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Yates de Estados Unidos participan en una competencia mientras turistas recorren el Malecón de La Habana en un convertible clásico el miércoles 3 de febrero de 2016. (Foto AP/Desmond Boylan)
Desmond Boylan / AP
Yates de Estados Unidos participan en una competencia mientras turistas recorren el Malecón de La Habana en un convertible clásico el miércoles 3 de febrero de 2016. (Foto AP/Desmond Boylan)
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LA HABANA (AP) – Los 3,5 millones de turistas que inundaron Cuba el año pasado bebieron océanos de mojitos, lagos de daiquiris y ríos de cerveza, y solo algunos pocos acompañaron su ropa vieja o su congrí con vino de Chile, Argentina o España. Ahora, alentados por el deshielo en las relaciones que pusieron en marcha Washington y La Habana, vinicultores estadounidenses quieren aterrizar en la isla con sus robustos zinfandel, sus aromáticos chardonnay y sus potentes cabernet sauvignon decididos a conquistar el mercado del turismo y cubrir las pequeñas necesidades doméstico, que van creciendo poco a poco al amparo de reformas económicas.

Y las perspectivas son alentadoras.

“Para nosotros es mucho más económico traer un vino de Estados Unidos que de España”, declaró Francisco Chacón, sommelier del Hotel Conde de Villanueva, aludiendo a la proximidad de Estados Unidos, que se encuentra a 144 kilómetros de la isla.

Chacón, quien cree que los vinos californianos son un producto de calidad que a la larga reemplazarán a los de bodegas europeas y sudamericanas, asistió esta semana a los simposios y degustaciones organizados durante dos días por un centenar de productores, comercializadores y exportadores de vinos de California, quienes esperan poder ingresar nuevamente a este mercado gracias a las reformas económicas que están eliminando muchas restricciones al comercio con Estados Unidos.

En la actividad participaron además dueños o representantes de unos 50 “paladares” o restaurantes privados, un fenómeno que creció por miles en los últimos años en la isla con las reformas aperturistas del gobierno.

Junto a los particulares también se presentaron centenares de sommeliers y expertos de hoteles y centros gastronómicos estatales, todo un sector al que los estadounidenses buscan convertir en sus clientes.

“Este es un encuentro espectacular, es la primera vez que se hace formalmente (invitar a los privados) y despierta interés, despierta negocio y esto despierta ganancia”, dijo a la AP Rodríguez, propietario del restaurante “Waoo!!!”, una céntrica terraza en la zona del Vedado capitalino que en estos tres años de inaugurado –pero sobre todo en el último– vio crecer la cantidad de turistas de todo el mundo, pero sobre todo estadounidenses, que lo visitaron.

El turismo estadounidense aumentó en un 76% en 2015, para alcanzar los 161.174 visitantes, al calor de un deshielo entre Cuba y Washington que además permitiría eventualmente la llegada de las bodegas de California a la isla. Los estadounidenses representan menos de un 5% del turismo total de 3,5 millones de personas el año pasado, pero se espera que aumenta significativamente en los próximos años.

“Buscamos los distintos niveles que tiene el mercado en Cuba, las empresas estatales, las privadas”, expresó Fernando Fernández, uno de los organizadores isleños, un claro reconocimiento de los paladares como actores emergentes del sector.

Además de los turistas, la industria vitivinícola le apunta a un pequeño pero creciente sector de cubanos con capacidad adquisitiva para comprar esta bebida.

Un vino español o argentino de mediana calidad cuesta en las tiendas para la población el equivalente de unos 20 dólares, una cifra muy elevada para el salario de la isla, pero cada vez más asequible para los cubanos ligados a empresas mixtas o emprendimientos privados que pulularon al calor de las reformas impulsadas por el presidente Raúl Castro.

Una botella de ron, el espirituoso por excelencia de la isla, se paga el equivalente de unos ocho dólares.

Aunque Cuba no es un país con tradición de vino, actualmente se importan unos 300 contenedores –con capacidad para 1.200 cajas– anualmente, una cifra que se incrementará a medida que el turismo aumente.

Durante las jornadas –presididas por banderas de Cuba, Estados Unidos y la del oso de la propia California– los participantes hablaron sobre el clima en los valles de aquella región estadounidense, las características del suelo y el cuidado de viñedos y hasta la historia de las familias productoras. Además olieron, degustaron y observaron el contenido de decenas de botellas.

Entre las firmas presentes estuvo E&J Gallo Winery, Anders-Lane Artist Wines, Jackson Family Wines y Francis Ford Coppola Winery.

Sin embargo, aún falta un poco para que el vino de California gane espacio en la patria del ron, pues aunque las leyes del embargo impuesto por Washington a Cuba permiten la venta de este producto a la isla por tratarse de un alimento, las sanciones que impiden el financiamiento desestimulan las compras para beneficio de las bodegas de España y Sudamérica.

Hasta el 2005 la firma estatal Alimport compró vinos a Estados Unidos en virtud de esa excepción para alimentos a las leyes del embargo, pero las normativas para financiamiento se endurecieron por las mismas sanciones.

La compra de alimentos por parte de Cuba a Estados Unidos alcanzó los 389 millones de dólares en 2014 y se centró en productos de primera necesidad como arroz o carne de pollo.

Pero el relanzamiento de las relaciones diplomáticas el año pasado, tras cinco décadas de ruptura y los nuevas normas del presidente Barack Obama flexibilizando las condiciones del comercio y el financiamiento están dando esperanzas a los productores de California de llegar a Cuba con toda su fuerza.

“Ya tenemos la logística, el embarque, estamos trabajando en el tema del financiamiento y esperamos resolverlo a mediados de año y para fin de año tener más de un contenedor del lado de aquí”, comentó entusiasmado Darius Anderson de la firma U.S Cava Exports.

Más allá de las normas paliativas aprobadas por Obama y que permitieron este acercamiento, un levantamiento total del embargo y sus leyes impuestas en los años 60 para presionar un cambio de modelo político en la isla, dependerá de que el Congreso estadounidense elimine las mismas.