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Pat Scala / Getty Images
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CIUDAD DE MÉXICO –

Esta semana el mundo se estremeció por la tragedia ocurrida en las afueras de Medellín, donde un avión se derrumbó a unos kilómetros de su destino final. La tragedia es de carácter deportivo, pues la muerte de los jugadores deja un vacío irreparable en un equipo que en poco tiempo de existencia ha subido a niveles de poder competir por la Copa Sudamericana.

“Para nosotros no solo han competido, han ganado la Copa”, el Atlético Nacional de Medellín fue el primero en levantar la mano y en un gesto esperado, pero no por eso muy meritorio decir: “

Chapecoense

, ustedes son los campeones de Sudamérica”. Ante estos gestos de humildad se sumaron muchos más de solidaridad, donaciones en dinero, y hasta préstamo de jugadores para que el equipo continúe dándoles a sus aficionados la belleza y el espectáculo del fútbol. Pero la noticia sobrepasa el carácter deportivo, pues en este fallecieron, padres de familia, madres, hijos, hijas y amigos que dejan un hueco irreparable en el corazón de los que los sobreviven.

Además de los sobrevivientes del accidente, hubo sobrevivientes causales. Edmundo, por ejemplo, no viajó por problemas personales, y Matheus Saroli, hijo del técnico no viajó pues olvidó el pasaporte.

Esto nos recuerda como hace 24 años ocurrió algo similar con Kalusha Bwayla. Quizá usted recuerde a Kalusha jugando para las Águilas del

América

en la década de los 80’s cuando contratar jugadores africanos era catalogado por la prensa como un “experimento”. Las Águilas contrataron a este jugador de Zambia por una cifra récord (porque se pagó una cifra ridícula), y Kalusha vino a México a demostrar disciplina, un fútbol alegre y espectacular.

El 28 de abril de 1993 sus compañeros de la selección volaron a Senegal en un duelo clasificatorio para la Copa del mundo a celebrarse en EEUU. El vuelo sufre un incendio y cae al océano Atlántico donde fallecen todos los tripulantes. Kalusha se salva pues por cuestiones del destino había tomado otro vuelo.

Hablemos de la Águilas, pues esta década y bajo la gerencia de Ricardo Peláez, son el equipo que más semifinales han participado en los torneos cortos, con ocho. Quizá a muchos no les guste la actitud de las Águilas, que se autodenominan el mejor equipo de México pues han ganado más campeonatos (contando la época amateur y todas las películas del Chavo del 8 en ‘El Chanfle’). Pero los resultados hablan por sí solos, y ahora son fuertes favoritos para ganar la semifinal al Necaxa e inclusive la final a Tigres o León.

En reciente entrevista a Emilio Azcárraga, se le cuestionó porque las celebraciones de los 100 años fueron tan sencillas. “Lo que nos importa es darle campeonatos a nuestros aficionados”. Así de sencillo, en un mundo donde nos perdemos en las estadísticas personales, Azcárraga pone en perspectiva los objetivos de un club.

Y después de la tragedia ocurrida esta semana, nos hubiéramos conformado con que el Chapecoense puedan competir aquella Copa. Descansen en paz los fallecidos en el accidente.