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Inculcando valores como empatía y generosidad desde temprana edad y manteniendo una relación estrecha con los papás de sus primeros amigos para fomentar el contacto, los chicos en etapa preescolar pueden forjar amistades duraderas.

Para la psicopedagoga Priscila Medina, la amistad ayuda a los niños a establecer reglas de convivencia que les van a ayudar en un futuro a relacionarse con otras personas.

“Les ayuda a crear puntos de encuentro o de empatía, y a la vez aceptar las diferencias entre otras personas”, comenta la especialista.

A partir de los 3 años, el niño puede relacionarse de manera independiente con otras personas y decidir con quien relacionarse y con quien no. Entonces, utilizar la palabra amistad sería aceptable.

“El mismo niño lo nombra como tal. Hay que darle como individuo esa capacidad de elegir con quien relacionarse y compartir sus momentos de juego”, señala Medina.

Por su parte, el pediatra Felícitos Leal explica que los menores de 5 años están, desde el punto de vista de su desarrollo psicológico, en una etapa donde la “centración” (fijar la atención en un solo punto de una totalidad) es una de las principales características.

Una de las manifestaciones más claras de esta fase es el egocentrismo. Se fijan tanto en su punto de vista, que les es imposible entender o considerar el punto de vista de los demás, lo que hace difícil establecer una amistad profunda, pero sí tener compañeros.

El juego como herramienta

Los niños se relacionan de manera natural con otros, independientemente de su género, y conforme van creciendo empiezan a hacer diferencias, pero no hay un cambio significativo entre los 3 y 5 años.

“Generalmente un punto de encuentro es el juego: mientras haya juguetes y actividades en las que se estén divirtiendo, se van a relacionar con otros, ya sea en la escuela, un restaurante o el parque”, dice la psicopedagoga Priscila Medina.

“Ellos disfrutan al jugar y se pueden divertir casi con cualquier cosa. Lo que nos puede crear un poco de conflicto es que alguno de los niños sea un poco más agresivo y que se dificulte relacionarse con él”.

Practicar una actividad deportiva también sirve para fomentar lazos de amistad, particularmente si requiere trabajo en equipo, añade la especialista.

Para el pediatra Felícitos Leal, un factor que influye para que haya afinidad es que existan intereses comunes, en actividades supervisadas por alguien a quien los niños respeten como autoridad y juez justo.

“Los juegos donde se les pide que consideren el punto de vista de los demás tienen el propósito de ayudarles a tomar decisiones cada vez más lógicas, más basadas en la realidad y menos en la fantasía”, expone.

Sería preferible que convivan en un grupo pequeño, en el que existan pocas y sencillas reglas, para que puedan entenderse sin discrepar en intereses y opiniones con otros de su misma edad.

Aunque a esta edad la amistad puede ser efímera, esto dependerá de varios factores como, por ejemplo, que estudien en un mismo colegio y continúen su educación juntos hasta la primaria o secundaria.

“Por lo general, relaciones a edades muy tempranas se mantienen por los mismos padres que tienen amistad o puntos de encuentro con los padres del otro niño”, señala Medina.

Mediadores y supervisores

Padres de familia y educadores deben estipular reglas de convivencia, como esperar turnos, compartir juguetes y no agredir, especialmente en una etapa tan temprana como los 3 años.

“Los pequeños empiezan a relacionarse con otros a quienes pueden morder o empujar, porque a esa edad son egocéntricos, y a lo mejor van a querer hacer lo que quieren”, destaca la psicopedagoga Priscila Medina.

El papel de padres y educadores debe ser el de mediadores, para resolver conflictos, pero también el de supervisores, para vigilar cómo están sucediendo estos encuentros, comparte la especialista.

A medida que respeten estas reglas, y entiendan que se sienten bien en un ambiente de respeto, los demás también aprenderán a apreciarlas y a volverlas valores, dice por su parte el pediatra Felícitos Leal.

Ambos expertos coinciden en señalar que un error común que cometen, tanto papás como educadores, es forzar a un pequeño a compartir.

“Si otro niño va a visitar la casa, debemos decirle desde antes que si hay un juguete que no quiera compartir que no lo saque o lo esconda”, remarca la psicopedagoga.

“Esto sirve para enseñarle que él también puede poner límites en las relaciones con otras personas. Finalmente, los juguetes son de su propiedad y no podemos decidir sobre ellos”.

Otro error es forzarlos a relacionarse con quienes no son afines u obligarlos a jugar con ellos.

Tampoco es positivo que haya roces y enojos entre padres por las acciones de los niños, cuando hay que entender que ellos apenas están aprendiendo a convivir. Finalmente, los chicos arreglan sus diferencias y a los pocos minutos ya están jugando felices, y nosotros los adultos nos involucramos de más. Debemos entender que esto es natural”, comenta Medina.

_Por Jorge Alberto García