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Un dibujo que cuelga afuera de la embajada de Francia en Buenos Aires, Argentina, en solidaridad con las víctimas del semanario Charlie Hebdo. AP
Natacha Pisarenko / AP
Un dibujo que cuelga afuera de la embajada de Francia en Buenos Aires, Argentina, en solidaridad con las víctimas del semanario Charlie Hebdo. AP
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LONDRES –

Charlie Hebdo, el semanario satírico que perdió 12 empleados en un ataque terrorista, es parte de una serie de publicaciones y artistas de todo el mundo empeñados en llevar las cosas al límite de lo aceptable. Elogiados por decir lo que nadie se atreve a decir, también son criticados por intolerantes y han sido incluso juzgados.

Algunos de los provocadores más conocidos:

El polémico cómico francés

Millones de personas desfilaron en Francia bajo el slogan “Je suis Charlie” (Soy Charlie) para condenar los ataques terroristas y defender la libertad de expresión. Pero los límites sobre esa libertad son puestos a prueba constantemente por el polémico comediante Dieudonne M’bala M’bala, quien ha sido condenado varias veces por incitar la intolerancia racial y el antisemitismo.

Días después de la marcha, el cómico fue detenido, acusado de defender el terrorismo, por decir en su página de Facebook “me siento como Charlie Coulibaly”, combinando los nombres de Charlie Hebdo y Amedy Coulibaly, terrorista que mató a cuatro rehenes en un supermercado kosher de París.

Hay quienes dicen que la libertad de expresión no debe ser usada para promover el terrorismo o burlarse del Holocausto, que fueron algunas de las razones de las condenas de Dieudonne. Los espectáculos del cómico fueron prohibidos por el gobierno el año pasado, después de la controversia generada por el “quenelle”, un gesto que popularizó y que se parece a un saludo nazi. El cómico afirma que el gesto conlleva un mensaje antiestablishment, no antisemita.

Burlas del Oriente Medio

Presentar imágenes del profeta Mahoma, como hizo Charlie Hebdo, es algo inimaginable en los países musulmanes del Medio Oriente, pero en la región hay una tradición de siglos de poesía satírica y de escritos provocadores. Y la primavera árabe del 2011 dio nacimiento a nuevas voces, que no le causan gracia alguna a varios gobernantes.

El cómico irreverente Bassem Youssef es el abanderado de una nueva forma de sátira política en Egipto. Se mofa de los militares, de la Hermandad Musulmana Islamista y del creciente fervor nacionalista del país. Pero él mismo retiró su programa del aire en junio, bajo presión del gobierno. Desde el derrocamiento del presidente islamista Mohammed Morsi en el 2013 se ha registrado en Egipto una ola nacionalista y hay poca tolerancia con las críticas al ejército o al nuevo presidente Abdel-Fattah el-Sissi.

En otras naciones las matanzas del Estado Islámico son tema frecuente de los comediantes y en la televisión de Irak, el Líbano y Siria sus militantes son presentados a menudo como torpes e hipócritas. En una ocasión, un yihadista la emprende contra un conductor de taxi por escuchar la radio y usar el acondicionador de aire, diciendo que esas cosas no existían en los primeros días del Islam; el conductor lo saca del auto a patadas y le dice que espere por un camello.

Las caricaturas de las páginas de editoriales de los periódicos siguen siendo una fuente de alto contenido satírico en la región, donde también han surgido cómicos y revistas como la egipcia Tok Tok, llena de humor negro y a veces surreal; la revista cómica feminista Shakmagia o Caja de Joyas, que aborda la violencia y el hostigamiento sexual de Egipto.

“Se burlan de todos estos temas difíciles, a veces de una forma indirecta y sutil”, afirmó Jonathan Guyer, académico de El Cairo que estudia el tema.

Sátira postsoviética

El derrumbe de la Unión Soviética liberó un torrente de energía satírica, que no siempre ha sido bien recibida por los gobiernos de la era postsoviética.

Desde los primeros días de la democracia, en 1990, el semanario polaco NIE (No) se burla de la religión en un país predominantemente católico y ha sido demandado varias veces por “insultar los sentimientos religiosos”. El semanario celebró la Epifanía con una caricatura de los Tres Reyes Mayos llevando consigo una muñeca sexual de goma, un vibrador y una pila de revistas pornográficas.

En ocasiones las nuevas libertades generan un humor que refleja viejos prejuicios. El semanario Romania Mare (La gran Rumania) es otro sobreviviente de los primeros años de la era postcomunista, aunque su alcance es mucho menor que cuando los rumanos se devoraban sus burlas a los políticos y a otras figuras públicas. Aborda temas que otros no tocan, como la corrupción y las prisiones secretas de la CIA en suelo rumano. Tiene un tinte xenofóbico y delata a figuras que cree son judías, húngaras o gitanas. A menudo se la acusa de antisemita.

Las sátiras han perdido fuerza en Rusia bajo el gobierno cada vez más autoritario de Vladimir Putin. Una publicación que el público echa de menos es El Exilio, un tabloide que se publicaba dos veces por semana y que tenía al Kremlin, la sociedad rusa y Estados Unidos entre los blancos preferidos de sus duras críticas. Decía sin pelos en la lengua que la Rusia de Putin es fascista e informó sobre la prostitución y el consumo de drogas.

Sátiras al estilo británico

El mundo angloparlante tiene pocos equivalentes al humor provocador, anticlerical de Charlie Hebdo, aunque “South Park” se aproxima un poco con su exuberancia juvenil y su disposición a abordar temas candentes, desde la religión hasta la orientación sexual de los artistas de Hollywood.

Gran Bretaña se enorgullece de su antigua tradición de burlarse de los políticos y de la realeza. En un país irreverente sobresale el cineasta Chris Morris por animarse a hablar de cosas de las que otros no hablan, provocando a veces enorme revuelo.

Un canal de televisión fue obligado a disculparse en el 2001 por transmitir su programa “Brass Eye” por burlarse del trato sensacionalista que la prensa daba a un caso de abuso sexual de menores. Muchos consideraron que estaba trivializando el delito. Su reciente programa televisivo “Black Mirror” incluyó un episodio en el que un primer ministro británico tenía relaciones sexuales con un cerdo.

-Este artículo fue escrito por Jill Lawless