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MÉXICO-

Algo parece conocido desde que se llega al sur de Morelos, tal vez los campos de caña o el olor a hierba quemada. La duda se aclara cuando se acercan los ojos negros y profundos de algún campesino.

De inmediato viene a la mente la foto de aquel Zapata sentado junto Villa en la silla presidencial. Mientras el norteño se ríe con desparpajo, Emiliano tiene esa mirada penetrante.

Así ven los campesinos del sur de Morelos.

La historia comienza por el final en la ciudad de Cuautla. Los restos de Zapata descansan bajo la imagen en bronce del caudillo, trasladados ahí desde 1932, cuando fueron exhumados del panteón municipal.

La antigua estación de tren de la ciudad cuenta con un museo y una locomotora de los tiempos revolucionarios que aún funciona, a pesar de que sólo sobrevive un breve tramo de las vías.

A poca distancia de ahí, el Registro Civil muestra una placa del lugar exacto donde el cuerpo de Zapata fue mostrado a la gente para que no quedara duda de su deceso.

A 20 minutos de Cuautla, está la hacienda de Cuahuixtla, en el municipio de Ciudad Ayala. Fue una de las primeras que tomó el líder revolucionario. Lejos de destruirla, los zapatistas la administraron, pero tuvieron que abandonarla cuando llegaron los federales.

Muy cerca de ahí está el poblado de Anenecuilco, quizá en donde con más recelo guardan y estudian la memoria de Zapata. La casa de adobe donde nació se resguarda en una cúpula de cemento que intenta impedir que se deteriore.

Su cuartel en Tlaltizapán es ahora un museo que conserva una nítida memoria del General.

Unos harapos llenos de agujeros son la pieza que detiene a los visitantes; es la ropa que llevaba puesta cuando lo acribillaron.

En la misma población está el convento de San Miguel Arcángel. Antes de morir, Zapata mandó construir un mausoleo en el que debía descansar su cuerpo y el de sus tres más distinguidos soldados. Aunque su voluntad no se llevó a cabo, el mausoleo es testigo de un Emiliano religioso.

A menos de 30 minutos, está la entrada a la hacienda de Chinameca. El 10 de abril de 1919 fue invitado con engaños para ser recibido con decenas de disparos que terminaron con su vida y la de sus acompañantes.

En el lugar exacto donde cayó su cuerpo se levantó una estatua que enmarca un arco lleno de boquetes de carabina. Dicen los lugareños que a veces en las noches, los recién salidos de la cantina se suben en la ancas del caballo de bronce y le gritan al Zapata inerte: “¡Vámonos jefe, que si no, nos matan!”.

El recorrido de la Ruta de Zapata comienza en Cuautla, sigue a Anenecuilco, donde nació, pasa por la Villa de Ayala, luego Chinameca y finalmente Tlaltizapán, todo en una distancia de 40 kilómetros aproximadamente.

El orden arriba mencionado es el recorrido sugerido; sin embargo, cualquiera que quiera visitar los lugares de la Ruta de Zapata puede comenzar y terminar donde le plazca, haciendo cuantas paradas sean necesarias pudiendo elegir incluso pasar una noche en el balneario Las Estacas para hacer una ruta más relajada durante dos días.

En Cuautla se guardan los restos de Zapata y puede funcionar como punto de partida del recorrido o punto final, y unos cinco kilómetros más adelante está la cuna del que fue el líder del Ejército Libertador del Sur, Anenecuilco.

Allí se encuentra la casa donde el 8 de agosto de 1879 nació Zapata. Esta está resguardada por una construcción moderna que la protege del agua, sol y aire porque se trata de una casa -semidestruida- hecha de adobe. La coraza modernista ha sido objeto de algunas inconformidades y han planteado quitársela aunque no se han diseñado planes específicos.

Para los tiempos en que vivió Zapata, esta casa era mucho más grande que el resto y podría decirse entonces que tenía una mejor posición social. Ahí vivió hasta los 14 años y luego Zapata fue instructor de caballos.

La casa tiene ahora una antigüedad de unos 200 años y estuvo a la intemperie hasta noviembre de 1960. Actualmente es la “Casa Museo Emiliano Zapata” donde también está un mural -del pintor Roberto Rodríguez- dedicado al origen, lucha y muerte del caudillo.

Emiliano Zapata quedó huérfano en plena adolescencia y, cuando fue nombrado presidente del Consejo de Anenecuilco, tomó la justicia con sus manos y procedió a resarcir las tierras que los hacendados habían sustraído a los pobladores de la región. REFORMA