Skip to content
Author
PUBLISHED: | UPDATED:

Por Cirze Tinajero

IZAMAL, YUCATÁN _

El brillo de sus construcciones, con ese amarillo tan característico, y la serenidad que se siente al recorrer sus calles adoquinadas a bordo de una calandria, quizá, son algunas razones por las que a Izamal se le declaró Pueblo Mágico, el primero de todos.

Sin embargo, con una tranquila caminata, se descubre que el origen de la magia en gran parte radica en su gente, que siempre gustosos reciben a los foráneos y se esfuerzan diariamente en conservar y compartir sus tradiciones.

Para comprobarlo, tan sólo hay que darse una vuelta por el número 325 de la calle 29. Ahí vive doña Ligia Canché Pech.

Hace varios años convirtió su casa en un taller de bordado a máquina, donde confecciona y vende huipiles y ternos (el atuendo blanco de blusa y falda de las yucatecas).

“A las yucatecas nos da mucho orgullo portar esas prendas. Es común encontrar por la calle a alguna joven con un huipil, pues es muy fresco, perfecto para el calor de acá. El terno, en cambio, se usa más para ocasiones especiales. En las escuelas a las niñas se les pide llevarlo para los festivales, así les nace el cariño por éste”, dice doña Ligia.

Aprendió a bordar a los 13 años, ahora tiene 75, y enseña a quien lo desea su noble oficio.

“En algún tiempo tuve más de 20 costureras en mi casa, ahora ya sólo les doy el trabajo, ella se los llevan a sus hogares y me lo traen una o dos semanas después. Les resulta una buena manera de ganar algo de dinero y pueden seguir al tanto de sus hijos”, expresa.

Ya en confianza, doña Ligia muestra su experiencia. Sentada frente a su máquina, aprieta el pedal y traza pequeñas flores en una tela blanca.

Apenas un rato con ella y con certeza se sale de su tienda con algún huipil. Sus diseños enamoran a primera vista.

Encanto que se mece

Muy cerca de ahí, en la calle 19, en el número 268 B, se halla el taller de hamacas de don Agustín Kantún.

En cuanto se llega, un delicioso olor a sopa invade el ambiente. La tienda y el taller se encuentran al lado de la cocina de la casa de este yucateco que, desde hace décadas, se dedica a tejer hamacas, las cuales tienen fama a nivel internacional.

“Viene gente de Estados Unidos y Europa por sus hamacas. Saben que son de calidad y que les durarán años”, externa don Agustín.

Utiliza un bastidor vertical de madera para tejer hilos de distintos colores y poco a poco crear una hamaca.

“Son de algodón o de nailon, hace mucho se hacían de henequén, pero ya no se produce tanto esa fibra. Si alguien la puede conseguir resulta muy caro”, explica.

Hay hamacas de varios tamaños, desde pequeñas para beb’s hasta otras matrimoniales.

Todo yucateco ha dormido en una, no falta el que se ha caído de ellas, pero no pasa del suelo”, bromea.

Más que un pedazo de madera

Gabriel Pérez Rajón era un jardinero cuando encontró la raíz de un árbol de naranja y, sin saber ninguna técnica, la talló hasta darle la forma de una serpiente; quedó tan linda que rápidamente la vendió.

Así, decidió dejar de su labor para dedicarse de tiempo completo al oficio de la talla de madera.

Hoy, en el número 282 de la calle 21, tiene su taller de tallado de madera. Convierte pedazos de cedro, ceiba, chaca y ciricote en curiosos bastones, códices mayas o hasta carruseles que vende aquí y expone en diferentes ciudades del país, así como de Estados Unidos y Europa.

Pocos resisten a observar cómo trabaja, pues su dedicación provoca que algo tan sencillo como un pedazo de madera se convierta en una hermosa obra de arte.