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El general Lázaro Cárdenas del Río, expresidente mexicano, burocratizó el petróleo, burocratizó los ferrocarriles y burocratizó el campo al repartir 26 millones de hectáreas, pero de miseria. Reparto agrario que propició la fuga de diez millones de campesinos mexicanos a Estados Unidos, en buena parte también en razón del “Plan Bracero”, creado para abastecer a los soldados estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial. El conflicto armado concluyó en 1945, pero nuestros hombres del campo siguieron emigrando hasta entrado 1960 con un grave perjuicio para nuestra economía y nuestra agricultura. ¿Resultado? Pemex, los ferrocarriles y el campo mexicano, “explotado” por los ejidatarios, quebraron estrepitosamente. Las venas, las arterias de México, la herencia porfirista y sus 20,000 kilómetros de vías férreas fueron inutilizadas por la indigerible verborrea cardenista. ¿Es o no evidente que el gobierno mexicano no sólo ha resultado un pésimo maestro, sino también un pésimo empresario, para ya ni hablar de los pésimos políticos, sálvese el que pueda…? ¿Analizamos el balance de las llamadas empresas descentralizadas creadas por el populismo suicida del expresidente Luis Echeverría?

Hoy el campo mexicano, mayoritariamente en manos privadas, capta más divisas que el petróleo, casi 30,000 millones de dólares, todo un éxito si no se pierde de vista el enorme desperdicio que padecimos al expropiar tantos millones de hectáreas que deberían haberse explotado en términos de lo sugerido por el también expresidente Álvaro Obregón, un gran productor de garbanzos en Sonora: Expropiemos, siempre y cuando a los beneficiarios podamos abastecerlos con crédito, tecnología, equipos y semillas. De otra manera, si expropiamos sin entregarles ni una triste pala a los ejidatarios, sólo estaremos repartiendo miseria…

¿A dónde voy con este breve introito? Bien, se trata de demostrar que vivimos en el país de lo irreversible porque tuvieron que transcurrir 72 años para que México volviera a explotar, con socios extranjeros o nacionales, los manantiales de oro negro que por supuesto, como dijo el poeta, nos los escrituró el diablo. Vivimos todavía irresponsablemente de los yacimientos descubiertos por Jorge Díaz Serrano. Durante todo este tiempo, casi 40 años, se financió el presupuesto federal en casi 40% de las exportaciones de crudo en lugar de instrumentar una reforma fiscal. ¿Somos tontos o cobardes o comodinos? Por si fuera poco, quebró escandalosamente la industria petroquímica, al extremo de que hemos tenido que importar hasta 50% de las gasolinas que se consumen en México ante la marcada ineficiencia de Pemex que gozaba del monopolio energético. Sólo que las tonterías, permítaseme una licencia eufemística, no concluyen ahí, sino que se desbordan desde el momento en que la gasolina importada es de pésima calidad, tan mala que atenta severamente en contra de la calidad del aire, sobre todo por el veneno que respiramos los chilangos incapaces de protestar resignados tímidamente a nuestra suerte en tanto inhalamos venenos puros…

En resumen: No sólo quebró Pemex, no sólo importamos gasolinas y gas, un absurdo en un país petrolero, sino que los carburantes que importamos ni siquiera reúnen los requisitos de calidad elementales para preservar la salud humana. Somos tontos, corruptos o ambos… ¿A quién le importa un bledo la salud del pueblo? ¿El qué…? ¡El pueblo…! ¿El pueblo…? El pueblo es un fantasma que nunca ha existido…

-Este texto pertenece a la serie Cuentos Políticos escritos por Francisco Martín Moreno, autor mexicano de libros como ‘México ante Dios’ y ‘Arrebatos Carnales’, entre otros títulos. Puedes comunicarte con él en fmartinmoreno@yahoo.com