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Había sido depositado, junto a millones como él, en una pequeña gota y dentro de un recipiente de vidrio. En realidad eran tres gotas las que ahí habían; de inmediato, ese ser tan pequeño, que para verlo el ojo humano requeriría de un microscopio potente, empezó a hacer aquello para lo que la naturaleza le había formado, a moverse buscando una esfera mucho mayor que él, para poder entrar y fusionarse con ella, lo logró.

Pero lo mismo había sucedido en las gotas restantes, otros espermatozoides habían ingresado en los restantes óvulos y cada uno de estos, luego de varios días, fueron absorbidos por un pequeño tubo que les depositó en un ambiente húmedo y oscuro; esto le permitiría continuar con vida. Uno de aquellos óvulos fecundados logró arraigarse al útero e inició su desarrollo.

Lo especial de esto es que los tres elementos que se habían conjuntado venían de tres personas distintas, evidentemente la primera célula, la pequeñísima, derivaba de un hombre y la otra, el óvulo, de una mujer y era de otra mujer el útero en el que se había arraigado el embrión. Las dos primeras personas eran conocidas, en el mundo externo, como padres solicitantes, y la persona en cuyo útero se había arraigado el embrión era ahora conocida como madre sustituta o subrogada.

Se habían realizado dos de los avances más novedosos para el combate a la infertilidad humana: La fecundación in vitro y la maternidad subrogada, la que, cuando se acuerda el pago de un precio a la madre sustituta por el proceso de gestación y parto, también es conocida como “alquiler de vientres”.

La técnica de maternidad subrogada, desde sus primeras prácticas, fue origen de conflictos. Según el Early Institute, en 1980 una madre subrogada se negó a entregar el hijo a los padres solicitantes y huyó de New Jersey hacia Florida, en donde fue localizada por un detective privado; el caso se llevó a la corte en donde se decidió entregar la custodia del niño a los solicitantes y derechos de visita a la madre subrogada. En otro caso, el producto implantado dio lugar a gemelos, lo que provocó la solicitud de los padres sustitutos del aborto de uno de ellos, o el caso de una madre sustituta en Tailandia, en el que él bebe nació con Síndrome de Down y los padres solicitantes se negaron a recibirlo.

Pero el fenómeno ha llegado más allá, pues de inicio implica una disparidad en tanto que el proceso es muy costoso y por tanto sólo las parejas con recursos económicos pueden acceder a él, en tanto que la mujer que presta su cuerpo para el embarazo suele ser de clase pobre y requiere del dinero que se le pagará, en muchas ocasiones para la manutención de otros hijos.

Así, un avance de la medicina se ha transformado en un negocio de explotación de la mujer. En 2011, 14 mujeres fueron rescatadas en Tailandia de un sitio en el que se les utilizaba como vientres de alquiler. Ellas estaban recluidas en un lugar con fuerte vigilancia y la operación era controlada por una banda criminal. Ese mismo año, un caso similar se presentó en Nigeria en donde se rescataron a 35 niñas de entre 15 y 17 años, las que, en condiciones similares, eran utilizadas como vientres de alquiler.

El fenómeno de alquiler de vientres incide en el abuso de la situación de vulnerabilidad de la mujer; su cuerpo se cosifica como un producto de mercadeo y de proceso de maquila, también se fragmenta la paternidad y se provoca una separación del bebé que causa problemas psicológicos y afectivos, sin dejar de considerar los riesgos sanitarios.

En México la regulación de la maternidad subrogada es incipiente, lo que ha dado lugar a la proliferación de clínicas de “Alquiler de Vientres” con las consecuencias indeseables antes mencionadas.

Mediante una iniciativa de reforma a la Ley de Salud, se pretende lograr la regulación de la maternidad subrogada, se considera que estos servicios deben ser prestados por profesionales de la salud que cuenten con el entrenamiento especializado y en los establecimientos médicos autorizados por la Secretaría de Salud para tal efecto; se determina que el servicio de la madre sustituta deberá ser gratuito y se deja a una norma oficial posterior la regulación en sus aspectos sanitarios.

Esperemos que algo bueno se logre para evitar la explotación de la mujer que esta técnica médica ha acarreado; pero no debe olvidarse que México es un país con un sistema de justicia deficiente y en el que más de la mitad de las mujeres se encuentran en situación de pobreza, constituyendo un sector social proclive a caer en la explotación de vientres.

-Oscar Müller Creel es doctor en Derecho, catedrático y conferencista. Puede leer sus columnas en

www.oscarmullercreel.com