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CHICAGO-

En estos días que rodean las festividades del Día de Acción de Gracias, hacemos recuento agradecido de todos los bienes materiales, sentimentales y espirituales que nos brinda la vida. Aunque a veces nos faltan palabras para expresar tanta abundancia, quizás no haya canción que mejor lo haga por nosotros que la balada

Gracias a la Vida

, obra de

Violeta Parra

, poeta cantautora y chilena.

En muchos sentidos la versión definitiva de Gracias a la Vida fue la de la argentina

Mercedes Sosa

. Nacida Haydeé Mercedes Sosa en San Miguel de Tucumán, de ascendencia francesa y Quechua, su carrera siempre estuvo ligada al cruce muy particular de bohemia y folclor que se dio en el desarrollo de la nueva canción latinoamericana.

Al lado de otros artistas como

Silvio Rodriguez

de Cuba y su amigo

Victor Jara

, quien fuera asesinado en Chile en 1973, Mercedes participó plenamente en este movimiento musical que reformuló las tradiciones de la trova latinoamericana para reflejar luchas políticas y sociales. De hecho, después de varios encuentros con la dictadura argentina de la época, la misma Mercedes vivió en el exilio en Europa del 1979 a 1982 (mercedessosa.com.ar).

He tenido el gusto de presenciar muchas versiones de Gracias a la Vida, inclusive una extraordinaria interpretación del gran tenor mexicano Pedro Vargas, en vivo en la feria de San Luis Potosí y ya para esas fechas en la década de los ochentas en silla de ruedas. Pero aún así, la que más me impactó fue la de Mercedes Sosa cuando en 2007 nos visitó por última vez a Chicago a dar un concierto en el Pavillion de la Universidad de Illinois.

Era una presencia enorme, en todos los sentidos. Llevaba puesto su imprescindible poncho rojo y la apoyaron al salir al escenario, ya que tambaleaba y apenas podía caminar. La mayoría del concierto lo tuvo que cantar sentada. Más en algunas canciones, se ponía de pie a dar unos pasitos y bailar, ajena a las caras de susto de sus asistentes, los cuales se aproximaban al escenario rápidamente por si se diera un percance repentino.

Al cantar, Mercedes alzaba los brazos y el gran poncho rojo se mecía y ondulaba cual bandera. Esa voz, la que denominamos “La Voz de América Latina”, volaba, llenaba el espacio, nos envolvía, nos cimbraba de pies a cabeza. Y claro, no faltó en el concierto esa canción emblemática. Ya para esas alturas su voz era mucho más gruesa y ronca que cuando la grabó por primera vez en 1971, pero a cada sílaba le daba un peso y un sentimiento especial:

Gracias a la vida que me ha dado tanto

Me ha dado la risa y me ha dado el llanto,

Así yo distingo dicha de quebranto

Los dos materiales que forman mi canto

Y el canto de ustedes que es el mismo canto

Y el canto de todos que es mi propio canto.

Mercedes Sosa falleció el 4 de octubre del 2009, después de ofrecernos su canto a lo largo de casi seis décadas. En estos días de agradecer todo lo que nos ha dado la vida, añadimos a esa lista la música, arte efímero impregnado de cultura y memorias, con el que sazonamos toda celebración y aminoramos las desavenencias amorosas y otras tristezas. Aunque no podamos llevarnos ningún bien material al emigrar, la música es arte que traemos siempre dentro, y nos lo llevamos al salir de nuestras tierras ya sea por exilio político o económico.

A la par agradecemos la vida de Mercedes Sosa, cuyo inconfundible terciopelo de voz llegó a formar parte de las bandas sonoras de muchas vidas, y cuya inolvidable interpretación de Gracias a la Vida, ya incorporada al bagaje cultural de varias generaciones, es una de las banderas musicales que desplayamos con orgullo para identificarnos como latinos.