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El arquitecto chileno Alejandro Aravena posa para un retrato en su estudio en Santiago de Chile, el martes 12 de enero del 2016. Aravena es el ganador del Premio Pritzker 2016. (AP Foto/Eva Vergara)
Eva Vergara / AP
El arquitecto chileno Alejandro Aravena posa para un retrato en su estudio en Santiago de Chile, el martes 12 de enero del 2016. Aravena es el ganador del Premio Pritzker 2016. (AP Foto/Eva Vergara)
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SANTIAGO, Chile (AP) – El arquitecto chileno Alejandro Aravena, que el miércoles se convirtió en el profesional más joven en ganar el Premio Pritzker, se entusiasma al hablar de su interés por desarrollar viviendas sociales bajo un concepto totalmente opuesto a la casa pequeña, estereotipada y de poco valor.

Aravena, de 48 años, también propone usar las ciudades como un atajo para mejorar la calidad de vida entre las personas, separadas por una inequidad que es transversal en casi todo el mundo.

Es un problema que “no vale sólo para Chile, es probablemente uno de los desafíos más transversales que tenemos en el mundo”, dice.

En una entrevista el martes en su oficina en Santiago, un día antes de que la noticia del reconocimiento se hiciera pública, a Aravena le brillaban los ojos de felicidad.

“No hay otro premio más importante, es el equivalente al Nobel de arquitectura”, destacó, y agregó que esto les ha dado a él y sus cuatro socios del estudio Elemental una sensación “de enorme libertad”.

“Como ya no queda nada más que hacer, el camino hacia adelante no está escrito y esa sensación de ir a aventurarse a territorios inexplorados es un poco el espíritu que está aquí dentro de la oficina, macerándose”, dijo con evidente ilusión.

El trabajo de Aravena y su equipo se divide entre el diseño de edificios y generar proyectos para instituciones, desarrollar viviendas sociales que se pueden ampliar y adquirir un mayor valor con el tiempo y hacer participar a la comunidad en sus diseños.

“La vivienda social, probablemente eso es lo que nos llena más de orgullo, no es evidente que uno pudiera acceder a este premio, que estaba más asociado a las cualidades artísticas de un cierta obra en el pasado”, declaró.

Declaró que se suele pensar que la creatividad aparece cuando no hay restricciones, pero él opina lo contrario: “porque hay restricciones es que se hace necesario una enorme cantidad de creatividad, y la vivienda social probablemente es el ámbito donde uno está más exigido como diseñador”.

La triada a resolver, dice, es: “viviendas sociales en densidades suficientemente altas para pagar por terrenos bien localizados, que se valoren en el tiempo, pero sin hacinamiento y con posibilidades de crecimiento, con posibilidades de alcanzar un potencial de clase media, de 80 metros cuadrados”.

Sus viviendas sociales se encuentran en varias ciudades chilenas, como Iquique y Choapa, en el norte, en Santiago en las comunas de Renca y Lo Barnechea (esta última la barriada más rica del país) y en Constitución, en el sur. El concepto también lo exportó a México.

Afirma que a los más desposeídos no hay que desarraigarlos de sus lugares habituales de residencia, que deben mantener sus redes sociales y, si es posible, acercarlos a los centros de estudio y de trabajo.

Considera que el único camino para combatir la inequidad no es la redistribución del ingreso, pues no es sólo un problema económico; tiene dimensiones culturales, raciales, sociales, y cambiar el nivel social puede tardar al menos un par de generaciones.

“La ciudad en ese sentido puede funcionar como un atajo para corregir inequidades porque si identificas con precisión, estratégicamente, proyectos de ciudad, puedes mejorar calidad de vida, aquí, ahora. Por ejemplo, (con) un transporte público de calidad, en vez de pasar dos horas arriba de un bus” para trasladarse hacia los lugares de estudio y de trabajo desde la vivienda social, que generalmente está en la periferia o muy distante.

“Cuesta plata (dinero), por supuesto que cuesta plata, pero es de las cuestiones que hacen que la vida, la calidad de vida para millones de personas que de lo contrario… tienen que pagar con tiempo y … la ciudad puede hacer ese atajo”, añadió.

Sobre la sustentabilidad y el cuidado del medio ambiente, dice que en los países en desarrollo, a diferencia de Europa o el Hemisferio Norte, hace mucho calor y lo que tenemos que evitar son ganancias térmicas. “Por eso cuando haces edificios de vidrio, de muro cortina, el gasto en aire acondicionado es feroz”.

Reitera que para construir hay que ser sensatos, razonables. “Pones muros y no ventanas, no hay una radiación directa del sol sobre el vidrio que genere efecto invernadero”, ahorras energía y puedes obtener ventilación cruzada abriendo ventanas.

A Aravena también le preocupan los niños y su esparcimiento. Por eso diseñó un parque de juegos infantiles en un populoso barrio santiaguino que tiene diversos niveles, juegos de buena calidad y atractivas bolas de piedra que arrojan finos chorros de agua, todo protegido por vistosas rejas de colores fuertes para evitar que los pequeños se acerquen a las calzadas con vehículos.

“Hoy ir a un parque de calidad solo ocurre si eres socio de un club de golf”, lamentó. “Imagina el cambio brutal de calidad de vida si los parques públicos fueran los mejores lugares donde uno pudiera ir a estar un fin de semana”.

Para él, “las ciudades se miden por lo que en ellas se puede hacer gratis”.