Más allá de los agentes del Servicio Secreto y los sabuesos, de los manifestantes y simpatizantes que recibían al aún jovial pero encanecido Presidente de EEUU a la entrada de Northeast Iowa Community College del pintoresco pueblo de Peosta, Iowa, más allá del silo donde una mujer de pelo cano oraba por los residentes rurales, existe una realidad diferente.
Una realidad latina.
Uno puede observar la presencia de la escasa pero creciente población latina en los pueblitos y comunidades de la campiña estadounidense en los datos del Censo correspondientes a cerca de los 11 condados vecinos a Decorah y Peosta, los dos pueblos de Iowa que Obama visitó recientemente en su gira por el Medio Oeste.
El número y el porcentaje de los habitantes latinos en cada una de estas comunidades del noreste de Iowa se ha incrementado entre 2000 y 2010, según datos del Censo, mientras que el número de residentes blancos se ha reducido en ocho de esos mismos condados durante el mismo período.
Aunque la cantidad de latinos todavía es pequeña – cada uno de los condados sigue siendo al menos 94% blanco– sigue creciendo. Siguiendo la tendencia nacional, el mayor crecimiento porcentual de estas comunidades se registra en pueblitos como Peosta.
Uno puede ver la presencia en Dubuque, la comunidad más grande del condado del mismo nombre.
Un restaurante con el letrero Los Aztecas se encuentra al lado de Route 20, la vía principal – en contraste con los Walmart y los Subway y otras cadenas que por lo general tienen presencia en la zonas rurales de EEUU. John Dixon, un corpulento electricista con un tatuaje en forma de cadena en su bícep derecho, dijo que el restaurante es uno de los dos del pueblo, agregando que muchos de los residentes latinos viven en la zona del centro.
Y uno puede percibir la presencia de ellos en los comentarios de los lugareños.
Nancy Burds, una abuela de ojos claros y residente del vecino poblado de Epworth, estaba sentada enseguida de su nuera Stacie y de sus tres hijos rubios que ondeban la bandera estadounidense.
“Puedo ver el crecimiento”, dijo la abuela Burds, citando el número de inmigrantes mexicanos que trabajan en las granjas y restaurantes de la zona. Las relaciones entre los lugareños y los recién llegados ha sido cálida y positiva, dijo, pero ella considera que los inmigrantes deben venir de forma legal, no ilegal.
Kevin Sevey, quien vive en la frontera con Illinois, cerca de Galena, otro pueblo que ha registrado un crecimiento de latinos en la última década, hizo eco al sentimiento de Burds sobre la armoniosa relación entre blancos y latinos durante ese lapso. El rechoncho trabajador de “salvage yard” sonrió al explicar que Galena ha sido conocida como “El Norte México” desde hace 10 ó 15 años.
Pero también señaló que ha surgido una especie de tensión en los últimos dos años conforme la economía se ha debilitado y ha tenido una recuperación irregular. Afortunadamente, dijo que debido a que los lugareños “tienen estas relaciones, ellos no están lanzando piedras, pero en un sentido abstracto se oponen a la inmigración ilegal”.
Jeff Kelly Lowenstein escribió esta historia con la asistencia del “Dennis A. Hunt Fund for Health Journalism”, fondo administrado por “The California Endowment Health Journalism Fellowships”, un programa de “USC’s Annenberg School for Communcation & Journalism”.