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Nos vamos juntos: Alejandro Marcovich y Saúl Hernández. REFORMA
JAVIER SORIANO / AFP/Getty Images
Nos vamos juntos: Alejandro Marcovich y Saúl Hernández. REFORMA
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Mi guitarra siempre ha sido un buen instrumento para canalizar la tristeza, la rabia, la apatía o el desconcierto que siento.

También, por supuesto, me ha servido para declarar amor.

La música, ya lo ha dicho mucha gente, sirve para todo. Tanto para hacer propaganda, ser vehículo de ideas transgresoras, como para infiltrar nuevas modas o simplemente divertir. En el mejor de los casos, creo yo, sirve para sanar.

Time is on my side

El trabajo de músico es uno de los pocos en donde, al contrario de otros en los que hay que rogarle al trabajador que se ponga a chambear, al músico hay que exigirle que se baje del escenario y que ya se calle. Supongo que tiene que ver con que el escenario es muy adictivo.

Después de que lo pruebas una vez es difícil dejarlo y cada vez quieres más.

Al principio el músico no tiene idea de en lo que se está metiendo; se pasa años aprendiendo a tocar; se pasa horas ensayando encerrado en un cuarto, pero desde el primer momento en que recibe la energía del público que lo ve en un escenario, que lo escucha, ya no hay vuelta atrás, se convierte en uno de los millones de adictos a la droga que se obtiene sólo

enfrente de una audiencia.

Firma de autógrafos

Los autógrafos son una de esas cosas raras que es difícil explicar, o al menos así me lo parece viviéndolo desde dentro.

Recuerdo que cuando alguien me pidió un autógrafo por primera vez no supe qué poner.

Como mis contemporáneos, de la Maldita Vecindad, prefería decirles que mejor nos tomáramos una chela y que platicásemos de música. Sentíamos que los autógrafos nos separaban del público, como si te pusieran en un pedestal. Nosotros no queríamos eso, preferíamos estar en el mismo nivel que nuestra audiencia.

Paparazzi

[…] algunos que me lean dirán que ya debo estar acostumbrado a la fama que tiene Café Tacvba y, por consiguiente, yo. La verdad es que no me despierto pensando que soy un “tacvbo”, ni voy al supermercado sintiéndolo.

Sí, me subo al escenario a tocar mi guitarra y en ese momento me siento parte de algo, de mi grupo y de la gente que está en el concierto cantando nuestras canciones, algunas de las cuales yo escribí en la soledad, encerrado en mi cuarto, y en la calle me considero uno más, aunque parece que los paparazzi piensan distinto.

Estos fragmentos corresponden al libro ‘Crócknicas marcianas’, (Guadalajara: Editorial Universitaria, 2011) de Joselo Rangel, guitarrista de Café Tacvba. El libro es un compilado de 130 columnas escritas por Joselo a lo largo de 7 años publicadas cada viernes en el periódico mexicano Excélsior. Las columnas hablan de cualquier cosa de las vivencias de Joselo como músico y como persona. Café Tacvba actuará el 12 de julio en el Ruido Fest de Chicago. Detalles en www.ruidofest.com

Adquiérelo en Editorial Universitaria (Universidad de Guadalajara)