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CHICAGO-

Muere aquel al que se olvida, el que no trasciende. El que no permanece, el que no logra un impacto en la vida de los otros.

La cultura mexicana ha aprendido a vivir y celebrar esa dualidad vida-muerte al rendirle tributo a la muerte, al abrazarla como parte de la vida desde los tiempos del México Prehispánico.

La semilla de la celebración no cambia: Recordar y honrar la memoria de los que se fueron que en ocasiones, pueden estar más presentes que los que están.

El Museo Nacional de Arte Mexicano

ha hecho, de la tradición del 1 y 2 de noviembre -Día de todos los Santos y Día de los Muertos respectivamente- el motivo preciso para hablar de la muerte, de los recovecos tradicionales de las celebraciones y presentarlas al público.

Este año, la muestra curada por Dolores Olmedo, rinde tributo a los fallecidos este año, como Gabriel García Márquez, Nelson Mandela y otros.

Más de 60 artistas participan en esta exhibición, de México y EEUU, participan en este tributo a la muerte. A la vida.

Estos, cuatro de ellos.

Reyna Rayón Salinas/

Altar otomí

Maestra de tejido en telar y cocinera tradicional mexiquense, Doña Reyna trabaja con el Instituto Mexiquense de Cultura y estuvo presente en el día de apertura de la exhibición, el 19 de septiembre.

El altar otomí tiene algunos elementos que lo identifican del resto de los altares mexicanos. Una, en particular, es el uso del petate.

“Cuando era niña, las casas siempre tenían petates, no había salas ni comedores. Ahora ya se han modernizado los pueblos, pero la ofrenda principal la tenemos que conservar como antes” destacó.

La flor amarilla de cempasúchil, la más tradicional en México para el Día de Muertos, no puede faltar, ni el agua, la sal y las veladoras.

“El agua es vida y muerte a la vez. La veladora es la luz. Se tiene la creencia de que cuando uno muere, está en tinieblas y sirve para alumbrarle al difunto en su camino”, comparte.

El altar otomí en el NMMA tiene 30 panes de muerto. Uno por cada integrante de la familia de Doña Reyna que ya pasó “a mejor vida”: Bisabuelos y abuelos paternos y maternos, sus padres, y otros familiares.

“Es como cuando haces una fiesta. Tienes que invitarlos a todos. La ofrenda es para esperarlos y compartir con ellos. Se hace un caminito con pétalos de la flor amarilla, que simbolizan los rayos del sol, luz para guiarlos, para esperarlos”, agrega.

Doña Reyna presume, pero sin ego de por medio, que busca por medio de su arte, transmitir conocimientos.

“Es mi idea, mi pensamiento. No me puedo negar. El hecho de venir aquí (a Chicago) y compartir nuestras costumbres es una invitación a mantenerlas”.

Marcos Raya/Retratos de Mictlán y el Santo Niño

Uno de los artistas locales más prolíficos y rebeldes nos muestra una ofrenda dedicada a el lazo del “conquistador” de México, el español Hernán Cortés y a la Malinche. Y le rinde tributo a El Santo Niño de Atocha, su santo de cabecera.

Luego están los retratos de Mictlán. “Son un conjunto de fotografías que se exhibieron el año pasado en Londres, cuando participó en la muestra “Memento Morti”.

“Es un concepto relacionado con la muerte, nada que ver con el Día de Muertos. Es más universal”.

Ester Hernández/Sun Mad

Ofrenda que la artista dedica a su padre, un trabajador agrícola del Valle de San Joaquín (California) y que tiene tres representaciones usando como referencia al logotipo de la marca de pasas, pero dándole la connotación política y social de las condiciones de los trabajadores del campo.

“Mis padres y yo fuimos campesinos, trabajamos en los campos de la uva. En el barrio donde vivíamos nos dimos cuenta que el agua estaba contaminada por el uso de pesticidas en los campos. Esta obra habla de sobre el impacto de los pesticidas en la salud y vida de los trabajadores, en consumidor”, explicó.

En el suelo junto a la obra, tiene un homenaje a su padre, con su radio, su canasta de comida, tal y como lucía -o la recuerda- de cuando tomaba lunch entre sus jornadas laborales en el campo.

Ezequiel ‘Zeke’ Penya: La locura cura/Tres caras de José Montoya

José Montoya (1932-2013) fue uno de los líderes más importantes del movimiento chicano y fundador del colectivo artístico Royal Chicano Air Force (RCAF), multidisciplinario y dicharachero, precursor del “Spanglish”.

Ezequiel Penya decidió rendirle un homenaje con este altar.

“Montoya trabajó mucho con César Chávez y el Movimiento Chicano y el movimiento con los trabajadores campesinos. Esta pieza es una forma de mostrarle al público su trabajo, su legado. Cada elemento tiene algo de sus dibujos, es de un estilo simple. La parte central es simple, pintada a madera es una ofrenda a su espíritu. Esta pieza fue usada en su servicio fúnebre”.

Al pie de la pieza central, hay un tributo, al estilo de lo que se usa para los servicios de los soldados muertos en batalla. También en una de las paredes, uno de los poemas de Montoya “Poema a un moco”.

“Este elemento (el poema) es como una broma, porque así era el carácter de Montoya, era cómico y divertido, su trabajo era muy poderoso”, comparte el artista chicano originario de Nuevo México.

Se dio cuenta que aún gente que sabía del Movimiento, desconocía de la existencia de Montoya. De ahí que le rinda tributo.

Rito y recuerdo

Cuándo: Hasta el 14 de diciembre. Abierto de martes a domingo, de 10 am a 5 pm

Dónde: Museo Nacional de Arte Mexicano, 1852 W. 19th St.

Admisión: Gratis

Información: 312.738.1503 o

www.nationalmuseumofmexicanart.org