CHICAGO-
El título de este artículo pareciera el de una telenovela chafísima, de esas de impostoras, usurpadoras, gemelas diabólicas o incluso, de algún trastorno de personalidad. Pero no. Simplemente es para ilustrar la foto.
Estas son las dos caras de la actriz Uma Thurman.
La misma persona, la misma ciudad -Nueva York- y a poco más de dos meses de distancia una de otra.
A la izquierda, vemos a Uma en la fiesta de estreno de la serie “The Slap”, realizada en The New Museum el 9 de febrero de 2015.
A la derecha, la vemos la capturada en fotografía el 1 de diciembre de 2014 en la 24a entrega anual de los premios Gotham que se entregan al cine independiente.
Pareciera que Uma tiene una gemela. Sí, como la de la Spanic en “La usurpadora” (ñaca ñaca).
¿Cirugía? ¿Botox? ¿Sólo iluminación y maquillaje? Por favor. Lo último sería un cuento demasiado barato. A estas alturas de la vida sabemos que no hay maquillaje que cambie y borre las arrugas así,como por arte de magia.
Uma a sus 44 años, una carrera de tres décadas, tres hijos y tres maridos -dos legales: Gary Oldman y Ethan Hawke, padre de sus dos hijos y uno de convivencia Arpad Busson, padre de su tercera hija- varios amoríos y claro, “Kill Bill”, decidió “borrar” cualquier huella o arruga que los años hayan dejado en su rostro para convertirse en una cara plastificada más de Hollywood.
Los rasgos de la belleza única, singular de Uma -como la de cualquier otra persona, como la de Reneé Zellweger- se han borrado.
Pareciera que el temor a envejecer, a querer ser “por siempre joven” es lo que más afecta a las mujeres de una industria maquiladora como Hollywood y los medios. Algunas mujeres después de los 40 o en sus 30, tienen ese afán de querer sentirse, verse, actuar como veinteañeras o quinceañeras. Compiten con otras, se miden con las otras,en lugar de concentrarse en sí mismas.
¿Dónde está el fallo? En un sistema que impide o castiga la vejez, las arrugas, los años, la celulitis, la diferencia, vaya. En las industrias que prometen resultados milagrosos, caras nuevas.
Uma no es la primera ni tampoco será la última que caiga en esa ilusión de que la fuente de “la eterna juventud” está en el poder de un bisturí, de una jeringa repleta de botox, lista para ser inyectada e hinchar el rostro, en remover los “excesos” de piel, en quitar la grasa del cuerpo, en poner extensiones, colores, trucos y demás. Nada más falso que eso.
Veo a la Uma de la foto de la izquierda y no reconozco a la musa de Quentin Tarantino de Pulp Fiction en 1994 bailando con John Travolta.
Tampoco veo a la atolondrada y bella modelo de “The Truth About Cats & Dogs”, de 1996.
Ni siquiera a Poison Ivy de la tan criticada Batman & Robin (1997).
Y menos, mucho menos, veo a “The Bride/Beatrix Kiddo de Kill Bill Vol. 1 & 2.
Veo una mujer de mirada perdida y triste, que ha caído en el juego de no celebrar que cumple años y que no respeta el curso natural de la vida. Que pretende cambiarlo en apariencia, no en su esencia.
Sus rasgos, al natural, su belleza, al natural, sería perfecta. A los 14, a los 24, a los 34, a los 44 o hasta los 64.
Pero al fin, cada quien hace con su cuerpo, su rostro y su dinero lo que le venga en gana. Siempre y cuando no sea sólo por complacer a otros.