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Cuando el informe del Inegi de mayo de 2015 confirmó la existencia de una tasa de desempleo abierto de 4.32%, o sea, que los indicadores reflejaban una temeraria acumulación agregada a los millones de mexicanos carentes de empleo, la preocupación alcanzó extremos alarmantes, y no es para menos, si no se pierden de vista los efectos de una detonación en cadena que se inicia, precisamente, al no crearse las fuentes de trabajo requeridas, entre otras tantas y no menos importantes razones, por el crecimiento demográfico.

La cadenita siniestra se inicia así: Si no se crean los puestos de trabajo demandados, millones de mexicanos carecerán de ingresos y, por ende, no tendrán capacidad de consumo. Si no gozan, ya no se diga de capacidad de ahorro, sino de compra, entonces se deprime la producción industrial y se lastima la actividad comercial. Si el sector manufacturero produce la mitad de sus posibilidades potenciales y el comercio organizado no vende ni cercanamente lo que exige su estructura de ventas, se inician los despidos masivos de trabajadores, es decir, los dolorosos ajustes de personal con sus consecuentes efectos en materia de efervescencia social. Por si fuera poco, al no generarse las utilidades esperadas, se limita la capitalización de las empresas, con ello su expansión y, por lo tanto, ni los inversionistas reciben sus dividendos ni el fisco recauda y, al no recaudar, se restringe el presupuesto federal de egresos con los evidentes trastornos económicos y sociales. El empobrecimiento es general, demoledor, indiscriminado, además de extraordinariamente peligroso…

¡Claro que Luis Videgaray, secretario de Hacienda, propone un recorte multibillonario para 2016! Una medida impostergable si no se pierde de vista el desplome de los precios internacionales del petróleo, de cuyas ventas depende, irresponsablemente, el presupuesto federal de egresos en casi 35 por ciento. Si se hubiera instrumentado la auténtica Reforma Fiscal con un IVA universal en medicinas y alimentos (y, desde luego, no el aborto tributario que se promulgó), la crisis financiera que se avecina hubiera sido más manejable sin sufrir los extremos drásticos que padeceremos ante la caída escandalosa del crudo.

¿Qué significa un recorte de semejante magnitud? Muy sencillo: Menos presupuesto para salud, para educación, para obras de infraestructura agrícola, carretera, portuaria, eléctrica, etcétera… Menos gasto público significa, a su vez, más malestar social, más demandas callejeras cada vez más organizadas e intransigentes, absolutamente reacias a aceptar el peso de los argumentos técnicos, con los cuales es imposible paliar su hambre ni su rabia ni se desactiva su violencia cada vez menos contenida. Séneca se preguntaba: ¿Qué hace un pueblo antes de morirse de hambre?

Si la tasa de crecimiento será si acaso de 2.4% del PIB para este 2015; si la explosión demográfica nos habla de que sólo en el gobierno de Fox habrían nacido más de 10 millones de mexicanos; si se crea tan sólo una sexta parte de los empleos anuales prometidos y los congresistas “masiosares” se niegan a la Reforma Fiscal e ignoran el lenguaje de los tambores en lontananza, bien pronto podría emerger un nuevo amo de los embustes populistas como lo fue Hugo Chávez en Venezuela o lo son en México un Manuel López Obrador o un Martí Batres, su escudero, quien intenta comunicarse con sonidos guturales inaccesibles todavía, para nuestra buena fortuna, a la inmensa mayoría de la nación…

-Este texto pertenece a la serie Cuentos Políticos escritos por Francisco Martín Moreno, autor mexicano de libros como ‘México ante Dios’ y ‘Arrebatos Carnales’, entre otros títulos. Puedes comunicarte con él en fmartinmoreno@yahoo.com