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Por Rafael Aviña

MÉXICO- El colombiano Gabriel García Márquez desarrolló una carrera excepcional entre la literatura y el cine, bordeando casi siempre en la genialidad y aguantando con estoicismo varias de las fallidas adaptaciones fílmicas de su obra, casi siempre inexpugnable para la pantalla grande.

Los aciertos alrededor de las adaptaciones de su obra residen en la posibilidad de mantener el espíritu original del texto sin traicionarlo, pero enriqueciéndolo. En ese sentido, los últimos trabajos inspirados en textos de Gabo corrieron con mala fortuna, como el caso de la divertida y sensual novela “El amor en los tiempos del cólera”, trastocada por el director Mike Newell y el guionista Ronald Harwood en una eficaz y gélida telenovela de gran producción.

Lo mismo ocurrió con Del amor y otros demonios, adaptada por la costarricense Hilda Hidalgo, acerca de la obsesión carnal entre una adolescente y un sacerdote. A diferencia del dinamismo y el suspenso erótico que se establece en la trama de García Márquez, el filme es lento, parco en imágenes atractivas y desaprovecha las locaciones de Cartagena de Indias.

Más interesante resulta la versión de “Memorias de mis putas tristes”, a cargo del danés Henning Carlsen y con guión del experto Jean-Claude Carriere, quien eliminó muchos de los diálogos para concebir un relato más fluido para la historia de un anciano que pretende regalarse una noche de amor loco con una virgen adolescente.

Sin embargo, sobresale de forma excepcional el trabajo de García Márquez como guionista para el cine mexicano con algunos argumentos espléndidos en filmes notables y poco apreciados en su momento, como “Tiempo de morir” (1965),

“Patsy, mi amor” (1969)

y “María de mi corazón” (1979), entre otros.

Reportero y cronista cinematográfico del diario El espectador de Bogotá y codirector del corto surrealista La langosta azul (1954),

estudiaría una temporada en el célebre Centro Fílmico Experimental de Roma, para después emigrar al DF a principios de los 60, donde se ganaría el sustento como guionista.

Gabo llega a México en una etapa de explosión cultural. La época de los Concursos de Cine Experimental de 1965 y 1967, la creación de la Filmoteca de la UNAM, la formación del CUEC, el surgimiento de Cinematográfica Marte con Mauricio Walerstein y Fernando Pérez Gavilán a la cabeza, el grupo Nuevo Cine, los primeros trabajos de Emilio García Riera y Jorge Ayala Blanco, y la labor de los noticieros fílmicos como Cine Mundial o Cine Verdad, que encabezaba el productor Manuel Barbachano Ponce y un equipo que incluía a Carlos Velo, Carlos Fuentes o Jomi García Ascot, al que se sumaría García Márquez, autor de la historia que marcaría el debut del cineasta Alberto Isaac: “En este pueblo no hay ladrones” (1964), adaptada por Isaac y García Riera, y en la que Gabo interpretaba al boletero de un cine.

Además del guión de “Lola de mi vida”, de Miguel Barbachano Ponce -en Los bienamados- para el concurso de cine experimental, sobre un cuento de Juan de la Cabada y Carlos Fernández,

García Márquez adapta junto con Carlos Fuentes el fabuloso relato de Juan Rulfo “El gallo de oro” (1964), dirigido por Roberto Gavaldón.

Al igual que “Tiempo de morir” (Ripstein, 1965) con guión suyo y de Carlos Fuentes, inspirado en un argumento escrito por él mismo, Gabo insistía en sus sofocantes retratos de provincia asolados por los infiernos de la culpa y el pasado. En este caso, la historia de un hombre perseguido por dos hermanos que desean cobrarse una afrenta y que inspiraría Crónica de una muerte anunciada.

Después de colaborar en los argumentos de Cuatro contra el crimen (Alberto Mariscal, 1967), relato de acción y suspenso, el drama revolucionario El caudillo (Mariscal, 1967) y el cuento H.O., de la comedia erótica Juego peligroso (Ripstein y Luis Alcoriza, 1966), García Márquez escribe el argumento de una agridulce comedia juvenil: Patsy, mi amor, un intenso y amargo relato urbano, una historia de amor condenada al fracaso, con Ofelia Medina en el papel de una sensual y frágil jovencita enamorada de un mediocre hombre casado. En raras ocasiones el cine mexicano ha alcanzado las alturas de verosimilitud, ternura y dolor que consiguió el argumento de Gabo que abría con el epígrafe: “Desde el fondo de tu juventud y sin saberlo, vienes a mí”.

Un filme cargado de referencias intelectuales: la presencia del poeta Luis Rius, pósters de Bella de día y Repulsión, citas a Buñuel, San Juan de la Cruz, Séneca y al propio Gabo (“Sigue lloviendo, parece Macondo”) y escenarios muy ubicables como Chimalistac, Ciudad Universitaria, Chapultepec, el Anahuacalli. Y, en el centro, la caída emocional de una joven alegre e inteligente al sumergirse en los juegos de un seductor interpretado por Julio Alemán.

Además de otros argumentos suyos adaptados por él mismo, como Presagio (Alcoriza, 1974), El año de la peste (Felipe Cazals, 1978) o La viuda de Montiel (Miguel Littin, 1979), García Márquez concibe un notable argumento que adapta Jaime Humberto Hermosillo para María de mi corazón, historia protagonizada por una aprendiz de mago y un ladrón de casas (María Rojo y Héctor Bonilla). Una trama de espíritu libre y entusiasta en su primera mitad, pero con un desenlace brutal. Por último, Eréndira (Ruy Guerra, 1983), Tiempo de morir (Jorge Alí Triana, 1985), Crónica de una muerte anunciada (Francesco Rosi,1987), Edipo alcalde (Alí Triana, 1996), El coronel no tiene quien le escriba (Ripstein, 1998) y Los niños invisibles (Lisandro Duque, 2001), completan la obra fílmica de un autor muy personal que supo sacar partido de temas tan abstractos como la soledad, la vejez, la violencia y la sexualidad. REFORMA

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