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Un grupo de seguidores de Donald Trump, candidato republicano a la presidencia de EEUU, durante un mitin organizado por Bikers for Trump en Cleveland, Ohio, en julio de este año. JOHN MINCHILLO/AP
John Minchillo / AP
Un grupo de seguidores de Donald Trump, candidato republicano a la presidencia de EEUU, durante un mitin organizado por Bikers for Trump en Cleveland, Ohio, en julio de este año. JOHN MINCHILLO/AP
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VIRGINIA BEACH – Parado en medio de un auditorio conformado principalmente por militares y veteranos, Chris Cox espera la aparición de Donald Trump, el candidato presidencial del Partido Republicano a favor del cual ha movilizado a más de 30,000 motociclistas en el país.

De 47 años y originario de Carolina del Sur, Cox llegó a esta ciudad de la costa atlántica de Estados Unidos siguiendo a su candidato de cara a las elecciones del 8 de noviembre. Días atrás, organizó un mitin con 6,000 motociclistas en las Montañas Apalaches, en Ohio. En ambos eventos, esparció el mensaje de Trump contra la inmigración indocumentada de mexicanos y refugiados musulmanes.

“Hace dos noches en Ohio, hablé justo sobre esto. Son grandes bombas de tiempo caminantes”, explica Cox, enfundado en unos jeans desgastados y una playera negra que dice Bikers for Trump.

Cox recurre a una peculiar comparación para definir a los refugiados musulmanes que huyen del conflicto armado en Siria: Un tazón de chocolates M&M’s, la popular golosina inventada en 1941.

“Imagina si en tu mesa hay un tazón con 100 M&M’s dentro y sólo uno de esos M&M’s tiene veneno. ¿Vas a permitir a tus niños comer de ese tazón?

“No. No podemos permitir que todos vengan, siendo algunos malos. Hasta que averigüemos cómo rastrearlos, cómo lidiar con ellos, cómo lidiar con estas mezquitas. Nos odian. No pueden coexistir con nuestra Constitución”, enfatiza Cox, quien funge como líder de facto de Bikers for Trump.

Si bien Trump tiene actualmente sólo 28 por ciento de probabilidades de ganar la elección, según los sitios de pronósticos políticos, Cox es prueba de que la influencia de su discurso contra la inmigración indocumentada sobrevivirá más allá de noviembre.

Tan sólo en un sondeo entre más de 2,000 profesores de escuelas en Estados Unidos, 67 por ciento reportaron haber detectado preocupación entre niños y jóvenes, principalmente entre las minorías que han sido señaladas por Trump.

“Desde la primavera, Trump ya se había vuelto parte de la cultura popular”, explica Maureen Costello, directora del Programa de Tolerancia del Southern Poverty Law Center (SPLC), la principal organización que documenta eventos de odio en la Unión Americana.

Desde que inició su campaña, en junio de 2015, llamando criminales a los migrantes mexicanos y proponiendo un alto total a la inmigración musulmana, Trump ha despertado una fidelidad inusual entre algunos votantes.

“¡Él es el primer candidato que tiene la habilidad de decir las cosas tal como son!”, explica Cox.

Pancarta ‘inaceptable

A más de 4,700 kilómetros, en la costa del Pacífico, la pequeña ciudad de Forest Grove, en Oregon, pareciera estar aislada de los bruscos vaivenes de la elección presidencial, al no estar ubicada en uno de los “estados clave”, competidos o definitorios de quién habrá de llegar a la Casa Blanca en enero de 2017. Los demócratas dominan la entidad desde 1988.

Ubicada en una zona escolar con 50 por ciento de estudiantes latinos, Forest Grove irrumpió en el escenario nacional el 18 de mayo, cuando una pancarta a favor del plan de Trump de erigir un muro fronterizo con México apareció colgada en la cafetería de la preparatoria local.

