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En la sala de una casa en Durango, México, tres hermanos esperan impacientes que suene el teléfono. Esa llamada es el detonante de la historia, la que les dirá cuánto les piden por liberar a su padre, víctima de un secuestro.

En esa espera los hermanos –Emilio, empresario; Enrique, político y Ciro, periodista- se critican sus diferencias, sus vicios, cada uno desconfía del otro. Y se crea la histeria que saca a relucir los trapitos sucios de la familia.

Un cuarto hermano, Francisco, el “niño consentido”, sólo se comunica desde Chicago, donde estudia una maestría. Natalia, la nana, es la única que los escucha, que parece compartir con ellos la angustia por el secuestro del patriarca.

En otra escena, Don Diego, es maltratado por tres secuestradores novatos que forman parte de una banda llamada “Los Carralejas”. Ellos también esperan una llamada, la de la líder de la banda que les dirá cuándo se entregará la “mercancía” y cobrar el monto del secuestro.

La espera es desesperante en ambos lados de la historia. Y son todos víctimas y victimarios en alguna medida.

El pago del monto del secuestro es la liberación. El dinero es lo que les permitirá a los secuestradores realizar sus planes –poner un negocio, comprar una camioneta, o hasta estudiar en el Tecnológico de Monterrey-.

Para los hijos del secuestrado, significa tener al patriarca en casa. Suceda o no, nada será igual. Esa es la trama de la obra “Los Carralejas, historia de un secuestro”, de la autoría de Raúl Dorantes y presentada por el grupo de teatro

Colectivo El Pozo

y que inaugura el primer Festival de Teatro de La Villita.

Dorantes, escritor oriundo de Querétaro y Profesor de Literatura de Northeastern Illinois University, contó que la obra surgió de un artículo que leyó en el periódico mexicano Reforma que decía que en el 90 por ciento de los secuestros estaba involucrada una persona que conocía a la víctima, ya fuera un familiar, amigo, o compañero de trabajo.

Por el nombre del secuestrado en la obra de Dorantes, (Diego) se podría pensar que hace referencia al secuestro del político mexicano Diego Fernández de Cevallos, miembro del Partido Acción Nacional (PAN).

“Todos los nombres tienen algo que ver con algo –hasta los nombres de los perros de la familia- pero en realidad es nada más por la nomenclatura. No hay más allá”, aclara el autor.

La obra es la primera que escribe Dorantes con una temática diferente a la de la inmigración. Con ella cruzó la frontera y la sitúa en México. “Los Carralejas” es el reflejo de una sociedad corrupta, dividida y las consecuencias que esto genera en todos los estratos sociales.

“En mi opinión, la sociedad mexicana está completamente resquebrajada en capas sociales, en estructuras políticas, en todo. Hemos creado instituciones corruptas. Tenemos que aceptar que la corrupción está dentro de uno. Creo que el teatro es una buena manera de observar para poder hacer algo, el primer paso es la aceptación”, dice el autor.

Marcopolo Soto, uno de los actores en la obra y que interpreta a uno de los secuestradores, ejemplifica en su personaje las frustraciones y complejos del llamado “Nini”, como se le dice a los jóvenes en México que “ni estudian, ni trabajan”, por falta de oportunidades o por la apatía de la que son víctimas al ser parte de una sociedad que no da opciones. Ahí es donde se genera el primer problema.

“El personaje es producto de las cuestiones corruptas, de gobierno, familia misma y sociedad. Hay un gran porcentaje de jóvenes en esa situación y quisimos reflejar eso y la novatez del secuestrador, el sentimiento de no querer estar ahí pero tener que hacerlo porque se ve como la única vía”, describió Soto.

Llevando el teatro a La Villita

Desde el estreno de la obra el 7 de abril, “Las Carralejas” ha tenido casa llena.

“La obra sido catártica, era importante estar en este barrio que tiene una gran comunidad mexicana, porque de una u otra manera hemos estado involucrados en la problemática de México. Ha funcionado en tanto la comunidad hispana como en la angloparlante, es importante que se esbocen y se digan nuestros puntos de vista”, explicó Dorantes.

Marcopolo Soto se siente en casa en el barrio, aunque durante su infancia residía en Cicero, todos los días estaba en La Villita. “Todos los días venía en tren mi papá tiene negocios en La Villita, para mí era importante estar aquí. Es necesario este tipo de espacios, estamos encantados con Boys & Girls por tener este espacio”.

A diferencia de Pilsen, el barrio mexicano donde hay más espacios culturales, La Villita se ha caracterizado por ser el lugar de residencia de una comunidad más trabajadora, de ahí que con eventos como el Festival de Teatro comiencen a generarse los espacios y cambiar las perspectivas y el rol de los mexicanos tanto en EEUU como en México. “El estar acá (en EEUU) nos da cierta perspectiva, podemos participar y opinar”, agregó Dorantes.

“Los Carralejas”, es dirigida por Carlos Jaime. Actúan en la obra Ulises Rangel, Alfonso Seiva, Marcopolo Soto, Laura Crotte, María Martínez, Jessica Kadish, Rafael Vargas, Sandra Dávila, Griselda Jaime, Ernesto Melchor, Alfonso Seiva, Jr., Arturo Castellanos, Estefanía González y J.J. Romero.

El programa del Festival de Teatro de La Villita lo completan “Chin, Chin el Teporocho”, que se presentará del 11 al 20 de mayo, original de Armando Ramírez y con actores de la compañía El Tecolote. Concluirá con “No hay ladrón que por bien no venga”, de Darío Fo y que montará en escena el grupo de Repertorio Latino del 8 al 17 de junio. El festival fue financiado por el grupo Pan América Performance Works.

Los Carralejas

Cuándo: Hasta el 22 de abril. Funciones viernes y sábado a las 8 p.m. y domingo a las 5 p.m.

Dónde: Teatro de La Villita (dentro de The Boys & Girls Club of Chicago), 2950 W. 25th St.

Admisión: $10

Información: 312.451.7220 o en

www.colectivoelpozo.weebly.com