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EXTRACTO DEL CAPÍTULO 2, INQUEBRANTABLE

CHICAGO- Vivió a su manera. Su historia, tenía que ser escrita de la misma forma, a su manera, de su puño y letra.

Este 2 de julio, fecha del que sería el cumpleaños 44 de “la diva de la banda”, sus fanáticos y todos aquellos que de alguna manera han sabido apreciarla, pudieron recibir con el lanzamiento de su autobiografía “Inquebrantable”, el mejor de los regalos: Una conversación de tú a tú con Rivera -con todo y groserías, así como hablaba Jenni, en confianza-.

La misma noche del día del lanzamiento de “Inquebrantable”, su hermana, Rosie Rivera ya compartía la noticia en Twitter que el libro había roto récords de ventas en Amazon. El primer libro en español en obtener ese logro.

Un logro que no resulta ajeno en la carrera de Rivera, que en vida, en el ámbito profesional luchó y cosechó.

Aunque la historia de ese libro de 23 capítulos y 239 páginas quedó, tristemente, inconclusa tras su deceso el 9 de diciembre de 1992, en “Inquebrantable”, Jenni nos ofrece esa charla amena en la que nos cuenta los detalles de su vida, sus peores dolores, como el dolor y el hasta sentirse responsable del abuso sexual que sufrieron su hermana Rosie y dos de sus hijas de parte de su primer marido Trinidad Marín (“¿Dónde estaba?”, “¿Cómo no me di cuenta”?, se cuestiona) y el haber sido ella misma víctima de una violación cuando su segundo marido, Juan, estaba en la cárcel.

Pero todos esos dolores (que parecían estar grabados en ella, como su primer nombre de pila Dolores) también la hicieron fuerte y aprendió a disfrutar cada una de sus alegrías y sus logros.

Escrito como si fuera una plática entre amigos, Jenni nos cuenta en “Inquebrantable”, desde su vida familiar con sus padres, sus primeros romances, sus días de “nerd” en la escuela , sus tropiezos en el terreno amoroso, su gran amor (el mentado “pinche pelón” de sus canciones, que para nada es Esteban Loaiza). Se llama Fernando. Y él, según Jenni, fue su verdadera alma gemela.

Una mujer inteligente en los negocios, pero que nada más no supo escoger a los hombres de los que se enamoraba (al cabo, bien lo afirma, “el amor apendeja” como lo destaca en el capítulo 8, titulado “Dame serenidad”).

No fue su culpa.Más bien, fue mucha mujer para los hombres que se cruzaron en su camino por no ser conformista. Se rindió al amor, podía perdonar, pero no toleraba las mentiras ni las traiciones. Triunfó en los mundos de hombres, y éstos, no supieron enfrentarse a tanta mujer que era.

El año pasado, cuando en este medio cubrimos la noticia de su muerte y fuimos testigo en las vigilias realizadas en Chicago por sus fanáticos, recibí algunos comentarios en las redes sociales de que no se podía “elevar” a Rivera a la categoría de leyenda, que no tenía el nivel cultural, y todas esas cosas que algunos dicen para desestimar el trabajo de otros, sobre todo de los que son figuras hechas por el pueblo, o la masa, como les dicen algunos.

Que la gente no necesitaba más “circo” y que todo lo que estaban haciendo los medios era por tener rátings.

Si Jenni fue y es una figura que vende en los medios fue porque sí, fue inteligente pero sobre todo, fue honesta.

Habrá quienes no coincidan con esta idea. Habrá quienes subestimen lo que fue. Las verdades y los hechos están ahí, hablan por sí solos. Como ejemplo que tras su muerte su música no dejara de sonar en las radios en español de EEUU y en las de México, a todas horas, como se escucha la música de los intérpretes que han logrado trascender, porque el público la ha hecho suya, parte de su existencia, de su vida.

Una ser como Jenni, que logró y continúa logrando, más allá de su existencia terrenal una conexión ineludible con sus fanáticos, es porque transparente.

Y eso es lo que hace a un ser común y corriente, una leyenda. Lograr algo extraordinario radica, sobre todo, en lograr tener empatía con otros. Esos fenómenos hechos persona no son cosa de todos los días, de ahí que sea algo extraordinario.

Extraordinaria es otra palabra que define a Rivera. Parecía que desde que fue concebida, su destino era ser una leyenda que siempre vivirá como lo dice en uno de los estribillos de su canción “Cuando se muere una dama”.

“Inquebrantable” te hará reír, enojarte con las pruebas que le ponía la vida a Jenni y llorar con ella en sus momentos de frustración, celebrarla en sus triunfos. Y reconocer, que el verdadero gran amor de la cantante -como madre, lo fueron sus hijos- fueron sus fanáticos.

Esta autobiografía esuna continuación y reafirmación de lo que Jenni fue en vida: Una mujer congruente, honesta, luchona y con muchos, pero muchos ovarios.