“Ver esa (pancarta) en nuestra propia casa me hirió. Porque yo había pasado ahí cuatro años, y ver que nadie hacía nada”, dice Édgar Sánchez Fausto, de 19 años, quien estudió la preparatoria en Forest Grove y es hijo de inmigrantes mexicanos de Michoacán.

Interpretado como un insulto hacia los estudiantes de origen mexicano, la pancarta con la leyenda “¡Construyan un Muro!” desató en 24 horas una protesta espontánea con 600 alumnos -según medios locales- que salieron de clase para protestar ante la Junta de Educación local.

“Para mí y para los amigos que conozco esto era inaceptable”, dice Sánchez Fausto.

En los días siguientes, miles de estudiantes del área metropolitana de Portland -la ciudad más grande de Oregon- organizaron protestas pacíficas brincándose clases para denunciar lo que califican como “racismo subyacente inflamado por Trump”.

Ondeando banderas estadounidenses y mexicanas, las protestas marcaron la entrada de hijos de inmigrantes latinos -la mayoría de ellos ciudadanos de Estados Unidos- y atrajeron la atención de medios nacionales como The New York Times.

Pero Forest Grove es sólo una muestra de algo más amplio. En febrero, estudiantes latinos en Iowa e Indiana fueron recibidos con gritos intimidatorios, como “‘¡Trump! ¡Trump!” y “¡construyan el muro!”, durante los juegos de baloncesto de preparatoria.

En la preparatoria de Forest Grove -y en otras escuelas latinas- las protestas estudiantiles habían estado precedidas de episodios como gritos pro-Trump en pasillos escolares que, según los jóvenes, las autoridades escolares habían dejado pasar.

“Antes de la marcha hubo momentos en los que los estudiantes fueron con el director o con el superintendente y les decían: ‘Miren, hay racismo’. Y simplemente los menospreciaban”, asegura Juan Carlos González, director de desarrollo del Centro Cultural de Washington County.

“La marcha fue la culminación de todo”, dice González, ex alumno en Forest Grove.

Agresión contra un mexicano

En agosto de 2015, dos meses después del lanzamiento de la campaña de Trump, un indigente mexicano sufrió en Boston el primer episodio de agresión ligado a partidarios del magnate. Dos hermanos fueron detenidos tras golpearlo con un tubo y orinarlo.

“Yo diría que la gente que me sigue son muy apasionados”, dijo Trump en una primera reacción que días después corregiría, al conocerse la violencia del episodio.

Pero para Maureen Costello, del Southern Poverty Law Center (SPLC), esto muestra algo más grave. Indica que la influencia del mensaje de Trump en contra de las minorías es aún más pernicioso, al haber llegado no sólo a los adultos sino a los niños en las escuelas.

“El mensaje este año ha sido claramente que algunas personas no son valiosas”, dice Costello, quien cree que el discurso de Trump ha dañado años de enseñanza de tolerancia al interior de las escuelas en EEUU.

Según el sondeo realizado en abril por Costello y el SPLC, más de una tercera parte de los 2,000 maestros encuestados reportaron incremento de sentimientos discriminatorios contra inmigrantes musulmanes y latinos, e incluso 40 por ciento de los profesores tenía temor de hablar en sus clases sobre la elección presidencial.

“Pienso que será muy difícil restablecer la confianza y la seguridad para estudiantes marginados, de minorías. No se cómo se pone de vuelta el genio en la botella. Va tomar mucho trabajo”, confiesa Costello.

Escudados tras el derecho a la libertad de expresión, muchos partidarios de Trump, como el motociclista Cox, creen que el magnate le ha dado voz a una “mayoría silenciosa” que estará presente en las urnas.

Para ese hombre, que compara a los inmigrantes con chocolates envenenados, lo de Trump no es racismo, sino un mensaje nacionalista.

“No somos racistas, somos patriotas”, resume Cox.

-Este artículo fue escrito por José Díaz Briseño