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Bill Norkunas, de 70 años, muestra la puerta rota de su vivienda el 25 de noviembre de 2020, en Tamarac, Florida. Norkunas pidió ayuda cuando alguien intentó entrar; mientras tanto, los agentes de la Oficina del Alguacil de Broward permanecían a unos 500 metros de distancia.
Carline Jean/TNS
Bill Norkunas, de 70 años, muestra la puerta rota de su vivienda el 25 de noviembre de 2020, en Tamarac, Florida. Norkunas pidió ayuda cuando alguien intentó entrar; mientras tanto, los agentes de la Oficina del Alguacil de Broward permanecían a unos 500 metros de distancia.
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Fort Lauderdale, Florida — Acababa de salir de la ducha y se preparaba para pasar la noche cuando vislumbró una figura fuera de su ventana.

Bill Norkunas, de 70 años y sobreviviente de polio infantil, encendió la luz con la esperanza de asustar a quien estuviera allí. En cambio, la luz era un faro que atraía a un joven hacia la puerta de su casa, una puerta de vidrio.

Y luego, durante los siguientes 15 minutos, Norkunas se quedó allí, descalzo y desnudo, con sus muletas, a un lado del cristal, tratando de sostener una pistola en su mano temblorosa, mientras el extraño estaba al otro lado, azotando la puerta, golpeando con la cadera para romper el grueso vidrio grado huracán con un adoquín de jardín.

Norkunas, quien sufrió heridas leves por el vidrio que se clavó en su pie, no tiene idea de por qué el hombre, posteriormente identificado como Timothy Johnson, de 23 años, de Fort Lauderdale, intentó derribar su puerta el 7 de noviembre.

Y tan desconcertante, e igualmente aterrador para él, es saber que un escuadrón de oficiales del alguacil de Broward respondió a su vecindario de Tamarac, pero ninguno se acercó a su casa para detener al hombre. En cambio, esperaron calle abajo hasta que él se acercó a ellos y se rindió, dijeron testigos al South Florida Sun Sentinel.

El resultado es una sensación palpable de indignación hacia la Oficina del Alguacil con muchos en el vecindario que se preguntan por qué los agentes dejarían a un hombre discapacitado y aterrorizado para que se las arreglara por sí mismo durante tanto tiempo como lo hicieron.

La Oficina del Alguacil se negó a responder preguntas sobre el incidente, incluido el motivo por el que nadie se presentó en la casa de Norkunas, si se siguió o no se cumplió la política y si la situación podría haberse manejado mejor. En cambio, el departamento publicó esta declaración:

“A los pocos días del incidente en Tamarac, la Oficina del Alguacil de Broward comenzó una revisión exhaustiva de cómo los oficiales en la escena manejaron la respuesta a esta situación en rápida evolución. La revisión de este incidente está en curso”.

Bill Norkunas, de 70 años, muestra la puerta rota de su vivienda el 25 de noviembre de 2020, en Tamarac, Florida. Norkunas pidió ayuda cuando alguien intentó entrar; mientras tanto, los agentes de la Oficina del Alguacil de Broward permanecían a unos 500 metros de distancia.
Bill Norkunas, de 70 años, muestra la puerta rota de su vivienda el 25 de noviembre de 2020, en Tamarac, Florida. Norkunas pidió ayuda cuando alguien intentó entrar; mientras tanto, los agentes de la Oficina del Alguacil de Broward permanecían a unos 500 metros de distancia.

“La Oficina del Alguacil de Broward responde a decenas de miles de llamadas de servicio cada año. La mayoría de estas llamadas se manejan de manera adecuada con resultados satisfactorios. [La Oficina del Alguacil de Broward] revisa y evalúa constantemente sus respuestas a las llamadas de emergencia con el fin de proporcionar el más alto nivel de servicio al público”.

Los vecinos no llamarían a la respuesta “el nivel más alto”. En lugar de detener al posible intruso en la puerta de Norkunas, dijeron testigos, los agentes se quedaron en la calle y en una esquina, a unos 500 metros de distancia, mientras Norkunas y sus vecinos inundaron el sistema de comunicaciones de emergencia 911 pidiendo ayuda durante casi 15 minutos.

“Si abre la puerta, ¿puedo dispararle?”, preguntó Norkunas al operador del 911 aproximadamente dos minutos después de su llamada telefónica.

Al tercer minuto, Norkunas le dice al despachador que el extraño está tratando de patear la puerta, según la grabación de la llamada. Mientras todavía habla por teléfono con el despachador, se puede escuchar a Norkunas advirtiendo al extraño que es mejor que se vaya o le dispararán. Hasta este punto de su vida, Norkunas nunca antes había apuntado con un arma a nadie.

“Haz que la policía venga rápido”, grita al teléfono en el minuto cuatro.

Tres minutos después, la voz de Norkunas es cansada: “Alguacil, apúrese por favor”.

Pasan tres minutos más. “¿Dónde diablos están las patrullas? … Todavía no están aquí. Jesucristo. Todavía no hay patrullas. Vengan a mi casa, por favor”.

Le dice al despachador que su puerta de vidrio está destrozada y que no sabe qué hacer. El despachador le dice que los agentes están inspeccionando el área para “asegurarse de que nadie más resulte herido”.

