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Tres distintas encuestas recientes demuestran cómo en la elección nacional de noviembre ese puede ser el resultado. La campaña de Hillary Clinton necesita una sacudida porque si no hoy, a seis meses de la elección presidencial, le puedo anunciar que Donald Trump se hará más fuerte con cada día que pase.

¿Qué ocurre? Que esta es una campaña en que las emociones, y no las políticas públicas, es lo que está en juego. Sólo vea y escuche a la gente que asiste a los mítines de Trump; salen con la emoción a flor de piel. Vea a la gente que asiste a los mítines de Hillary, y lo único que no tienen exaltadas son las emociones ni en su cuerpo ni en su mente.

La señora Clinton parece razonablemente convencida de que en este momento histórico ella es la única solución racional. Pero, le pregunto otra vez, ¿cómo va a ganar un candidato que quiere hacernos pensar, pero que no puede hacernos sentir? Barack Obama derrotó a Clinton al emocionar, entusiasmar e ilusionar a la gente al hacerla imaginar un futuro con él como líder. En este sentido, Clinton no se ha puesto las pilas.

Es cierto que lo que propone Trump es absurdo, grosero, agresivo y, sobre todo, racista. Pero ¿cómo no va a prender emociones en la gente cuando, lo que propone es hacer a “grante a América” otra vez? Sólo hable con la gente alrededor de usted, todos tienen ganas de ganar, de que el país sea y se sienta el número uno otra vez. Hoy, en el final del gobierno de Obama, hay una impresión general de que en los siete años y medio de este presidente hemos perdido cada vez que él pierde ante el Congreso; y eso es todo el tiempo.

Y no digo que este sea un presidente fracasado. ¡No!

Lo que digo es que millones de estadounidenses tienen esa impresión porque de todo lo que Obama nos prometió durante su presidencia, lo único que se logró fue la famosa reforma de salud. Triunfo grande porque finalmente puso a la gente por delante de las aseguradoras, y porque logró terminar con los antiguos fantasmas nefastos de la destrucción de las familias, como el de las condiciones de enfermedad preexistentes. Sin embargo, ¿cuál es la experiencia individual de esa reforma para mucha gente?

Que hoy la salud y los seguros médicos para los sanos son más caros, mucho más caros que antes.

Por eso digo que en 2016 no nos engañemos pensando que al final la razón ganará. La razón nunca gana cuando las emociones se interponen.

Los demócratas, a estas alturas del juego, ya debían estar unidos. Ya debían estar en una campaña tan agresiva como la de Trump.

Clinton parece estar convencida de que el país la necesita. Pero tiene diciéndonos que la necesitamos y que ella va a cambiar al país desde que ella y Bill, el expresidente, se aparecieron en la escena nacional al inicio de los 90.

Veinticinco años después, la existencia de Bernie Sanders es la mejor negación de que el país esté convencido de que Clinton es necesaria. Clinton es lo razonablemente menos malo. Pero esa no es una fórmula de victoria.

Si Trump fuera un candidato razonable y responsable, entonces tendría un plan detallado para terminar con el desorden migratorio que vemos todos los días. El plan de Trump, si es que existe, en lugar de resolver un problema nacional lo que genera es una división nacional.

Es cierto que la cuestión migratoria está fuera de control, y que la frontera no ha servido de filtro, pero eso no quiere decir que los indocumentados sean criminales. La mayoría de ellos son gente decente, que viene a trabajar por necesidad, no por gusto.

Lo triste es ver el resentimiento oculto que hay contra ellos. Es tan fuerte que lo único que el discurso de odio y racismo de Trump hizo fue que el resentimiento saliera vociferante y grosero, como el hombre que lo inspira.

El otro en juego hoy es Sanders, que se pasa de decente, porque ni él ni los otros demócratas le hicieron el favor a Clinton durante las primarias de examinar y de hacer trizas su récord como secretaria de Estado y como senadora. Digo que hubiera sido un favor porque mientras la atención estaba dividida con 17 precandidatos republicanos, ese récord pobre de Clinton hubiera sacado a la superficie todo lo que aún está oculto. Ahora Trump y su equipo lo van a sacar en septiembre y en octubre. Y, como le digo, en las primarias la gente lo hubiera visto y discutido y muy posiblemente hecho a un lado y olvidado para estas fechas. Pero ahora, si esto sale en los dos últimos meses antes de la elección, el daño que causará a la campaña demócrata será considerable.

Yo no admiro a Trump, no me malinterprete: De lo que me admiro es de cuánto resentimiento hay escondido aun por todo el país, y que tan fácil fue sacarlo a relucir. Trump es crudo, desinformado, pero es listo. Además es intuitivo y el equipo que le rodea no vendrá a pulir el filo de sus navajas, vendrá solamente a hacerlas más cortantes.

Esto me hace ver incrédulo la división republicana nacional. Y me hace ver también cuánto esta falta de intuición de los políticos republicanos sigue resultando en división. Trump les hizo el favor de demostrarles cuán ignorante es el liderazgo republicano nacional, y qué tan poco conoce a la gente.

Guzman2tvazteca@aol.com

Twitter: @armandoreporta