Por Binyamin Applebaum y Eric Lipton
WASHINGTON –
Booz Allen Hamilton, el empleador de Edward J. Snowden, se ha convertido en una de las corporaciones más grandes y más rentables, por atender casi exclusivamente a un solo cliente: el gobierno de Estados Unidos.
Durante la última década, gran parte del crecimiento de la compañía provino de vender experiencia y conocimiento, tecnología y mano de obra al Organismo Nacional de Seguridad (NSA) y a otras dependencias federales de inteligencia. Booz Allen ganó 1,300 millones de dólares, 23 por ciento de los ingresos totales de la empresa, por trabajo de inteligencia durante su año fiscal más reciente.
El gobierno incrementó en forma pronunciada el gasto en recopilación de inteligencia con tecnología de punta desde 2001, y los gobiernos tanto de Bush como de Obama decidieron depender en contratistas privados como Booz Allen para hacer gran parte del trabajo.
Miles de personas antes empleadas por el gobierno, que todavía tienen autorización para manejar información secreta, hacen ahora, esencialmente, el mismo trabajo en empresas privadas. Snowden – quien reveló el domingo que fue quien filtró recientemente documentos de seguridad nacional – está entre ellos. Como evidencia de la relación estrecha de la compañía con el gobierno, el jefe de inteligencia oficial de Obama, James R. Clapper, hijo, fue ejecutivo de Booz. El funcionario que tuvo el cargo en el gobierno de Bush, John M. McConnell trabaja ahora en Booz.
“El aparato de seguridad nacional se ha ido privatizando cada vez más y se le ha entregado a contratistas”, dijo Danielle Brian, la directora ejecutiva del Proyecto sobre Supervisión Gubernamental, una organización no lucrativa que estudia las contrataciones del gobierno federal. “Esto es algo que la población desconoce en gran parte, el cómo más de un millón de contratistas privados tienen autorización para manejar asuntos excesivamente delicados”. Ha ido tan lejos, señaló Brian, que es frecuente que hasta el proceso para asignar las autorizaciones de seguridad lo manejen los contratistas, permitiendo que se las otorguen a empleados del sector privado.
Compañías como la de Booz, Lockheed Martin y Computer Sciences Corp. también participan directamente en la recopilación de información y proporcionan análisis y asesoría a funcionarios gubernamentales. Los empleados de Booz trabajan en instalaciones del NSA, el cual está entre las dependencias más herméticas. La compañía también tiene varios edificios cerca de las oficinas centrales del Organismo en Fort Meade, Maryland. La compañía emplea a unas 25,000 personas, casi la mitad de las cuales tienen autorización para acceder a material ultra secreto, lo cual les da “acceso a información que causaría ‘un daño excepcionalmente grave’ a la seguridad nacional si se le diera a conocer a la población”, según un archivo de seguridad.
En enero, Booz Allen anunció que iniciaba el trabajo bajo un contrato nuevo, con un valor de quizá unos 5,600 millones de dólares durante cinco años para proporcionar servicios de análisis de inteligencia al Departamento de la Defensa. Según el contrato, se asigna a empleados de Booz para que ayuden a los formuladores de políticas de seguridad militar y nacional, dijo la compañía.
El representante republicano por Nueva York y ex presidente del Comité de Seguridad Interna de la Cámara de Representantes, Peter T. King, dijo que no tiene ninguna razón para creer que haya más probabilidades de que un contratista privado se convierta en fuente para los reporteros que un funcionario gubernamental, porque ambos necesitan tener autorización de seguridad para poder manejar información ultra secreta.
“La seguridad es tan cerrada y los procedimientos se cumplen estrictamente que esto es realmente una sorpresa”, dijo sobre las filtraciones de Snowden. “Esto tendrá que investigarse a fondo, de pe a pa, para averiguar qué pasó. ¿Hubo signos de advertencia, había problemas en sus antecedentes?”.
Stewart A. Baker, quien fue abogado general en el NSA en los 1990, y, más recientemente, alto funcionario en el Departamento de Seguridad Interna, dijo que le preocupa que depender de contratistas externos podría hacer al gobierno más vulnerable a las filtraciones, al menos en algunas formas.
“Dentro del gobierno, hay estructuras diseñadas para asegurarse de que la gente entiende que pueden generar inquietudes sobre la legalidad de actividades en particular en una diversidad de canales establecidos”, comentó.
“Se puede acudir al inspector general o a los comités de inteligencia, y no se tiene que traspasar el velo de la confidencialidad para atraer la atención de los niveles altos hacia tus inquietudes sin exponer los secretos nacionales. Es un poco menos obvio para los empleados de un contratista”.
Booz Allen, quien nota en los archivos de seguridad que su negocio se podría ver afectado por las filtraciones, reconoció en una declaración que Snowden fue su empleado.
La compañía, con sede en Virginia, es, principalmente, un contratista de tecnología. Reportó ingresos de 5,760 millones de dólares en el año fiscal que concluyó en marzo, y fue 436 en la lista de las 500 compañías más grandes que cotizan en bolsa, según Forbes. El gobierno aportó 98 por ciento de esos ingresos, dijo la compañía.
Su crecimiento rápido, impulsado por la inversión gubernamental después de los ataques del 11 de septiembre, llevó a que el Grupo Carlyle, de capital privado, la adquiriera en 2008, a lo que siguió una oferta pública en 2010.
Booz Allen ha forjado una relación particularmente cercana con organismos de inteligencia y otros; además, Clapper y McConnell han pasado tiempo en las oficinas ejecutivas de la empresa.
McConnell ha sido defensor de un mayor gasto federal en la ciberseguridad. Dijo al programa de CBS News, “60 Minutes”, en 2010 que gobiernos extranjeros tenían la capacidad para abatir la red de electricidad y el sistema financiero de Estados Unidos.
“Estados Unidos no está preparado para un ataque así”, notó.
La compañía ya también tuvo un problema anterior para mantener la seguridad, algo que fue muy publicitado. En 2011, el grupo activista en internet, Anonymous, se robó archivos que conservaba Booz Allen, y dijo que eran decenas de miles de contraseñas militares encriptadas.