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ALEMANIA- Francoise Barré-Sinoussi, de 68 años, ha dedicado la mitad de su vida al VIH-Sida.

Junto con su equipo de trabajo en el Instituto Pasteur, identificó la enfermedad en 1981 y el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) en 1983, mérito por el que ganó en 2008 el Premio Nobel de Medicina junto con el director de aquel entonces de su laboratorio en el Instituto, Luc Montagnier.

Pero al final del camino, a la viróloga francesa le pesan igual los dolores que las victorias ocurridas después de que descubriera el virus causante del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida).

“Lo que he visto debido al VIH me abrió las puertas a la realidad del mundo en el siglo 21”, dice.

En entrevista, la parisina de ojos azules y pelo corto habla de los avances científicos en torno a la enfermedad, del estigma que aún carga una persona infectada y de lo que ha cambiado en la sociedad a partir de que estar contagiado ya no es una sentencia de muerte.

El intercambio tiene lugar en la ciudad de Lindau, en el sureste de Alemania durante el Lindau Nobel Laureate Meeting, donde año con año decenas laureados se reúnen con investigadores de todo el mundo. La pasada edición reunió a un número récord de 65 homenajeados y estudiantes de 88 países.

¿Cuándo llegará la cura para el VIH?

No me preguntes cuándo; no te lo diré porque no lo sé. Nadie lo sabe y creo que fue un error que en el pasado fijáramos plazos. Es decir, los científicos decíamos que tendríamos una vacuna en los próximos cinco años, y cuando se acababa el tiempo repetíamos: “tendremos una vacuna en los próximos cinco años” y todavía hoy no tenemos una vacuna.

No deberíamos dar ninguna esperanza, especialmente por las personas que viven con VIH, tanto de una vacuna o de una cura.

No lo sabemos –repite, enfatizando las tres últimas palabras–.

¿Son más de 30 años dedicados a esta enfermedad, qué balance hace?

Estoy feliz de ver que los pacientes se sienten mejor pero también me siento frustrada de ver que no hay vacuna, aún son muchos los que no reciben tratamiento, y me hubiera encantado terminar mi carrera sin VIH en el mundo, sin estigmatización y sin discriminación.

Me hubiera encantado eso (ríe)… estoy frustrada.

¿El hecho de que el virus ya no sea mortífero está teniendo algún impacto en la investigación?

Claro que se le da menos atención al VIH porque al menos en los países ricos, la gente tiene la idea de que si los pacientes son tratados estarán bien y tendrán una expectativa de vida similar que pacientes no infectados.

Pero debido a esta percepción, un porcentaje de la población se está infectando de nueva cuenta con VIH, particularmente entre la población homosexual en Europa y Estados Unidos.

No se recuperar el sistema inmunológico en su totalidad

Barré-Sinoussi mira unos instantes a través de la ventana y regresa los ojos a la mesa para advertir que el tratamiento contra el VIH aún no logra recuperar al cien por ciento el sistema inmunológico, y que los efectos de esto se ve en el desarrollo de cánceres o de desarrollos prematuros de enfermedades asociadas con la vejez.

A Barré-Sinoussi le preocupa además que, en promedio, entre el 60 y 75 por ciento de los pacientes infectados y en cuidados prolongados rebotan por no adherirse al tratamiento.

Cuando tiene charlas suele lanzar una pregunta al público que la gente siempre erra: ¿Dónde encontramos una supresión del VIH de larga duración? “Y todo mundo me dice África; pero es en Washington DC, Estados Unidos”.

VIH afecta sobretodo a minorías

La también defensora de los pacientes contagiados desearía que en el ámbito público la discusión del virus no se encuadrara como un problema de los países pobres.

“En Estados Unidos, la infección del VIH afecta sobretodo a las minorías y éstas no tienen un acceso pleno al tratamiento ni a su monitoreo; luego claro que tienen que pagar y no tienen suficiente dinero para pagar”.

