy les prometió a los soviéticos que EEUU no haría nuevos intentos de invadir a Cuba.

Seguro en casa, sus esfuerzos de aumentar su influencia más allá de Cuba lo convirtieron en un jugador mundial. En Angola, Etiopía, Nicaragua, El Salvador y Bolivia, agentes cubanos alentaron las causas de los izquierdistas y fastidiaron a Estados Unidos. Su influencia fue especialmente fuerte en Angola, donde unos 200,000 soldados cubanos sirvieron entre 1975 y 1990, luchando contra el Ejército surafricano.

Incluso mientras seguían ligados a los soviéticos, Castro se convirtió en el líder del “movimiento de los no alineados”, países que buscaban una ruta aparte de los súper poderosos. Esas aventuras foráneas y su constante desafío a EEUU dio a muchos cubanos lo que por largo tiempo habían deseado: orgullo nacional y sentido de importancia mundial.

El desarrollo

Por casi cinco décadas Cuba ha sido como una extensión de retazos de las bandas de guerrillas de los años 50. Para sobrevivir como líder de la guerrilla, Castro exigió obediencia y disciplina incuestionable, algunas veces castigando con la pena de muerte a quienes se insubordinaban o desertaban.

Él era desconfiado, inflexible y autocrático.

Para perpetuarse como dictador, empleó las mismas cualidades.

Por décadas Cuba básicamente vivió en un búnker bajo ley marcial perpetua. Oponerse era sinónimo de insubordinación. Volarse era lo mismo que desertar.

Tratar con Estados Unidos era traición. Buscar la riqueza personal era considerado especulación y una violación de los ideales socialistas y el progreso colectivo.

Para los años 1980, incluso muchos fieles creyentes perdieron fe en el líder cubano, cuando no en las ideas revolucionarias que alguna vez él lideró. Para ese entonces Batista ya había muerto y América Latina estaba creciendo en democracia.

Un momento crucial se dio en 1989 con el sensacional arresto del general Arnaldo Ochoa, un héroe popular de la guerra en Angola. Luego de un juicio-espectáculo, Ochoa fue convicto de tráfico de drogas y especulación, y luego ejecutado por un pelotón de fusilamiento. El caso Ochoa le costó a Castro mucha de la credibilidad que todavía tenía en Cuba y América Latina.

Éste y otros eventos parecieron confirmar los rumores de que Castro, paranoico y a la defensiva, no podía tolerar a un potencial rival, y el tema sólo creó una imagen de un dictador preocupado únicamente en consolidar su poder.

La diáspora cubana

Durante su régimen, cientos de miles de cubanos abandonaron la isla en botes, balsas o aviones. Muchos se establecieron en el sur de Florida.

Descontento con la salida de oponentes políticos en 1980, el líder cubano también dejó libres criminales comunes y enfermos mentales, quienes abordaron el barco “Mariel” que partía con destino al sur de Florida. Él llamó el proceso “limpieza de los inodoros”. Para él, quienes se iban eran lo mismo: desertores y descontentos, y su salida redujo la presión interna por un cambio en Cuba.

Pero la salida de un cubano en 1999 – el niño de 5 años Elián González – le dio al mundo una clara visión de la separación de Cuba y Estados Unidos, al tiempo que destacaba la habilidad de Castro para manipular eventos.

La balsa en la que venía el niño naufragó cerca de Fort Lauderdale, y el pequeño Elián fue rescatado y puesto a salvo en la casa de familiares suyos en la Pequeña Habana, en Miami, donde se convirtió en el centro de una lucha de cinco meses. Sus familiares, respaldados por la comunidad de Miami, no querían dejar ir al niño, y Castro, respaldado por masivas manifestaciones en Cuba, exigía su liberación.

Cuando las autoridades estadounidenses se vieron forzadas a sacar a Elián de Miami y devolverlo a la custodia de su padre en Cuba, el régimen de Castro tuvo otra victoria propagandística.

Pero constantes dificultades económicas, en especial después de perder la ayuda soviética en la década de 1990, redujo el apoyo a Castro dentro de la misma isla. El país estaba estancado en el tiempo. Carros de los años 50 recorrían las calles. Los bellos edificios antiguos de La Habana cubiertos con pancartas del “Che”, se desmoronaban y se caían a pedazos en los andenes. Mucha gente estaba mortificada por la inmarcesible ausencia de libertad política, en especial el simple hecho de expresar opiniones propias.

En respuesta a la crisis económica, Cuba se volvió hacia turistas e inversionistas para que invirtieran su dinero en empresas cubanas, creando islas de capitalismo que sirven sólo a extranjeros y a todos aquellos que tengan dólares. Entonces, justo cuando Cuba estaba acostumbrándose a una nueva realidad, Castro, súbitamente, prohibió el uso de dólares estadounidenses.

El experimento con una doble economía, sin embargo, dañó el ideal revolucionario que, a pesar de las dificultades, mantenía juntos a los cubanos.

Enfermedad y transición

Para el verano de 2006, el tiempo y la edad finalmente doblegaron al líder que había regido por más tiempo. Castro se retiró de la vida pública en el momento en que una misteriosa enfermedad lo obligó a internarse en un hospital.

Una cirugía intestinal no pudo restaurarle la que una vez fuera una salud robusta, y se vio obligado a entregar el poder a su hermano menor, Raúl Castro. La tan esperada transición, que motivó celebraciones entre la comunidad cubano americana y tristes vigilias en Cuba, terminaron con muy pocos cambios en el Gobierno y la sociedad en Cuba.

La imagen de Castro será una sombra sobre Cuba por muchos años, mientras los historiadores estudian su legado y los cubanos sopesan sus sentimientos hacia él. Pocas figuras en la historia han sido tan amadas y tan odiadas.

“Cuando el sistema castrista termine, el mundo descubrirá cierto tipo de aterradoras prácticas – igual que sucedió en Europa oriental- tales como qué tanto la gente se espiaba a sí misma e informaba, y la verdadera intrusión del estado en la vida de las personas”, predijo Max Castro. “Pero la gente también verá cómo Cuba construyó sus sistemas educativos y de salud y crearon algunos programas sociales que fueron parte fundamental de la revolución”.

El regalo más perdurable de Castro fue su habilidad para demostrar la importancia de Cuba en el ámbito mundial. Durante este largo movimiento histórico, sin embargo, él pudo haber sido destacado como una figura fascinante aunque represiva que le dio forma a la Guerra Fría, pero se quedó en el poder por demasiado tiempo y falló en cambiar el mundo a su imagen.

Parece que sintió los límites de su legado. Después de manipular la opinión mundial, sobrevivir experiencias cercanas a la muerte, apoderarse de una nación y dominarla, el “máximo líder” finalmente tuvo una visión de su propia mortalidad.

En alguna ocasión, en una rara expresión melancólica, reflexionó: “Entiendo que no soy eterno ni nada por el estilo. Ahora, de repente, usted descubre que todo está atrás suyo y que la vida tiene que seguir”.

-Este artículo fue publicado por William E. Gibson en El Sentinel del sur de Florida