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LITTLETON, CO - APRIL 20: Miniature crosses are displayed to commemorate the ten-year anniversary of the Columbine High School shootings at Clement Park April 20, 2009 in Littleton, Colorado. Columbine was the site of the then deadliest school shooting in modern United States history when, on April 20, 1999, Eric Harris and Dylan Klebold killed 12 students and one teacher, and wounded 23 others, before taking their own lives.  (Photo by Marc Piscotty/Getty Images)
Marc Piscotty / Getty Images
LITTLETON, CO – APRIL 20: Miniature crosses are displayed to commemorate the ten-year anniversary of the Columbine High School shootings at Clement Park April 20, 2009 in Littleton, Colorado. Columbine was the site of the then deadliest school shooting in modern United States history when, on April 20, 1999, Eric Harris and Dylan Klebold killed 12 students and one teacher, and wounded 23 others, before taking their own lives. (Photo by Marc Piscotty/Getty Images)
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El 20 de abril de 1999 los jóvenes Eric Harris y Dylan Klebold, de 18 y 17 años, irrumpieron en su secundaria portando armas automáticas ocultas en abrigos e iniciaron una masacre que concluyó con 13 muertos y 20 heridos, para luego voltear las armas hacia sí mismos y suicidarse.

Ambos jóvenes pertenecían a un grupo de adolescentes que gustaban participar de la corriente, muy de moda en ese tiempo entre los jóvenes con ciertos niveles de desadaptación social, conocida como cultura gótica.

Se

especuló

sobre las circunstancias que llevaron a esos jóvenes a cometer el acto de barbarie, se mencionó su relación con el referido grupo, el bullying de que eran objeto en la escuela o su afición a los videojuegos o la música de contenido violento, sin que se comprobara una causa específica que derivó en la conducta antisocial que desplegaron ambos jóvenes.

En un libro escrito sobre este caso en 2009, el periodista Dave Cullen sugiere que ambos muchachos presentaban personalidades distintas. A Harris lo describe como el autor intelectual que carecía de conciencia y a Klebold como un joven desadaptado con carácter depresivo y necesitado de reconocimiento.

El 16 de mayo en la ciudad de Chihuahua, México, dos jóvenes de 15 años, dos niñas de 13 y otro menor de 12, cometieron un crimen en la persona de un niño de 6 años, Christopher Raymundo Mora, que ha conmovido a la sociedad por las circunstancias en que se dio, pues estas presentan un alto grado de sadismo.

Los niños refieren que jugaban a cometer un secuestro e invitaron al menor a participar en el juego. Según un

comunicado

de las autoridades policiales al menor lo ataron y asfixiaron con una vara en el cuello para luego arrojarle piedras y apuñalarlo hasta dejarle sin vida, luego de lo cual enterraron el cadáver y trataron de ocultarlo arrojando sobre la fosa el cuerpo de un perro muerto.

Esto sucedió en un barrio al sur de la ciudad de Chihuahua, que se caracteriza por su lejanía, la falta de servicios y vigilancia policial y los niveles de pobreza de las personas que ahí viven.

Los vecinos informaron que los jóvenes de 15 años que intervinieron en el crimen era personas problemáticas que acostumbraban cometer robos y realizar actos de barbarie y crueldad hacia animales, así como haber amenazado a algunos de los vecinos con machetes y armas blancas por haberlos denunciado ante la policía.

¿Qué es lo que indujo a dos jóvenes de clase media norteamericana que formaban parte del sistema educativo y sin problemas aparentes a cometer el asesinato de 13 de sus compañeros y por qué cinco jóvenes de clase pobre en México, con niveles bajos de educación, cometieron el homicidio salvaje de un niño? Como respuesta a esto podemos encontrar aspectos comunes en ambos casos.

Los seres humanos llevamos en nuestra naturaleza la contradicción de la violencia y la empatía, pues en nuestros genes encontramos el instinto animal de la supervivencia, lo que nos hace reaccionar en forma agresiva o en forma de convivencia, según las necesidades y situaciones que enfrentamos.

Si nos encontramos ante una situación de peligro, nuestro cerebro emite, en forma instantánea, señales que provocan una reacción de supervivencia ya sea de agresión y violencia o de escape de la situación; también observamos que la propia necesidad animal de sobrevivir a través de la alimentación hace que el privar de su existencia a otro ser vivo sea una reacción natural de nuestro cerebro, aunque ésta se encuentra inhibida en la vida social actual. Así, observamos que es muy difícil que al comernos una hamburguesa o un trozo de pollo, pensemos en el acto de violencia que permitió que ese alimento llegara a nuestro organismo; sin embargo, dicho acto está presente.

Pero también la necesidad de sobrevivencia permite que nuestro cerebro tenga tendencia a la empatía, es decir la convivencia natural con los demás y de esta forma los seres humanos podemos estar unidos y trabajar en conjunto para la supervivencia. Algo similar a lo que sucede con un cardumen de peces que en su unión logran formar un volumen de masa viva que debilita los esfuerzos de sus depredadores para alimentarse de ellos.

En los seres humanos suele prevalecer la empatía sobre la violencia, pero se dan casos en que algún individuo tenga trastornos que le llevan a tener una mayor tendencia a la agresividad, generalmente estas personas tienden a segregarse de la sociedad y unirse; cuando esta situación adquiere niveles altos se suele decir que la persona es sociópata, es decir enferma social, y cuando la tendencia a la violencia es elevada, se habla de psicopatía, un nivel más alto de segregación que se caracteriza por la agresividad hacia los demás.

Dado que la violencia forma parte de nuestra naturaleza es común que se den ambientes en los que el cerebro reduzca su capacidad de inhibición y se dé en el individuo una mayor tendencia a la agresividad.

Estos ambientes pueden ser muy variables, observamos que en algunas regiones del continente africano a los niños se les entrena para ser combatientes desde pequeños y su cerebro se va acostumbrando a esa tendencia a la violencia; los jóvenes de la secundaria Columbine seguramente vivían en un ambiente en que su carácter sociópata se fue desarrollando hasta estallar, y en los jóvenes de Chihuahua encontramos un ambiente de pobreza e impunidad que fueron factores para que en alguno de ellos surgiera la personalidad psicópata que lo llevó a ser líder del grupo e impulsar a los demás a este salvaje crimen, muy posiblemente por temor a sufrir la violencia del líder en sí mismos.

Ambos casos son muy tristes, pero la criminalidad forma parte de nuestra propia naturaleza y lo que una sociedad organizada debe hacer es reducir los ambientes que propician aquella en una continua búsqueda de la superación de la especie humana.

-Oscar Müller Creel es doctor en Derecho, catedrático y conferencista. Puede leer sus columnas en

www.oscarmullercreel.com