La apariencia frágil de Alondra de la Parra y sus rasgos finos engañan. A la hora de entrar a escena, no lo hace tímidamente, sino con aplomo, con entereza de carácter.
Como directora de orquesta está ahí para hacerse respetar, para dirigir, para marcar la pauta o como ella misma lo definió a HOY en entrevista previa a sus conciertos en Grant Park, para llevar al público a un lugar sonoro.
De la Parra debutó en el Festival de Música de Grant Park como directora de orquesta invitada.
En su segundo concierto en el Millennium Park la tarde del 9 de agosto, logró transportarnos, nota tras nota, a ese lugar sonoro donde la música, la creación y composición de otros nos hablan de un mundo sin palabras, donde la música se mueve libremente y da pie a que cada quien le de su propia interpretación.
Tras una breve introducción de parte del Cónsul General de México en Chicago, Eduardo Arnal, De la Parra comenzó su velada con “La leyenda de Miliano”, composición de Arturo Márquez y que se estrenó en EEUU.
Le siguió el “Concierto de Aranjuez”, de Joaquín Rodrigo junto a l guitarrista David Russell. En esta pieza, De la Parra guardó distancia dejando el escenario para lucimiento de Russell.
Tras un receso, la conductora mexicana regresó con más fuerza y aplomo para dirigir la “Sinfonía No. 7”, de Antonín Leopold Dvorák, ejecutándola de acuerdo a como iban las notas: a veces suave y delicada; otras energética y temperamental.
El público se dejó llevar. Al término, después de algunos momentos de silencio, algunos de los asistentes comenzaron a dar sus comentarios de viva voz, entre charlas con amigos.
“She is a tough cookie”, dijo una de las asistentes, frase que en español se traduce como “un hueso duro de roer” y que es un término que se aplica de manera positiva cuando una persona es muy determinada y decidida.
Y Alondra de la Parra lo es: es una mujer, determinada, decidida, no se deja intimidar. Al dirigir no deja a un lado su feminidad, la usa como su fuerza, como su poder de conquista.
Por eso es la que lleva la batuta.