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Expertos consideran que aunque se financie por completo la respuesta humanitaria no se conseguirá cubrir las crecientes necesidades de los desplazados.
ABDULKADIR/NRC/Europa Press
Expertos consideran que aunque se financie por completo la respuesta humanitaria no se conseguirá cubrir las crecientes necesidades de los desplazados.
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El 1% de la población mundial está desplazada, lo que equivale a unos 79.5 millones de personas que han tenido que abandonar sus hogares para buscar refugio dentro de su propio país o de países vecinos. Para ellas, la pandemia de coronavirus tiene un impacto económico “devastador” que les dirige a la “catástrofe”, según el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC).

Las restricciones de viaje, el cierre de mercados y negocios y la recesión económica generalizada que ha traído consigo la pandemia, ha venido a sumarse a los otros desafíos a los que ya se enfrentaban desplazados y refugiados, que además, tienen problemas para acceder a las redes de seguridad social y que también han perdido el apoyo que para muchos representaban las remesas que les habían llegar sus familiares.

En su informe “Espiral descendente”, la ONG ha llevado a cabo estudios y evaluaciones de las necesidades en un total de 14 países, incluido un sondeo entre 1,400 desplazados en ocho países, con el fin de conocer cómo están afectando las consecuencias económicas de la pandemia a estas personas, que figuran entre las más vulnerables del mundo.

El 77% de ellas perdieron su empleo o su fuente de ingresos desde marzo, cuando comenzó la pandemia, de forma temporal o permanente. Además, el 62% de los que recibían remesas de familiares en el extranjero reciben menos que antes. Como resultado de ello, el 30% deben pedir prestado más dinero del que pedían antes de esta crisis.

Amina es uno de ellos. Esta mujer desplazada junto a sus cinco hijos vive en un campamento a las afueras de Mogadiscio. Antes de la pandemia, “solía ir a la ciudad en busca de trabajo informal, lavaba las ropas y ganaba algo de dinero. Desde la llegada del coronavirus esto se ha parado. La gente nos dice que no hay trabajo, que nos quedemos en casa… pero no tenemos ingresos, no tenemos dinero para comprar nada”, se lamenta.

La falta de ingresos tiene un impacto muy evidente en la alimentación de los desplazados, así como en su salud. El 73% de los consultados tuvieron que reducir el número de comidas que realizan al día mientras que el 77% deben reducir el gasto médico. Para el 71%, resulta muy difícil pagar el alquiler u otros gastos básicos e incluso muchos fueron desalojados en los últimos meses.

“El precio de la comida se duplicó y tenemos que recoger restos para alimentar a nuestros hijos”, relata Shayista, que vive en una chabola de dos habitaciones junto a otras 15 personas a las afueras de Kabul. “Si el coronavirus no nos mata, definitivamente lo hará el hambre”, subraya.

“Nuestros hijos no comen carne o fruta en meses”, cuenta al NRC Zayno, un refugiado sirio en Líbano padre de cinco hijos. “Daría mi vida por ellos (…) el apoyo financiero que recibimos apenas cubre el alquiler y las facturas de la luz. Cuesta incluso permitirse comprar productos básicos como el arroz y el aceite”, subraya.

Por otra parte, la pandemia afecta a la educación de los niños desplazados. Según el sondeo de NRC, el 74% señalan que en las circunstancias actuales es menos probable que envíen a sus hijos a la escuela debido a su situación económica.

Los niños que no gozan de su derecho a la educación, advierte el NRC en su informe, no sólo experimentan mayores niveles de sufrimiento psicológico.

Además, el cierre de las escuelas como medida de precaución para evitar la propagación del virus también contribuye de forma negativa a empeorar la inseguridad alimentaria. “Los niños no acceden a las comidas escolares, al tiempo que el beneficio económico a largo plazo de una población educada se pierde”, lamenta la ONG.

Desplazados y refugiados se encuentran inmersos en “una peligrosa espiral descendente”, lamenta el secretario general del NRC, Jan Egeland. “Después de verse forzados a abandonar sus hogares por la violencia, a menudo con derechos limitados para trabajar o acceder a los servicios gubernamentales, el impacto económico de la pandemia les empuja a la catástrofe”, advierte.

Aunque, según el NRC, los donantes y las instituciones financieras internacionales han respondido ante la crisis desatada por la covid-19, el apoyo no es suficiente. Del total de fondos solicitados por la ONU para hacer frente a esta crisis, sólo se han recibido el 23%, resalta la ONG.

Además, denuncia, hasta ahora los fondos tardan en llegar a quienes los necesitan y los compromisos iniciales de los donantes dan prioridad a la respuesta sanitaria sobre los programas para hacer frente al impacto económico de la pandemia. Por ello, el NRC advierte de que aunque se financie por completo la respuesta humanitaria no se conseguirá cubrir las crecientes necesidades.

En este sentido, Egeland defiende que “es necesario un aumento urgente de la ayuda” si bien “la asistencia humanitaria por sí sola no puede resolver esto. Los países ricos del G-20 y las instituciones financieras internacionales deben poner a los desplazados y las comunidades afectadas por los conflictos en el centro de las respuestas económicas nacionales e internacionales a la covid-19”, reclama, previniendo de que “sin una acción urgente, esta crisis terminará por descontrolarse”.