Un despachador escucha el vidrio romperse y alerta a los 18 agentes que fueron asignados para ir a la casa de Norkunas, según un registro del despachador que documenta la llamada y la respuesta. La Oficina del Alguacil inicialmente se negó a divulgar esos registros públicos, así como la llamada al 911 y el informe policial, hasta que el abogado del Sun Sentinel se involucró.

Aún así, el vidrio roto no pareció ser suficiente para que los agentes se movieran hacia el hombre afuera de la puerta de Norkunas.

Norkunas continúa suplicándole al despachador en la llamada al 911, diciendo que su casa está al final del callejón sin salida. Dice que hay dos autos en la entrada y que hay una luz encendida.

“Si entra a esta casa, no sé qué voy a hacer. Nunca le disparé a nadie”, le dice al despachador.

Norkunas se quedó al teléfono con un despachador desde que hizo la llamada a las 9:26 pm y hasta que Johnson, el presunto intruso, caminó directamente hacia los agentes y fue detenido 15 minutos después, según testigos y el registro del despachador.

¿Dónde estaban las sirenas? ¿Las luces azules giratorias? ¿Los hombres y mujeres que se ponen el uniforme todos los días listos para servir? ¿A qué estaban esperando?

“Tengo 70 años y nunca había visto algo así”, dijo Norkunas en una entrevista. “Ningún oficial vino a mi casa. Ninguno”.

Si bien los agentes del orden hacen un juramento de servir y proteger, no están obligados a hacerlo legalmente, ha dictaminado la Corte Suprema de Estados Unidos.

“La ley no requiere que los agentes del orden lo protejan de otras personas”, dijo Rodney Jacobs, director asistente del Panel de Investigación Civil, un comité de supervisión policial de la ciudad de Miami.

Julio Fuentes inicialmente descartó los ruidos fuertes como si alguien estuviera poniendo cosas en un bote de basura en una iglesia cercana. Pero luego tuvo la molesta sensación de que algo no estaba bien. Así que salió y vio al extraño con el adoquín del jardín golpeando la puerta de su vecino.

Fuentes llamó al 911 y mientras habla por teléfono con un despachador, se le puede escuchar gritarle al extraño que detenga lo que está haciendo. Nada parecía alterar a Johnson, dijo Fuentes.

Finalmente, Johnson se fue de la casa de Norkunas y Fuentes lo siguió, manteniéndose a unos 30 o 35 pies de distancia, lo suficientemente lejos para la seguridad pero lo suficientemente cerca, pensó, para poder saltar si el extraño podía entrar a uno de los hogares de sus vecinos.

“Oh Dios, oh Dios, oh Dios, él está caminando hacia mi maldita casa. Santo Dios. Por favor, ayúdame …”, gritó otra vecina, que pasó varios minutos al teléfono con un despachador inicialmente intentando conseguir ayuda para Norkunas y luego para ella misma mientras Johnson se dirigía a su casa.

Con cada minuto que pasa, más se enfurece la mujer.

El despachador intenta asegurar que su ayuda esté en camino.

Con Fuentes todavía siguiendo al hombre, el sujeto se dirige a la casa de otro vecino. La mujer le dice esto al despachador. “Oh, Dios mío, este tipo está aterrorizando la casa de todos y ustedes no están por ningún lado”.

Ella le dice al despachador: “Él podría haberse escapado y podría haber lastimado a alguien. Mi vecino está discapacitado. Mi vecino camina con un bastón y ustedes se toman su tiempo. Ustedes se toman su p— tiempo”.

El despachador responde: “No se estaban tomando su tiempo”.

Semanas después, Norkunas y sus vecinos todavía están atónitos y estupefactos.

“En pocas palabras, mi vida podría haber terminado esa noche. O la vida del atacante podría haber terminado, mientras más de una docena de agentes bien armados no respondieron a mi casa”, dijo Norkunas.

Está obsesionado por no poder apretar el gatillo cuando lo dejaron para valerse por sí mismo. Dice que casi todas las personas con las que comparte su historia dicen que ahora quieren comprar un arma.

En estos días lleva su arma cuando pasea a su perrito y escanea los arbustos en busca de posibles intrusos.

“Las cosas simplemente han cambiado”, dijo.

Norkunas dijo que llamó a la alcaldesa de Tamarac, Michelle Gómez, una conocida desde hace mucho tiempo, para contarle lo que sucedió o, como él dice, lo que no sucedió.

Gómez declinó hacer comentarios para este artículo.

Poco después de hablar con la alcaldesa, Norkunas dijo que recibió una llamada invitándolo a la subestación de la Oficina del Alguacil en Tamarac.

Norkunas dijo que un sargento explicó los procedimientos para establecer un perímetro para que Johnson no pudiera escapar, pero también admitió que podrían haberlo hecho mejor. Norkunas dijo que le ofrecieron $500 del fondo para víctimas. Dijo que lo rechazó.

Johnson fue arrestado por dos cargos de robo, agresión a una persona mayor de 65 años y arrojar un misil a un edificio. Está libre bajo fianza de $14,100. No tiene el correo de voz configurado en su teléfono y no respondió mensajes de texto repetidos.

—Este texto fue traducido por Octavio López/TCA