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Julie Pryde, administradora de salud pública de

Champaign-Urbana

, ha vivido en el área durante toda su vida y tiene buenos recuerdos de cuando desgranaba maíz durante los veranos de su infancia.

Pryde se sorprendió como nunca cuando, durante diciembre 2009 acudió al complejo de departamentos

Cherry Orchard Village

para atender un asunto de drenaje, se encontró con las condiciones deplorables en las que vivían los habitantes del edificio después de que una familia la invitara a pasar a su hogar.

Las aguas negras del drenaje inundaban el terreno donde se erigía el complejo habitacional.

Había hoyos en las ventanas de los departamentos que daban directamente afuera, a la nieve.

Los departamentos no tenían calefacción ni electricidad. La gente se mantenía caliente al dejar abiertas las puertas de sus hornos.

No había agua corriente, y no había habido desde hace un mes atrás, escuchó Pryde.

Los cables eléctricos colgaban del techo y no había ningún detector de dióxido de carbono o humo.

Lo que vio en Cherry Orchard, impactó a Pryde.

De inmediato puso manos a la obra y convocó a una reunión de emergencia el 5 de enero de 2010. Trabajó con residentes, medios de comunicación y agencias locales y estatales para sacar a los habitantes del complejo habitacional, muchos de los cuales eran inmigrantes de Texas, y hospedarlos en un hotel de Rantoul.

El esfuerzo culminó en el cierre de Cherry Orchard.

Aunque el punto de contacto inicial de Pryde con el complejo de departamentos fue a través de sus responsabilidades laborales, su involucramiento terminó convirtiéndose en algo más profundo y personal.

Sus ilusiones acerca de la verdadera naturaleza de la mano de obra migrante fueron destruidas, y en su lugar se impuso un análisis claro sobre el sistema en el que estas personas trabajan y sobre las empresas que son responsables de su bienestar:

“Eran personas nuevas que ahora vivían en los edificios del este”, dijo Pryde. “Ellos eran, literalmente, migrantes que vinieron desde Texas gracias a un capataz. Nadie quiere asumir ninguna responsabilidad por poner a la gente en este tipo de vivienda. Las personas que reciben a los trabajadores baratos no tienen que mirar a la gente a la cara gracias a los intermediarios.

“Yo vi a la gente a la cara y me cambió”, dijo Pryde, quien se describe como una “defensora accidental”.

“Una vez que ves lo que sucede, no se puede volver atrás”, dijo.

Ella ha practicado esta defensa desde esa primera visita a Cherry Orchard aquella noche de invierno.

A principios de abril,

convocó a un grupo de más de 20 personas

, desde policías, pasando por académicos de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, hasta proveedores de servicios para los trabajadores migrantes y miembros de la comunidad.

El propósito de la reunión era discutir la mejor manera de ayudar a los trabajadores migrantes que estaban por llegar de nuevo al área para la temporada de desgrane que se lleva a cabo a finales de junio. Muchos de ellos se quedan hasta la cosecha, en octubre.

El énfasis fundamental en el grupo era abordar la situación que se desarrollaba frente a ellos en sus propias comunidades, en lugar de esperar a las autoridades estatales o federales para resolver cualquier problema. El grupo se creó y trató de encontrar soluciones a una serie de problemas que habían ocurrido el año anterior.

El jefe de policía de Urbana,

Patrick Connolly

, mencionó una zona en la comunidad en donde muchos trabajadores migrantes fueron asaltados en diversas ocasiones después de cobrar sus cheques. Elogió a los hijos de los trabajadores quienes trataron de encontrar a los culpables y tomar represalias en contra de los responsables de robar los sueldos de sus padres (Mencionó que un asalto fue por menos de $20).

Connolly dijo que le gustaría encontrar un banco local que pudiera hacer el anuncio, “Cobramos cheques. Sólo que no lo haga aquí”, refiriéndose a la zona donde proliferaban los robos.

“Tiene que haber una solución”, dijo. “No sé cuál pueda ser.”

Algunas soluciones que se sugirieron: solicitar al sindicato de crédito de la Universidad de Illinois que le permitiera a los trabajadores cobrar sus cheques sin una cuenta.

Otra posibilidad: asociarse con las autoridades de transporte público para trasladar a los trabajadores a un banco localizado dentro de un Walmart de la zona. De esta manera, los trabajadores podrían cobrar su cheque y hacer compras en el mismo viaje.

Pryde habló con franqueza sobre los limitados logros que se habían alcanzado con la clausura de Cherry Orchard, pero dijo ser optimista sobre lo que el nuevo grupo conformado por miembros de la población local pudiera lograr para ayudar a los inmigrantes que llegarán este año.

“Todos nos unimos”, dijo Pryde, haciendo hincapié en el sentimiento de responsabilidad colectiva que permea al grupo. “Está bien que nos conozcamos con anticipación”.

Jeff Kelly Lowenstein escribió esta historia con la asistencia del “Dennis A. Hunt Fund for Health Journalism”, fondo administrado por “The California Endowment Health Journalism Fellowships”, un programa de la escuela de periodismo “USC’s Annenberg School for Communication & Journalism”.