Sin embargo, reconoce que aún ese enfoque no es del todo acertado, puesto que incluso en países en los que el tratamiento es gratuito, como Australia, la supresión en pacientes de cuidados prolongados es del 60 por ciento, que quiere decir que cuatro de cada seis infectados recae.

Al hablar sobre las estrategias a futuro, la viróloga francesa cuenta que su objetivo ahora es que los investigadores del VIH y los que trabajan en otras áreas logren colaborar juntos.

“Estoy convencida que científicos del VIH pueden ayudar en los nuevos descubrimientos para enfermedades como el cáncer o enfermedades autoinmunes, como las cardiovasculares o de vejez, y estoy segura que científicos del VIH se pueden beneficiar de la experiencia de los demás que trabajan con el cáncer u otras enfermedades. Tenemos que conectar ambos”.

Científica y activista

No sólo se ha armado una reputación como científica, sino también como activista… Seguramente porque pasamos por un drama (en los 80). Era una tragedia ver a gente morir. Muy pronto entablamos relaciones con los representantes de los países conforme se iban organizando en los diferentes países del mundo, nos hicimos amigos de gente que podía morir.

Ser una científica sabiendo que tomaría tiempo desarrollar un tratamiento o una vacuna, y como un ser humano ver a amigos morir, supongo que esta situación me indujo al activismo.

La viróloga ahora ve que las siguientes generaciones de jóvenes no están tan comprometidos con la enfermedad como sí lo estuvo la suya y quizás sea más difícil que lo estén, puesto que no atestiguaron el virus durante los 80.

“Tienen la tendencia, y no es una crítica, a quedarse en sus laboratorios, no reunirse con pacientes o representantes de los pacientes. De alguna forma es nuestra responsabilidad”.

Abordan retos de sida

Francoise Barré-Sinoussi, ganadora del Premio Nobel de Medicina por descubrir el VIH-Sida en los 80, hizo un llamado a acelerar la investigación hacia una cura de la enfermedad.

“La remisión debiera ser posible”, aseguró la francesa frente a jóvenes investigadores de todo el mundo reunidos en Alemania con motivo del Lindau Nobel Laureate Meetings.

Con todos los retos que presenta el VIH, la comunidad científica anhela crear una vacuna y descubrir una cura para las personas ya infectadas, pero también investiga nuevas estrategias terapéuticas para los enfermos, puesto que las actuales no son sostenibles a la larga, dijo Barré-Sinoussi.

Uno de los principales obstáculos de una cura se debe a que con el tiempo los científicos han aprendido que el VIH se esconde en el reservorio de las células, indicó.

Al estudiar el comportamiento de los reservorios del virus, los científicos además han detectado que éstos se encuentran en diversas partes del cuerpo, como en el intestino, los genitales, el tejido linfático y el sistema nervioso central.

“Ahora entienden por qué digo que eliminar todos los reservorios del cuerpo es casi una misión imposible”, aclaró la investigadora.

Otro problema es que cuando una persona resulta infectada, muy pronto presentará inflamación y la activación de su sistema inmunológico, aún con el mejor tratamiento médico.

Desde el 2009 ha habido un progreso importante en la investigación de una potencial vacuna. Los avances han sido posibles al estudiar a un grupo muy pequeño de pacientes llamados “neutralizadores élite”, quienes poseen de manera natural anticuerpos neutralizadores del virus.

Este grupo poblacional representa menos del 0.3 por ciento de los infectados y es capaz de controlar la infección del VIH sin recibir tratamiento.

“Lo primero que debemos hacer es procurar un tratamiento que induzca una remisión sostenible. Es decir, un tratamiento que logre una reducción persistente y un control de los reservorios (de VIH) para estar sano a largo plazo, sin un tratamiento retroviral y sin el riesgo de transmitir el virus a otras personas”, planteó Barré-Sinoussi.

Debido a todo lo anterior, la prioridad de la comunidad científica internacional se centra en entender la latencia del VIH a nivel molecular.

Por Emily Corona/REFORMA