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Por Jairo Mejía

WASHINGTON –

La Reserva Federal estadounidense cumple este lunes un siglo en el que ha luchado contra las crisis con diferente grado de acierto y un poder que no ha dejado de crecer.

El nacimiento del sistema de la Reserva Federal estuvo motivado por la grave crisis financiera de 1907, cuando se desató un pánico muy similar al que en 2008 elevó a un protagonismo sin precedentes al banco central más poderoso del mundo.

En marzo de 1907, la estrategia de Augustus Heinze para manipular los precios bursátiles falló y varios fondos vinculados con el magnate comenzaron a sufrir salidas masivas de capital, un caso que guarda cierto paralelismo con la crisis desatada un siglo después por los bancos de inversión Bear Stearns y Lehman Brothers.

El pánico financiero de 1907 llevó a los principales y más poderosos banqueros de Estados Unidos a idear un sistema que pudiera inyectar liquidez en casos excepcionales, el “prestamista de último recurso” que evitara el efecto dominó.

El presidente Woodrow Wilson llegó al poder en 1913 con la promesa de crear un banco central que no estuviera bajo el control del sector privado y cuya junta de gobernadores fuera elegida por la Casa Blanca y el Congreso.

El 23 de diciembre de 1913 se firmó una ley para crear el banco central, algo que desde entonces y hasta la fecha ha levantado los tradicionales recelos estadounidenses hacia la excesiva concentración de poder central en un país vasto y diverso.

La Reserva Federal (Fed) se creó por ello con 12 sucursales y un mandato sencillo basado en la llamada “ventana de descuento”, el grifo de dinero a bajo interés para alimentar a bancos en apuros y facilitar liquidez en caso necesario.

Pero la Fed no se limitó a ese papel secundario y se dedicó muy pronto a controlar el volumen de dinero en circulación, un delicado juego que le ha llevado en su historia a grandes errores y grandes aciertos.

Hoy la Fed se ha convertido en una piedra angular de un sistema mucho más complejo que el de comienzos del Siglo XX. Ahora debe controlar la inflación, estimular el crecimiento, facilitar el crédito y sostener un bajo desempleo, sin olvidar su papel supervisor, reforzado tras la crisis de 2008.

“La Reserva Federal no aprende rápido, cometió errores, como en 1920-21; después en la Gran Depresión (1929) cometió grandísimos fallos y le llevó un tiempo aprender”, recordó esta semana Michael Bordo, profesor de Economía de la Universidad de Rutgers, en una ceremonia de homenaje celebrada en el edificio de alabastro que acoge la sede del banco emisor.

A la ceremonia asistieron tres presidentes de la Fed que han visto la economía estadounidense cambiar y transitar por crisis y bonanzas: Paul Volcker, presidente entre 1979 y 1987; Alan Greenspan, 1987-2006, y Ben Bernanke, que abandonará su puesto el próximo 31 de enero.

Volcker gobernó en uno de los períodos más estables y es visto con buenos ojos hasta por los detractores del sistema centralizado de la Reserva, como el ex senador republicano Ron Paul.

Greenspan, por su parte, se estrenó en el cargo con el crash del “Lunes Negro” de 1987 y puso en práctica el que sería uno de los instrumentos más recurrentes del banco: inmensas dosis de liquidez para mantener la confianza de los mercados.

El segundo presidente que más tiempo ha estado a los mandos de la política monetaria estadounidense no evitó la burbuja de las “puntocom” ni la catástrofe de las “hipotecas subprime”.

Con Ben Bernanke el banco central tuvo un papel vital para evitar la extensión de la crisis de las hipotecas basura, inyectando un flujo de liquidez sin precedentes, algo que todavía se mantiene con el fin de sostener una economía que muchos creen que se ha hecho adicta al dinero barato.

Con sus luces y sus sombras, la Reserva Federal ha sido garante de la estabilidad económica global y se ha convertido en la institución monetaria más poderosa del mundo.

“Me piden que hable de los siguientes cien años de la Fed. Pero dada la consabida capacidad de los economistas para explicar lo que pasará el próximo trimestre, me alegra saber que no estaré aquí dentro de un siglo para explicar por qué me equivoque”, bromeó Ben Bernanke al cierre de la ceremonia de conmemoración.