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El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu asiste a una reunión del partido Likud, el lunes 16 de marzo de 2015, en Or Yehuda, cerca de Tel Aviv, Israel. ARIEL SCHALIT/AP
Ariel Schalit / AP
El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu asiste a una reunión del partido Likud, el lunes 16 de marzo de 2015, en Or Yehuda, cerca de Tel Aviv, Israel. ARIEL SCHALIT/AP
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JERUSALÉN –

Benjamin Netanyahu es amado y odiado a partes iguales, pero todos le reconocen la capacidad de sobreponerse a los contratiempos, que ha demostrado en las elecciones legislativas del martes en Israel.

Los sondeos le auguraban tales dificultades para mantenerse en el poder y sus adversario deseaban su fin con tanto ahínco después de seis años de mandato (nueve, contando la legislatura de 1996 a 1999), que algunos comentaristas ven su victoria electoral como un regreso de entre los muertos, un regreso, eso sí, triunfal.

A quienes le preguntaron qué haría tras una eventual derrota, “Bibi” respondió, como anticipándose a lo que vendría después: “La jubilación no es lo mío. Lo mío es la victoria”.

En los últimos días, se ha visto el instinto de supervivencia del animal político que es: frente a las encuestas desfavorables, Netanyahu no ha reculado ni en las formas ni en el fondo de su discurso, si bien durante la campaña el primer ministro ha concedido quizá más entrevistas que durante todo su mandato.

Enterrar el Estado palestino

En una de las colonias más polémicas y criticadas, Netanyahu amenazó el lunes con el peligro de un segundo “Hamastán” en Cisjordania (tras el de la franja de Gaza, donde gobiernan los islamistas de Hamas desde 2006) si sus adversarios de centroizquierda, partidarios de la solución de los dos estados, ganaban las elecciones.

Agitando el fantasma de la división de Israel, la paralización de las colonias, y la vuelta a las fronteras de antes de 1967, pero sobre todo ignorando las pésimas consecuencias que sus palabras tendrían en sus relaciones con la comunidad internacional, llegó a afirmar que enterraría la idea de un Estado palestino si seguía en el poder.

En la jornada electoral, “Bibi” fue omnipresente, en el terreno, los medios y las redes sociales.

A “Cualquiera menos Bibi”, el eslógan que había unido a toda la oposición, él contrapuso el lema “Yo o los otros”.

Primer ministro más joven de Israel durante su primer mandato, de 1996 a 1999, y de nuevo en el cargo desde 2009, Netanyahu, de 65 años, va camino de alcanzar la década de poder. Sólo David Ben Gurion, fundador del Estado de Israel, estuvo más tiempo en el cargo, 12 años.

El primer ministro se ha convertido en una figura de tal relevancia en el paisaje político israelí en los últimos 25 años que el diario de centroizquierda Haaretz intentaba “imaginar la vida sin Netanyahu”.

“Cuando Israel pierda a Bibi, seguramente haya momentos en los que lamentará no tener un líder de altura internacional, reconocido mundialmente y que -nos guste o no- hace que el mundo preste atención cuando toma la palabra sobre Irán o cualquier otro asunto”, escribía el periódico.

‘Bibi’ en imágenes

Algunas imágenes dan idea de la altura del personaje, profesional de los medios, cuya frase recurrente, repetida sin asomo de exageración, era “iré a donde quiera que me inviten para defender el futuro y la existencia de Israel”.

Entre sus últimas intervenciones controvertidas, la del 3 de marzo en el Congreso estadounidense, desafiando al propio presidente Barack Obama, para oponerse al acuerdo que se está negociando sobre el programa nuclear iraní.

O sus declaraciones tras los atentados islamistas en París y Dinamarca, al invitar a todos los judíos de Europa a emigrar a Israel.

Nieto de rabino e hijo de un historiador ultrasionista, excombatiente de las fuerzas especiales herido en combate y marcado por la muerte heroica de su hermano en una operación en Uganda contra un comando propalestino en 1976, Netanyahu no ha cesado de combatir el “terrorismo internacional” y el “extremismo islamista”, sin perder de vista a su bestia negra: Irán.

La disolución de su coalición de gobierno y la decisión de convocar elecciones anticipadas fue el último desafío, que podía haber sellado su sentencia de muerte política. Luchando contra viento y marea, Benjamin Netanyahu ha vuelto a imponerse, mostrando que se trata de un político indestructible.

-Este artículo fue escrito por Laurent Lozano