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Primero y antes que nada; ¡Felicitaciones! Ondear la bandera de México en las protestas en California tendrá un mayor efecto en elegir a Donald Trump a la presidencia de EEUU que el que tendrían millones de dólares de publicidad electoral a su favor.

Y si lo piensa, todo esto de no usar la bandera mexicana tiene mucho sentido.

En primer lugar, este no es un conflicto entre México y Estados Unidos.

Sí, ya sé que muchos me van a decir que Trump insultó a los mexicanos en junio de 2015. Pero yo respondería que, más que insultarlos, los eligió como peones de su ajedrez político. Quienes se prestan para ser usados con todo y banderas mexicanas lo único que hacen es servir de variedad y burla. Quienes ondean esas banderas parecen no entender que ejecutan a la perfección su papel de peones en el triste espectáculo de campaña que vemos todos los días.

Le platico todo lo anterior porque puede estar seguro de que lo que pasó esta semana en Nuevo México se repetirá decenas de veces en California, como ocurrió el miércoles y el jueves en Anaheim, que obviamente ya dejó de ser un bastión republicano. Los gases lacrimógenos, las banderas mexicanas, los gritos y los arrestos no van a ayudar a nadie a aclarar nada en el mayor circo electoral que hayamos presenciado en los últimos años.

Quizás lo ultimo parecido ocurrió en Chicago en 1968.

Los que se oponían a la guerra en Vietnam y a Richard Nixon crearon todo el desorden posible para derrotar al entonces candidato republicano. Lo que consiguieron fue exactamente lo contrario: La elección clara y apabullante de Nixon a la presidencia. El resultado de las protestas a la campaña de Nixon fue tan grande y tan positivo para su primera elección a la Casa Blanca que ni siquiera, años después, gente cercana a Nixon, como Ron Ziegler y Dwight Chapin, creían lo mucho que eso había influido en gente que, tras ver y malinterpretar las protestas, votaron por Nixon.

Me gustaría aclarar que no estoy comparando a Nixon con Trump. No. No hay nada comparable entre los dos, ni tampoco entre lo que vemos y vivimos hoy y lo que ocurrió en 1968. Esa era una división natural de varios años causada por una guerra. Esta es una división artificial y completamente innecesaria.

‘Pocahontas’ Warren

Y ya que estamos en esto, dejemos en claro lo que el New York Times y Mother Jones han investigado hasta el cansancio. ¿Cuánta sangre cherokee corre por las venas de la senadora Elizabeth Warren? La respuesta: No mucha, menos de la necesaria para considerarla seriamente nativoamericana.

Lo traigo a colación no porque esto tenga importancia real con la vida, las calificaciones o el futuro político de la senadora de Massachusetts a quien podrían nominar como candidata a la vicepresidencia con Hillary Clinton. Se lo cuento porque de acuerdo con el mucho tiempo invertido en Nuevo México por Trump en sus discursos de campaña, los pómulos altos de la senadora Warren son un pretexto perfecto para burlarse de si tiene sangre de nativoamericana o no.

Lo incluyo en esta columna también, porque quién hubiera imaginado que un candidato presidencial en la era moderna, volviera a usar, como George Wallace, el gobernador racista de Alabama en los sesenta, a las distintas razas y etnias que componen al pueblo americano para tornarlo negativamente en el factor principal de su campaña. Quién hubiera creído que habría otro candidato usando a la raza y el racismo como instrumento para crear desacuerdos, diferencias, divisiones y enfrentamientos por todo el país. Quién hubiera pensado que un candidato presidencial usara insultos raciales como discurso repetitivo cada vez que se para frente a un podio con un micrófono.

¿Duda de la división que se ha creado? Sólo vea los comentarios que habrá como respuesta a esta columna.

Lo que mucha gente dice, es que, si vamos a hablar de raza y racismo en esta campaña, deberíamos regresar a 1973 y a las investigaciones hechas por el Departamento de Justicia sobre las prácticas de selección racial de los inquilinos de las propiedades de Trump.

Vea usted lo que hay en los archivos: En varias investigaciones hechas por el Departamento de Justicia y por The National Urban League, una organización de mayoría afroamericana, se comprobó que en algunas de las propiedades de Trump había prácticas racistas contra los posibles inquilinos.

Trump, quien siempre presume de nunca haber tenido que arreglar fuera de la corte una demanda legal en su contra, hizo eso precisamente en 1973 después que se acusó a su empresa de discriminación racial en la renta de viviendas.

Los investigadores del National Urban League enviaron a una mujer afroamericana a rentar un apartamento de Trump en Brooklyn.

Era una operación encubierta y el apartamento le fue negado bajo el pretexto de que no había apartamentos disponibles. Acto seguido los investigadores enviaron a una mujer de raza blanca a tratar de rentar en el mismo edificio, resultado: Los administradores le dieron a esta ultima potencial inquilina a escoger entre dos unidades que estaban desocupadas.

Los investigadores federales encontraron también que los empleados de Trump usaban códigos como el “No. 9” o “C”, para indicar que los inquilinos potenciales eran “colored”, gente de color.

Hay que decir también en justicia, que Trump se defendió directa y vigorosamente de estas acusaciones, diciendo que no sabía que sus empleados discriminaban contra posibles inquilinos debido a la raza de los solicitantes.

Pasaron 43 años y como si el tiempo no hubiera avanzado. El 23 de enero de este añoThe Washington Post publicó que había un nuevo escándalo en los edificios de Trump. El diario reportó que el mismo código “C” se seguía aplicando en propiedades de Trump, esta vez no solo para marcar a solicitantes afroamericanos, sino también a los puertorriqueños que trataban de rentar en propiedades cuya mayoría de los ocupantes era blanca.

Si vamos a hablar de raza, porque no hablamos de todo lo anterior.

Lo mas seguro es que a todas estas viejas acusaciones en cuanto les dé el aire fresco de hoy día, se transformarán y con eso nos enteraremos que todas las estas acusaciones, hoy y siempre, han sido infundadas.