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Hillary Clinton, ex secretaria de Estado, y su esposo Bill Clinton, ex presidente de EEUU, el jueves en Nueva York durante la apertura del National September 11 Memorial Museum. MIKE SEGAR | GETTY
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Hillary Clinton, ex secretaria de Estado, y su esposo Bill Clinton, ex presidente de EEUU, el jueves en Nueva York durante la apertura del National September 11 Memorial Museum. MIKE SEGAR | GETTY
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Por Cristina García Casado

WASHINGTON – Su edad, su labor como secretaria de Estado, su condición de ex primera dama, su progresismo en temas sociales y ahora también lo más sagrado, la salud. Los republicanos más beligerantes se agarran a todos los aspectos de la vida de Hillary Clinton para minar su imagen antes de las primarias.

“Sólo es el principio”, pronosticó este miércoles su marido y ex presidente Bill Clinton, después de que los comentarios de un conocido estratega republicano hayan situado en cuestión de horas la salud de la potencial aspirante presidencial en el centro del debate político.

Karl Rove, arquitecto de las victorias del ex presidente George W. Bush, habría llegado a afirmar según el New York Post que Hillary Clinton tiene “daños cerebrales” derivados del golpe en la cabeza y el coágulo que sufrió a finales de 2012.

Ante el revuelo que despertó esta información, el republicano se apresuró en desmentir que esas fueran sus palabras, aunque sí dejó caer que aquel incidente es un episodio serio por el que Clinton tendrá que dar explicaciones si decide competir en las elecciones de 2016.

Para los analistas, Rove no da puntada sin hilo y el supuesto malentendido habría sido toda una estratagema para lanzar una nueva arma arrojadiza a la que hasta ahora es la figura política mejor situada en los sondeos de cara a las próximas elecciones presidenciales.

La transparencia de Clinton sobre su salud ya se puso en tela de juicio a finales del 2012 y principios del año pasado, cuando se cuestionó la secuencia de la afección estomacal, el desmayo, la caída, el golpe en la cabeza y el ingreso de tres días para tratarle un coágulo.

“Ella está al cien por cien, y punto”, dejó claro el martes el portavoz de la ex primera dama Nick Merrill, para esgrimir que Rove y sus correligionarios están “asustados de lo que ella ha conseguido y de lo que tiene que ofrecer”.

En su defensa salió también inmediatamente su marido Bill Clinton, que tiró de ironía: “Si tiene daños cerebrales, entonces yo debo estar realmente en baja forma, porque ella sigue siendo más rápida que yo”, dijo.

“Primero dijeron que ella estaba fingiendo su conmoción, y ahora dicen que está tratando de conseguir un papel en The Walking Dead -popular serie televisiva de zombies-“, añadió el ex presidente.

Íntimamente unida al debate sobre su salud está la cuestión de su edad. De hacerse con la Casa Blanca en 2016, Hillary Clinton sería a los 69 años la segunda persona de mayor edad en tomar las riendas del país, sólo unos meses más joven que el republicano Ronald Reagan cuando fue elegido en 1980.

Hábil oradora, Clinton trató recientemente en un acto con mujeres de dar una vuelta de tuerca al asunto de la edad: “Cuando envejecen, los hombres están cansados de la carrera, todo lo que quieren es respirar profundo, retirarse, jugar al golf, simplemente disfrutar de la vida”, dijo.

“Sin embargo las mujeres están ansiosas por empezar porque sienten que ya han cumplido sus responsabilidades; sus hijos ya están por su cuenta y ahora es el momento de mostrar lo que ellas pueden hacer”, añadió.

Las filas más beligerantes del partido republicano incrementan la presión sobre la potencial candidata demócrata a medida que avanza este año, en el que Clinton ha prometido deshojar la margarita y anunciar si da el paso para competir de nuevo por la candidatura a la Presidencia.

Junto a su estado de salud y a su edad, su labor al frente de la diplomacia del país en el primer mandato de Barack Obama es otro de los temas más socorridos para los republicanos que quieren minar las posibilidades de Clinton, hasta ahora el nombre que suena con más fuerza de cara a 2016.

Su cuestionada gestión de los atentados terroristas de Bengasi, Libia, en 2012, en los que murieron cuatro estadounidenses y entre ellos el embajador en ese país, ha vuelto a la palestra estos días después de que los legisladores republicanos hayan creado una comisión en la Cámara de Representantes para investigar esa crisis y cómo se manejó.

Dispuestos como están a no dejar escapar ni una oportunidad para desgastar a la que podría ser una dura rival en 2016, los republicanos han llegado incluso a responsabilizar a Clinton del reciente secuestro de más de 200 niñas en Nigeria por haber decidido en 2011 no clasificar a Boko Haram, la milicia radical islámica que las tiene retenidas, como una organización terrorista internacional.

Cuando no es la edad, la salud, o su labor al frente de la diplomacia estadounidense, se trata de su pasado como primera dama que perdonó a su marido adúltero (caso Lewinski), o su progresismo en asuntos sociales tan divisores en Estados Unidos como el aborto o el matrimonio homosexual.

Cualquier argumento es bueno para elaborar un nuevo ataque a la que las encuestas encumbran como potencial candidata mejor posicionada para las elecciones de 2016, a notable distancia de cualquier otro aspirante.

Hillary Clinton aún no ha anunciado si volverá a presentarse a las primarias de su partido para competir por la Casa Blanca, pero ya hay dos actores claves de la política estadounidense que la tratan casi como si ya fuera candidata: la prensa, con su cobertura del minuto a minuto de sus pasos, y los republicanos, que elevan día a día el tono y la inquina de sus ataques.