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POR CECILIA NÚÑEZ/AGENCIA REFORMA

Si no fuera porque recorrimos sólo dos horas desde San Antonio hasta esta pequeña ciudad localizada en la región de las bajas colinas texanas, pensaríamos que estamos en algún pueblito alemán.

Nos resulta imposible no caer en la trampa de tantos estímulos: los sabores de los embutidos, del strudel de manzana o del pretzel dulce recién salido de los hornos de Fredericksburg Bakery, una de las panaderías alemanas más antiguas del lugar, nos remiten a la ciudad europea, mientras las botas y los sombreros que portan con orgullo los habitantes nos recuerdan que no hemos abandonado Texas.

La gente habla en inglés pero de pronto se le escapan frases en alemán, resultado de la herencia cultural de los centenares de migrantes germanos que fundaron la ciudad en 1846, respetando sus raíces, mismas que se han preservado de generación en generación.

Ya para el último sorbo de Glühwein, este reconfortante vino caliente con especias que es toda una tradición en los mercados navideños alemanes, lo que menos importa es dónde estamos localizados, sino las experiencias que regala esta encantadora ciudad de 9 mil habitantes.

Las calles de Fredericksburg brillan en esta temporada: las vitrinas de más de 150 boutiques, restaurantes, panaderías, dulcerías y galerías de arte se visten con los más curiosos motivos navideños, no sólo para atraer la atención de los paseantes, sino también para ganar el primer lugar del concurso local que premia cada año a la vitrina mejor decorada.

Los hogares tampoco se quedan atrás: los habitantes ponen tanto empeño en adornar sus fachadas, que incluso se organizan recorridos guiados a pie o en carruajes jalados por caballo para admirar el despliegue de creatividad navideña.

Tenemos la sensación de que la ciudad entera se prepara todo el año para celebrar estas fiestas con la mayor intensidad posible. La agenda decembrina lo dice todo: la calle principal o Main Street se llena de luces multicolores, se hacen desfiles de disfraces de temporada, se monta un mercado navideño al estilo de los Weihnachtsmarkt, se abre la Markplatz’s Eisbahnuna, la pista de hielo al aire libre, los teatros presentan espectáculos donde Santa Claus es siempre el protagonista y se ofrecen recorridos guiados por la ciudad, para ver la arquitectura clásica revestida con motivos navideños, y por el Pioneer Museum, donde explican cómo se vivían las fiestas en la antigüedad.

Pero nuestras miradas, como las de todos los que pasan por esta ciudad, se dirigen a un solo lugar: al Weihnachtspyramide, de 8 metros, o pirámide navideña, el elemento decorativo más tradicional de la zona montañosa Erzgebirge, en Alemania. Es una especie de carrusel gigante de madera decorado con motivos alusivos a las fiestas decembrinas, como ángeles, cascanueces o Santa Closes, que gira lentamente gracias a una hélice colocada en la parte superior.

No nos queda más remedio que dejarnos envolver por la atmósfera navideña que se respira en cada esquina de Fredericksburg y contestar con una sonrisa a cada “Frohe Weihnachten” que escuchamos por la calle.