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Por Adalberto Ríos

Dice el diccionario de la Real Academia Española que religión es el “conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto”.

Es decir, se trata de un hecho cultural por antonomasia, el cual pueden apreciar los viajeros en las ricas expresiones de las diferentes culturas.

Cultos asiáticos

Hablar de religiones es asunto delicado, por haber sido utilizadas, en ocasiones, como instrumentos de dominación e imposición, u origen de prejuicios que impiden reconocer valores que pertenecen a la humanidad entera.

Al visitar países asiáticos, me encontré con admirables maravillas y me percaté de mi ignorancia, debida al enfoque eurocentrista del sistema educativo que me tocó vivir.

La magnificencia del Pabellón Dorado de Kioto y del Gran Palacio Real de Bangkok me dejaron boquiabierto, al igual que la música y la danza, los espléndidos ropajes de seda, la arquitectura vanguardista y los trenes de alta velocidad. Pero, quizá, la más impactante experiencia sucedió al ingresar a sus recintos religiosos.

En Tokio, me sorprendió el templo Templo Kiyomizu, consagrado a la diosa Kannon, a la que las mujeres obsequian muñecas pidiendo concebir o las ofrendas a los colosales budas del antiguo Siam (hoy Tailandia).

El silencio, los rituales, la solemnidad, los sahumerios y la devoción me transmitieron tanto, como el mejor de los libros, y me permitieron apreciar el enorme valor de la unidad en la diversidad del género humano.

El Islam

Llegué una madrugada a El Cairo, emocionado por conocer todas las facetas de Egipto. Me hospedé y dormí de inmediato, hasta que me despertaron los cantos, llamando a la oración, desde un minarete vecino; fue la mejor bienvenida que pude tener.

Orar es un práctica fundamental de los musulmanes que, arrodillados y tocando el suelo con las manos y la frente, orientados hacia La Meca, deben hacerlo cinco veces al día.

Las oraciones se pueden hacer en privado, pero se dice que dentro de una mezquita la oración colectiva es más virtuosa, como la practican en la Mezquita Kutubía, en Marrakech, cuyo minarete fue el modelo para edificar la hermosa Giralda de Sevilla.

La vida musulmana gira alrededor de la oración y de hermosas invocaciones, como ésta destinada a los viajeros: “Oh Alá, te pedimos el bien y la piedad en nuestro viaje. Oh Alá, facilítanos el viaje y acorta las distancias. Oh Alá, tú eres nuestro compañero en este viaje y guardián de nuestra familia”.

La fuerza Guadalupana

Desde la fundación de la ciudad de Los Ángeles, los mexicanos han sido constructores de la misma. A pesar de que un número creciente ha adoptado la ciudadanía estadounidense, muchos conservan los rasgos culturales que los identifican con México, como el idioma, la religión y su estructura familiar.

En la Plaza Olvera, lugar de nacimiento de la ciudad, se palpa la presencia mexicana en puestos de comida, la música que se escucha y el uso del español.

Un gran mural de la Virgen de Guadalupe, siempre con flores, es el sitio donde los habitantes de origen mexicano acuden a elevar plegarias, a poner veladoras y a celebrar con mariachis el 12 de diciembre.

Esto, a unos pasos de la Iglesia de Nuestra Señora Reina de los Ángeles, levantada en 1814 en La Placita, otra de las referencias de la ciudad. Ahora hay una catedral moderna consagrada a la Virgen, de 12 pisos y con capacidad para 3 mil personas, pero que aún no cobra la connotación de los sitios históricos.

Herencias africanas

Salvador de Bahía es la ciudad brasileña de más profunda raigambre africana, esto se evidencia desde la espectacular combinación de danza, acrobacia y arte marcial conocida como capoeira, a la música, los cantos, los vocablos y las prácticas religiosas del Candomblé, derivadas de la mitología africana Yoruba.

La fuerza de la cultura y en especial de las prácticas religiosas de origen africano es tal que en Salvador de Bahía existen más de dos mil terreiros (templos de Camdomblé) y el culto no se reduce a personas afrobrasileñas; lo comparten fieles multirraciales, lo mismo negros, mulatos, blancos o amarillos.

Gracias a la recomendación de un antropólogo bahiano estuve un 2 de febrero en su ciudad, ahí encontré a Eduardo Galeano, interesado también en la gran manifestación cultural en honor de Yemayá, la diosa del mar.

Miles de personas celebran la venerada deidad femenina vestidas de blanco y encabezadas por Maes-de-santo, sacerdotisas que dirigen la entrega de ofrendas en forma de collares, flores y perfumes en el templo, mar adentro, a donde navegan cientos de veleros.

Sabiendo que actos semejantes se repiten a lo largo de la costa atlántica, pareciera que la fiesta de la Candelaria, el mismo día y en las aguas del Papaloapan en Tlacotalpan, Veracruz, lugar de improntas africanas, bien pudiera sumarse a la lista sincrética de orígenes compartidos de América Latina.