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Dos mujeres, residentes de San Antonio de Pichincha, al norte de Quito, reaccionan al enterarse del fallecimiento de uno de sus familiares en el temblor del 12 de agosto. RODRIGO BUENDÍA/GETTY
RODRIGO BUENDIA / AFP/Getty Images
Dos mujeres, residentes de San Antonio de Pichincha, al norte de Quito, reaccionan al enterarse del fallecimiento de uno de sus familiares en el temblor del 12 de agosto. RODRIGO BUENDÍA/GETTY
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Por Paola López

QUITO – Las calles, centros comerciales y parques de Quito lucían sin aglomeraciones un domingo reciente. El temor envuelve a muchos habitantes, que incluso duermen con la maleta lista, ante los sismos que han sacudido a la ciudad.

El sábado 16 de agosto un nuevo temblor de 4.7 grados de magnitud aumentó el nerviosismo. Trece personas resultaron heridas. Fue la réplica más fuerte del sismo de 5.1 grados que el martes anterior mató a tres personas.

Las autoridades cancelaron conciertos, visitas carcelarias y los partidos de fútbol profesional, y sugirieron a los quiteños evitar las aglomeraciones ese fin de semana. El pánico es evidente.

“Preparamos nuestra maleta con ropa y un poco de comida. También guardamos comida y una cobija para los tres perritos que tenemos porque nos da pena dejarlos”, contó Berta Mora.

La mujer de 59 años vive en el centro histórico de Quito y dice que ahora prefiere movilizarse a cualquier lugar con su hija y sus mascotas.

Duerme con ropa cómoda y deja los zapatos cerca de su cama en caso de que deba abandonar su hogar y dirigirse a una cancha cercana.

“No estamos asegurando la puerta para que si algo pasa levantarnos rápido y que no se atasque”, dijo la mujer.

Muchas casas sin protección

Desde el martes 12 de agosto la ciudad ha vivido más de 70 réplicas del temblor. Además de los tres muertos, 13 heridos y decenas de edificios y casas afectadas, 73 personas permanecen en albergues.

Los expertos atribuyen el fenómeno a una reactivación de una falla geológica sobre la que se asienta la ciudad de 2.6 millones de habitantes.

Santiago Conde, un quiteño de 44 años que vive en el centro, siente un “ambiente tenso. La gente está con miedo, esperando algo más fuerte”.

“Hemos conversado entre familia y acordamos no salir en las noches. Este fin de semana vamos a evitar conciertos, cines o lugares donde haya aglomeración. Vamos a salir a hacer deporte en la mañana en un lugar abierto”, manifestó.

En el norte de la ciudad, donde las réplicas se han sentido con más fuerza, la gente también alteró su rutina.

En el parque La Carolina, uno de los más atestados los fines de semana, varias canchas lucían vacías. La música, las risas y los gritos apenas se oían.

Un panorama similar se observaba en un popular centro comercial, donde pocas personas ingresaban a los locales y restaurantes.

Muchos habitantes acataron la sugerencia de evitar los sitios concurridos. Las autoridades han llamado a la calma si bien reconocen que la ciudad podría afrontar serios problemas con un sismo mayor.

El 70% de las casas en Quito “son viviendas bastante frágiles, muchas viviendas no han sido hechas por ingenieros sino por el maestro albañil”, dijo recientemente el presidente Rafael Correa, para enfatizar que Ecuador es un país de alto riesgo sísmico.

El gobierno prepara nuevas normas técnicas de construcción con asesoría de expertos chilenos, cuyo país es uno de los más afectados por este tipo de eventos.

Mientras algunos duermen con las maletas listas, otros piensan en dejar la ciudad hasta que regrese la normalidad.

“Mi señora está asustada. Ella prefiere irse a la costa donde están las niñas”, declaró Miguel Jiménez.

Sus hijas están de vacaciones en la provincia de Manabí (suroeste) y su esposa planea viajar hasta allá para evitar el temor que le causan los sismos.

Este fotógrafo de 43 años vive al norte de la capital ecuatoriana, cerca de la zona donde se registró el epicentro del sismo del pasado martes.

“Apenas se sintió (el temblor) cogimos un poco de ropa y salimos al parque. Ahí nos encontramos con más vecinos. La gente en mi barrio está nerviosa”, comentó.