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En lo que algunos consideran una maniobra delicada, el Senado federal decidió el jueves en la mañana rechazar su propia versión de Dream Act y adoptar la aprobada el miércoles por la Cámara de Representantes.

La medida, que daría estatus legal a aquellos estudiantes que cumplan con ciertos requisitos, fue votada 59-40 y según explica la oficina del senador Harry Reid (D-Nevada), líder de la mayoría demócrata en el Senado, el objetivo de este voto de procedimiento es abrirle espacio al proyecto que aprobó la Cámara y dar oportunidad a que los senadores recaben más apoyo al Dream Act.

La decisión se antoja complicada porque no hay garantía de que la versión aprobada por la Cámara Baja tendrá el apoyo suficiente para ser aprobada por los senadores.

Como discos rayados, quienes se oponen a la medida no hacen sino repetir que primero hay que asegurar las fronteras para evitar ataques terroristas y después darle documentos a quienes se encuentran indocumentados en el país.

Un recordatorio. Quienes perpetraron los ataques terroristas de 2001 no entraron ilegalmente al país.

Quienes se beneficiarían de Dream Act son jóvenes que han crecido en este país. Se han educado y siguen las leyes de una nación a la que consideran su hogar porque simplemente no conocen otra. Muchos de ellos llegaron cuando apenas empezaban a caminar.

Estos jóvenes entienden los valores estadounidenses, aman y respetan este país. Difícilmente alguno de ellos se atrevería a cometer un ataque terrorista.

La razón para que no se apruebe quizá es otra, pues los senadores republicanos se oponen al proyecto al cumplir su compromiso de bloquear cualquier legislación al respecto hasta que la Cámara apruebe la propuesta de ampliar las exenciones fiscales de la era Bush. Ni hablar, cosas de la política.