Pocos la conocen como Micaela Ibarra. Para la mayoría de vecinos y feligreses de la iglesia San Procopio, en el barrio de Pilsen, quien cocina en la iglesia, entrega ropa a desamparados o familias necesitadas, quien siempre tiene una palabra de consuelo y los trata con respeto, es La Abuelita, también conocida como doña Miquita.Con frío, nieve, lluvia o sol, Miquita, de gentil presencia, menuda figura y cabello blanco, toma su pañoleta y sale todos los días de casa a las 7:30 am para asistir a la misa de 8 am y empezar a trabajar a las 9 am.Desde hace 30 años, es voluntaria en las iglesias; en San Procopio ayuda desde hace 25 años.Para muchos es como el ángel del barrio, aunque para Sean O’Sullivan, párroco de San Procopio, es mucho más que eso. “Miquita es una santa”, dijo.”Ella siempre tiene tiempo para la gente. Pone mucho amor cuando entrega ropa y sirve comida. De ella aprendí que cada persona es importante, que a cada persona se le debe dedicar tiempo. Ella llegó de México sin nada y ha procurado no sólo por sus hijos, también ha procurado por su comunidad, por eso digo es que ella es una santa”.Todos los sacerdotes y seminaristas que han pasado por la iglesia la recuerdan y vuelven para visitarla, comentó el sacerdote al inaugurar el mural que Alejandro Medina plasmó en uno de los muros de la rectoría de la iglesia, en la cuadra 1600 S. Allport St.Como de costumbre, el domingo, Miquita, de 85 años y originaria de Michoacán, asistió en la celebración de la misa de 1:15 pm para ayudar en lo que se requiriera, ofreció el vino de consagrar y repartió estampas a los papás asistentes por la celebración de Día del Padre, entre otras cosas.Cuando se indicó que la misa estaba dedicada a ella, Miquita se sorprendió. Cuando los conocidos la felicitaban, no entendía por qué. “Es Día del Padre, ¿porqué me felicitan?”, pensaba.Su rostro tenía una expresión entre alegría, incredulidad y emoción cuando al salir de misa asistió al homenaje “de una persona muy importante”, ese “alguien” era ella y no lo sabía, de hecho fue “para ayudar”, contó.La imagen que el artista plasmó sobre la pared de ladrillo es la de Micaela cubriéndose con una bandera estadounidense en el recorrido de una marcha al centro de Chicago en la que los manifestantes pidieron al gobierno federal una reforma migratoria.Aunque Micaela Ibarra ya se naturalizó, consideró que apoyar era su deber.”Marchamos desde la iglesia hasta un parque y luego fuimos caminando hasta el centro”, recordó Micaela, quien ruega porque se apruebe una reforma. “Hay muchas familias separadas por las deportaciones, muchos niños que se quedan sufriendo cuando deportan a su papá o a su mamá. Es un deber apoyar”, dijo.Maricela Tinoco, nieta de Miquita, inició las gestiones para el homenaje a su abuela y cuenta que recibió el apoyo de la familia, la comunidad y la iglesia.Con emoción comentó que su abuelita “merece mucho más” por el ejemplo de servicio que ha dado no sólo a sus hijos y nietos, sino a los hijos de los vecinos y todo el que se le acerca.Esteban Tinoco, hijo de Miquita, comentó que su madre no quiere retirarse porque servir es su vida, “y así seguirá hasta que Dios le dé licencia”, agregó.El padre O’Sullivan dijo que varias generaciones la reconocen como “abuelita” y que el mural es un reconocimiento mínimo a la labor de Miquita, un pilar de San Procopio quien con su presencia y actitud ha ayudado a la formación de seminaristas y ha cuidado a la gente del barrio.La abuelita de Pilsen dijo que ella recomienda a la gente “que si vamos a ayudar lo hagamos con gusto, tratando bien a la gente. La gente merece un buen trato para que disfruten lo que se le da”, dijo Miquita.”Mientras me den la oportunidad de ayudar lo seguiré haciendo”, concluyó.