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Francisco Castro/HOY

De enero a noviembre, Héctor Arias trabaja como mago en Disneyland o en fiestas particulares los fines de semana. Pero cada diciembre cambia sus capas negras y su sombrero de copa por un traje rojo, una barba blanca y un jocoso ¡JOJOJO!

Arias, oriundo de Tijuana y de 33 años de edad, encarna a Santa Claus, o Papá Noel, en esta temporada y visita escuelas, organizaciones sin fines de lucro, empresas y a cualquiera que lo contrate por 135 dólares la primera hora y por 40 dólares por cada media hora adicional.

Arias realiza, entre finales de noviembre y el 25 de diciembre, un promedio de entre 15 y 20 presentaciones, que pueden durar desde una a cuatro horas o más. Aunque su papel realmente empieza desde antes de su presentación, pues primero tiene que ponerse el disfraz y el resto del atuendo y practicar la voz aguda que caracteriza a Santa.

“Las botas son especiales, el disfraz y la barba son caras porque yo quise usar algo de calidad,” dijo Arias, quien agregó que todo el traje le costó alrededor de 500 dólares. A esto le añade el maquillaje para sonrojar sus mejillas y para blanquear sus cejas y una panza postiza “para que se vea real.”

“Quiero que los niños digan ‘ese es Santa Claus’ cuando me vean “, expresó Arias. “A veces la gente me ha dicho ‘Hay otros Santa Claus que parecen más originales en apariencia. Tienen el peso y la barba natural. Pero queremos que tu vengas a nuestra fiesta'”, contó Arias. “[Pero ellos] no se entregan al personaje. Son solamente un señor con sobrepeso, de barba blanca. Si no actúas como Santa Claus, no vas a ser Santa Claus”.

Pero aunque el cambio de apariencia es enorme, aún más pronunciado es el emocional, dijo. “Es una transformación. En ese momento yo soy Santa Claus para los niños”, aseguró. “Siempre tienes que estar lleno de alegría, con mucha energía, siempre humorístico, listo para escuchar los pedidos de los niños y adultos”.

También los adultos

No obstante, indicó, Santa Claus no se limita a la población infantil.

“Los adultos a veces hablan de las penas que están pasando. Es como un momento de desahogo”, dijo Arias. “Me dicen ‘cómo quisiera que se aliviara fulano de tal’, cómo si yo tuviera un poder mágico. Les digo, ‘ese deseo te lo pongo en las manos de Dios’ porque no les quiero dar una falsa promesa”.

Pero obviamente, el mayor arraigo es con los chiquitines.

“A mi me da mucho gusto, gozo, las sonrisas, las expresiones que les traigo a los niños. Es también cansado porque tengo que tener la misma energía desde el primer niño hasta el último que se sienta en mis piernas, porque quizá esa sea la primera y última vez que ese niño tenga la oportunidad de sentarse y hablar con Santa Claus. Tienen que tener un buen recuerdo”.

Arias sabe bien esto, pues de pequeño recuerda el mal comportamiento de un Santa Claus que llegó a una casa donde estaba departiendo con otros amigos. “El señor me ignoró y me hizo sentir tan mal. Ni me saludó”, dijo. Agregó que ese Santa Claus era tan malo que terminó discutiendo con la señora de la casa.

Por eso él toma el tiempo para dar atención a cada persona, chica o grande que se la pide.

“Trato de llegar temprano donde voy porque voy caminando al evento y siempre me para la gente. Les regalo un minuto de mi tiempo o me piden fotos”, manifestó Arias, quien hace unos años fundó la compañía Fiesta Fantastic, junto con su esposa Lori.

Pero quizás lo que más sorprende a la gente en esos eventos es escuchar a Santa Claus hablando en español.

“Cuando me pongo el disfraz, parece que soy ‘gabacho’ y la gente se sorprende cuando hablo español”, dijo Arias, quien sabe decir algunas frases en japonés, coreano, italiano y francés. Aunque la frase que nunca falta en su vocabulario, en cualquier idioma, es “Feliz Navidad”.

fcastro@hoyllc.com