CHICAGO- Durante una entrevista en la radio hace un par de semanas se me preguntó sobre liderazgo y educación. Los temas me orillaron a hablar sobre mi vida como indocumentado, los obstáculos que vencí y cómo en ese tiempo era mi secreto más grande, uno que me avergonzaba y que mantuve hasta el día que me tuve que ir a México para arreglar mis papeles. Al terminar, se me acercó una persona invitada al programa a quien llamaré Lupita.
Muy joven, entre lágrimas y agradecida por lo que acababa de contar al aire, me llevó a una esquina discreta y me habló de su vergüenza por no tener documentos, de su ansiedad por tener que guardar el secreto. Me contó algunos de sus temores más grandes, los de sus papas y su frustración por falta de un arreglo migratorio.
Lupita reconocía su estatus por primera vez a un extraño y me pidió aconsejarla porque ella quiere triunfar y lograr sus objetivos.
Su caso me enterneció y, sin ser experto en nada, le di algunos consejos para sobrellevar su situación como “dreamer” y le pedí nunca perder la esperanza de arreglar sus papeles. Lupita fue traída por sus padres a EEUU cuando niña. Ahora tendrá 21 o 22 años y, con toda la vida por delante, le deseo lo mejor.
Esta conversación me hizo recordar un artículo leído hace un tiempo sobre el Síndrome de Ulises, también conocido como síndrome del emigrante con estrés crónico y múltiple.
Según su descubridor, Joseba Achotegui, profesor de la Universidad de Barcelona, es un cuadro psicológico que afecta a inmigrantes que viven situaciones extremas. El nombre se inspira en el héroe mítico Ulises el cual vivió innumerables sufrimientos, adversidades y peligros, lejos de sus seres queridos.
El artículo indica que los estresores más importantes son: la separación de la familia, de nuestra tierra y sociedad, el sentimiento de desesperanza por el fracaso del proyecto migratorio y la ausencia de oportunidades, la lucha por la supervivencia, el terror que se vive de ser descubierto, del abuso en los trabajos y una posible detención y deportación. ¿Le suena familiar?
Esto no es nuevo y la mayoría los sabemos. Pero lo importante es conocer que hasta ahora -según el autor- como si todos estos problemas no fueran suficientes, con frecuencia, el sistema de salud de las grandes urbes no atiende adecuadamente este síndrome. Incluso, hay profesionales que banalizan esta problemática en nuestra comunidad migrante por desconocimiento, por insensibilidad e incluso por racismo. Lo más grave es que este cuadro no se diagnostica adecuadamente como reactivo de estrés y se trata a estos inmigrantes como enfermos depresivos, psicóticos, somáticos… y por resultado la atención del sistema de salud se convierte en un nuevo factor de estrés para los inmigrantes.
Cuando entrevisté en otros medios a especialistas en el tema, psicólogos y trabajadores sociales, no existía aún la descripción del síndrome de Ulises. Pero recuerdo con claridad cómo los expertos decían que los inmigrantes y nuestros hijos necesitan ser tratados de diferente manera porque el impacto psicológico de la migración influye en nosotros aquí e incluso en nuestras familias que dejamos.
Las cuestiones mentales que afectan a los emigrantes y a sus familias son numerosas y eso se lo dejo a los expertos. Pero no necesito ser un especialista para entender que el no hablar el mismo idioma, el adaptarse a las nuevas normas locales, no encontrar el empleo soñado, no entender los hábitos de trabajo y de amistad, la nostalgia por nuestro país natal y otras razones aumentan drásticamente nuestro estrés. Y como padre sé que todo eso lo transmitimos a nuestros hijos.
También, como a la valiente joven de la radio, me estresaron mucho los temores los primeros años de vivir en Chicago, los días tan cortos de sol en el invierno. Mi secreto más grande fue el ocultar a todos con los que trabajaba y conviva que no tenía papeles, que era indocumentado. Nunca supe lo que me pasaba, ahora es claro. Me estresaba, como a Lupita, el temor a las burlas, el qué dirán o los abusos en el trabajo. Hoy mi secreto lo divulgo con orgullo. Estoy seguro que hay miles de personas como Lupita, que se sienten en la misma situación. Me solidarizo y les pido que mantengan la esperanza.
¿Tuvo Ulises que guardar éste estresante secreto? Por supuesto que no. Fue sólo un personaje mítico, pero los inmigrantes tenemos que enfrentar estos retos todos los días. El tema de la salud mental debe ser un tema importante, del que se debe hablar, reconocer y buscar ayuda en casos graves. Pero debemos asegurarnos que el sistema de salud entienda a los inmigrantes. De dónde venimos, cómo vivimos y los temores que enfrentamos -los cuales son distintos de los demás- con el objetivo de tener una mejor atención.
-Javier Salas es exasesor del gobernador de Illinois. Síguelo en Twitter @Javier Salas