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Por Marc Burleigh

KIEV – Un enfrentamiento entre Ucrania, ex república Soviética, y la que fuera su tutora, Rusia, segunda potencia militar del mundo detrás de Estados Unidos, podría remedar el bíblico duelo entre David y Goliat, aunque las estadísticas nunca son exactas.

Ucrania cuenta con unos 130,000 militares, pero podría movilizar más de un millón de reservistas si decide convocarlos.

Sin embargo, buena parte de sus cuarteles y bases aún responden a la lógica de la Guerra Fría, es decir, están preparados para un eventual ataque desde el oeste, cuando en este caso las fuerzas rusas llegarían al país por el lado oriental.

Kiev, no obstante, ya ha desplegado un número desconocido de fuerzas en las regiones del este de su territorio para enfrentar la actual insurrección prorrusa, y rápidamente podría aumentarlas.

Además, Ucrania se dotó recientemente de la “Guardia Nacional”, integrada en su mayor parte por miembros de unidades de autodefensa del movimiento del Maidán, en Kiev. Bien entrenados y motivados, estos soldados han demostrado hasta ahora ser más eficaces que el ejército regular.

Rusia, por su parte, cuenta con un ejército convencional de unos 845.000 efectivos, pero solamente un tercio de éstos podría ser enviado a Ucrania so pena de descuidar otras posiciones estratégicas, como las regiones del Cáucaso y Asia Central y, por supuesto, Crimea.

Según la OTAN, de la que Ucrania no es miembro, Rusia desplegó unos 40,000 soldados sobre sus fronteras con ésta.

Ucrania cuenta con unos 4,000 tanques y 6,400 vehículos blindados, contra 15,500 y 27,600, respectivamente, de Rusia. Por su parte, Moscú cuenta también con seis veces más sistemas lanzacohetes y con 2,000 aviones de combate (Ucrania sólo posee 300).

La proporción de helicópteros es bastante parecida, 1,000 por el lado ruso contra 150 del ucraniano.

La ventaja del terreno

Pero a pesar de esta neta superioridad numérica, Rusia asumiría el riesgo de aventurarse en un territorio donde la mayoría de la población le es claramente hostil, lo que podría derivar en el despliegue de una guerrilla asimétrica.

A pesar de que una parte importante de los habitantes del este de Ucrania parece confiar más en Moscú que en las nuevas autoridades prooccidentales de Kiev, esto no quiere decir que deseen correr la misma suerte que Crimea, anexada nuevamente a Rusia el mes pasado tras un referéndum muy polémico.

Según una encuesta publicada la semana pasada por el Instituto de sociología internacional de Kiev, 70% de los habitantes del este del país se oponen a un control por parte de Rusia. En cambio, muchos de ellos se manifiestan partidarios de una autonomía para sus regiones.

Para superar este obstáculo, Rusia podría echar mano a la estrategia que Occidente le reprocha ya haber utilizado en Crimea, es decir, enviar de manera secreta tropas carentes de insignias u otros distintivos y fomentar disturbios bajo la consigna de “unidades locales de autodefensa”.

También podría contentarse con tomar el control de un territorio limitado, por ejemplo una franja sobre las costas del Mar Negro que la enlace territorialmente con Crimea, lo que rebajaría sensiblemente su inversión a nivel militar.

Los nervios de la guerra

Hacer la guerra es algo que cuesta caro. Y ninguno de los potenciales beligerantes puede considerarse bien posicionado en la materia.

Rusia seguramente entrará en recesión económica este año, y las sanciones con las que la amenaza el G7 agravarían aún más la situación. Además, cualquier otra anexión territorial a expensas de Ucrania significaría para Moscú tener que financiar estas regiones, lo que pesaría en su presupuesto.

En cuanto a Ucrania, se encuentra al borde de la quiebra y espera como al “maná” a partir de la próxima semana un préstamo de entre 14,000 y 18,000 dólares por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI), en el marco de un plan de salvamento económico por un monto total de 27,000 millones de la divisa estadounidense, elaborado por el Banco Mundial (BM) y los países occidentales.

La espada de Damocles de las sanciones parece desanimar al presidente ruso Vladimir Putin de llevar a cabo totalmente su plan respecto a Ucrania. Y por su parte, aparentemente la OTAN tampoco quiere vérselas con el ejército ruso.

El secretario estadounidense del Tesoro, Jack Lew, encargado de la aplicación de las sanciones de su país a Moscú, señaló por su parte que “el objetivo es afectar a la economía rusa evitando los menores daños posibles a la estadounidense y mundial”. Sin embargo, también subrayó que Estados Unidos está “decidido a aplicar sanciones más severas si es necesario”.